Trabajadores, jóvenes y pobres
La Encuesta de Población Activa (EPA), difundida la semana pasada, constataba que el desempleo descendió, en el tercer trimestre del año, en 7.900 personas en Hego Euskal Herria. En ese mismo periodo, el Estado español marcaba la cota más baja desde 1979. Unas cifras que, a primera vista, llaman al optimismo. Bueno es que más personas en edad activa puedan acceder a un puesto de trabajo. Sin embargo, cuando se baja de las cifras globales a las realidades concretas del mercado laboral no son pocos los reparos que cabe hacer a esa aparente fotografía de bonanza laboral.
El informe hecho público ayer por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre evolución del empleo juvenil en el mundo ofrece un contrapunto a las positivas estadísticas que ofrecen los países occidentales, entre ellos la UE. De este modo, y aunque las llamadas economías industrializadas han logrado rebajar en la última década sus niveles de desempleo juvenil del 17,5% al 13,1%, la OIT constata que ello se debe a que los jóvenes de menos de 25 años han dejado de intentar incorporarse al mercado laboral. Las sucesivas reformas educativas que postergan la entrada de los jóvenes en el mercado laboral y el efecto disuasorio de los llamados contratos basura son, sin duda, factores a tener en cuenta a la hora de valorar la favorable estadística que ofrecen los países industrializados.
No obstante, uno de los capítulos en los que incide el informe de la OIT es en el fenómeno del empobrecimiento no ya de aquellos que no trabajan, sino de quienes tienen un empleo. De hecho, unos 300 millones de trabajadores de entre 14 y 25 años viven en el mundo por debajo del umbral de la pobreza. Esto significa que el 56,3% de los jóvenes trabajadores del mundo no logran cubrir ni de lejos sus necesidades más básicas.
Los informes que realizan los sindicatos vascos coinciden en que la alta temporalidad de los contratos tiene una responsabilidad directa en el empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. Según datos de 2004, de cada 100 contratos juveniles nuevos, 95 fueron temporales (93 en el caso de las mujeres contratadas). Otra tendencia no menos preocupante es el aumento de siniestralidad. A estos problemas hay que sumar, señala la OIT, el que los jóvenes tienen serias dificultades para hacer oir su voz en el trabajo. Situaciones a considerar antes de entregarse a las euforias a la hora de valorar la buena evolución del empleo. -
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