Emocionado estoy. La República francesa se ha acordado de esos seres que transitan por el limbo administrativo de dos Estados, de ésos que trabajan a un lado de la muga y duermen al otro, de ésos a los que se les llama transfronterizos. La República se ha acordado, al fin, de nosotros. Bueno, de algunos, porque aunque Marx no lo dijera, hay clases también entre los transfronterizos.

El ministerio francés de la recaudación acaba de editar una guía realmente interesante que explica de la A a la Z todos los pasos a dar para evitar sustos con el fisco. Y lo ha hecho por nuestro bien, nos dice, porque muchos cometían irregularidades, no voluntariamente claro, porque los transfronterizos somos gente honrada hasta empalagar, sino porque nos empuja la barrera de la lengua, el diferente sistema impositivo y una concepción de la vida algo disoluta. Pero desde ahora algunos transfronterizos podrán pagar sin dificultad y sobre todo sin excusas sus impuestos.

Digo algunos, porque esta Guía de la Tributación está concebida para «nuestros amigos los residentes españoles», que los otros tranfronterizos, los que trabajan dentro de las fronteras del hexágono pero duermen en tierras del Reino Borbón, no están sujetos a las normas fiscales galas. Es todo un avance, porque desde ahora cada quién sabrá por fin dónde tiene que soltar la viruta, a más de 800 kilómetros de aquí o en Donostia, que hasta ahora ni el Estado francés ni este nuestro cada vez más ajeno ente foral se había preocupado de esta raza de trabajadores si no es para disputárselos en alegre batalla impositiva.

Ahora parece que la República quiere resarcirse del olvido. Pero sólo parece, que su memoria es selectiva: como por despiste se le ha pasado citar la lista de protecciones sociales del Estado. Ni el salario mínimo, ni la renta básica, ni las asistencias sociales por alquiler de vivienda, ni las ayudas familiares por hijosŠ nada, como si no existieran.

Lo peor no es este interés interesado. Lo peor es que hace unos cuantos años que se nos habla de Eurociudad, de conurbación Baiona-Donostia, de cooperación transfronteriza y de otros cuentos del mismo pelo, y que en todo este tiempo los transfronterizos, esos que realmente no tienen fronteras, siguen viviendo en un limbo administrativo en cuestiones tan de primer orden como la asistencia sanitaria. El día en que la salud les dé dinero seguro que lo arreglan. -