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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-11-22
«Muchas cuestiones de la vida cotidiana se resuelven utilizando la estadística»
«El Challenger no se habría lanzado si en la NASA hubieran sabido estadística» fue el sugerente título de la conferencia que ayer tarde impartió en la bilbaina Biblioteca de Bidebarrieta este catedrático de Estadística e Investigación Operativa de la Universidad de Cantabria. Lo hizo dentro de las jornadas «Las matemáticas en la vida cotidiana» y nos descubrió la estadística menos conocida.

Empleando técnicas estadísticas elementales, este experto reveló quién debió ganar las elecciones presidenciales americanas del 2000, si Bush o Gore; ¿por qué el Gabinete Reagan decidió en los ochenta anular una campaña masiva de detección del sida?; explicó cómo desvelar fraudes en la literatura científica y demostró cómo la ignorancia de la estadística puede ser considerada como la causa del desastre del Challenger. Y todo, con la estadística en las manos.

­La tragedia del Challenger podría haberse evitado si la NASA hubiera sabido un poco de estadística, defiende usted.

Totalmente. En el Challenger había unos componentes de los que se sospechaba, aunque no se sabía con certeza, entonces, que el frío les podía afectar y si los dañaba se podían venir abajo. La cuestión radica en si aquel día del despegue había datos suficientes para llegar a esa conclusión. La realidad es que sí, pero no se analizaron correctamente. En Florida, desde donde se lanzó, hay clima tropical, nunca había hecho temperaturas bajo cero, pero ese día sí, un grado bajo cero.

­Pero, ¿qué papel jugó aquí la estadística?

A la técnica para resolver aquel problema no es que se llegue con un curso elemental de estadística, pero a un estudiante universitario con tres cursos de Estadística se lo han explicado, seguro. La estructura del cohete estaba unida por doce anillos y el fallo de alguno de ellos provocaría una fuga de combustible que, al contacto con los gases de combustión, haría estallar la nave. El número de anillos del Challenger que se podía esperar que fallasen a menos de 0ºC era de, entre 9 y 10, sobre un total de una docena. Una de las conclusiones del equipo de investigación que analizó después el accidente fue que en todos los vuelos hubiera un estadístico de control en tierra.

­Usted también demuestra que con la estadística se pueden desenmascarar fraudes científicos.

Utilizando técnicas estadísticas se puede demostrar que un señor se había inventado unos datos para que su estudio cuadrara. En este caso, ese señor era Gregor Mendel, que hizo trampas. No digo que sus teorías ­sobre las leyes de la herencia­ fueran falsas, sino que él, posiblemente porque no sabía suficiente estadística, hizo su experimento y le salió un resultado que no se ajustaba a todo lo que él esperaba y lo maquilló. Pero la realidad es que Mendel, aquellos experimentos de los guisantes, se los inventó.

­¿No estaremos ante una práctica habitual?

Pues conozco algunos casos. Yo he sido responsable de una revista y he tirado a la basura trabajos, porque igual un 5% del total eran un fraude.

­Ejemplos como éstos, ¿le sirven a usted para reivindicar el papel de la estadística?

Hay un montón de problemas por el mundo que nos afectan a todos y que, o bien se han resuelto utilizando técnicas estadísticas o, si se hubieran utilizado la solución hubiera sido otra. Es una herramienta útil para mejorar la vida de las personas.

­¿Util y complicada?

La estadística es una cosa sencilla, pero no sólo son porcentajes. Lo que yo cuento aquí son ejemplos sencillos, pero quizá lo que no es sencillo es encontrar el enfoque adecuado para el problema. Una vez que damos con él, entonces es fácil encontrar la solución.

­Lo cierto es que todos reconocemos que las matemáticas están en nuestra vida diaria, pero ver que lo mismo ocurre con la estadística no parece tan fácil.

Quizá porque con la estadística lo que se ve es el resultado, pero no cómo se ha llegado. Pero está en la vida cotidiana. Mire, el Banco Santander tiene ahora una oferta de fondos de inversión que te garantizan que te devuelven el dinero invertido y ellos no pierden. ¿Cómo se las apañan? Pues lo que hay detrás son unas técnicas estadísticas muy complicadas que hacen que tú salgas adelante y el banco también. O el seguro del coche, ¿por qué pagas una cantidad y no otra? Pues porque habrán hecho sus cuentas estadísticas.

­Pues tiene razón...

Otro ejemplo. En un supermercado te piden tu teléfono para entrar en el sorteo de un coche. Estoy casi seguro de que lo que les interesa es saber tu teléfono, para más o menos saber dónde vives y, a partir de ahí, conocer los porcentajes de dónde proceden sus clientes y saber dónde hacer campañas de publicidad. O, por ejemplo, al pagar la compra lo hacen leyendo el código de barras de los productos, pero no sólo para cobrar. Ellos van a saber quién compra este tipo de jabón entre quienes compran detergente. Es decir, a través de unas complejas estadísticas, pueden saber cómo compra la gente.

­Ni que detrás de la estadística estuviera el servicio de espionaje de EEUU...

(Ríe) Tú le das al supermercado información de qué tipo de productos combinas y sería tonto si esa información no la aprovecharan. Son técnicas complejas, llamadas, traducido al castellano, «minería de datos», porque es como una mina de oro, donde hay oro, pero para encontrarlo hay que retirar mucha tierra. Pues en esos tickets de supermercado pasa igual, hay muchos datos y hay que retirar la basura para buscar el oro.

­Usted participó hace unos años en los Cursos de Verano de la UPV-EHU, exponiendo algunos de estos ejemplos, y también trató de hacer una prueba entre el auditorio, invitando a que la gente lanzara al aire una moneda y ver qué salía. ¿Qué pretendía?

Se trataba de que aplicando la estadística, como decía antes, se puede ver que un científico hizo trampa, que unos datos estaban falseados. Eso se puede aplicar a la gente. Coges un grupo de personas y a unas les pides que echen una moneda cien veces y que apunten si sale cara o cruz, y a otro grupo igual, que se inventen qué saldría, pero sin lanzar la moneda. Hacemos la cuenta y nos dará que todos a los que les salga un resultado equis se lo habrán inventado, y a los que les salga otro resultado equis, es que no, y luego, algunos casos dudosos. Y aciertas. ¿Por qué? Pues porque el azar es una cosa muy difícil y nuestra cabeza no está preparada para imitar las irregularidades del azar.

­¿Azar y estadística?

Con la estadística lo que podemos calcular es cuál es la probabilidad de que ocurra un fenómeno extraordinariamente raro. ¿Qué probabilidad hay de que dos personas que se llamen Joseba se encuentren en la cola del Mausoleo de Lenin en Moscú un miércoles? Pues bajísima. Pero puede ocurrir y no por causalidad. Otro ejemplo más evidente; en su oficina hay 23 personas. Le apuesto dos mil pesetas contra mil a que hay dos personas que cumplen años el mismo día. ¿Le parece una apuesta ventajosa?

­Hombre, diría que salgo ganando yo porque es difícil que eso ocurra.

Pues la probabilidad de que las haya es de 1/2. Y si la cifra de personas fuera de 50 la probabilidad de que ocurra es prácticamente segura. Es sorprendente, pero no es ninguna casualidad que haya dos personas que cumplan años en el mismo día. Es muy fácil acertar.

­Vamos, como para fiarse de la estadística...

¿Ha oído hablar de Cardano? Era un matemático italiano que vivió en la Edad Media y fue uno de los primeros que estudió las leyes del azar y no se lo contó a nadie... porque ganaba mucho dinero con ello. Echaba sus cuentas para jugar a los dados, ofreciendo apuestas un poco complicadas como las que yo decía, al otro le parecía ventajoso, pero él ganaba.

­¡Vaya con la estadística!

Bueno, para que le sirva de consuelo, a la lotería no suelo acertar...

­Oiga, y ¿podría decirme las probabilidades que hay de que algún equipo de fútbol vasco baje esta temporada a Segunda División?

(Ríe) Tengo a un alumno haciendo la tesis de fin de carrera sobre algo parecido. Vamos a hacer un modelado estadístico de los resultados de fútbol y ver qué posibilidades hay de que baje alguno o de cómo puede ir la quiniela.

­Pues ya me contará cuando acaben el trabajo...

Pero, aclarémoslo, nuestro objetivo sería lograr que aplicando un procedimiento estadístico consiguiéramos unas predicciones similares a las que dan los expertos deportivos en los periódicos sobre qué quiniela puede ser la ideal. Es decir, yo no lo voy a poder hacer mejor que un experto, porque los números no huelen, no tienen experiencia, pero si consigo unos resultados similares sin saber nada de fútbol, objetivo cumplido. Es lo máximo a lo que llegas. En cualquier caso, si nos sale si baja el Athletic o algún otro, le llamo.

­Pero que no sea demasiado tarde...

Pues allá para agosto... (Ríe). -



¿Hubiera ganado George Bush o Al Gore?
J.V.
BILBO

«La pregunta es que si la gente hubiera votado a quien quería votar, ¿quién tendría que haber ganado?», es la cuestión que desvela en sus conferencias este catedrático. Nos remontamos al año 2000, elecciones presidenciales en EEUU. George W. Bush y Al Gore se disputan la Casa Blanca. ¿Recuerdan el escrutinio, voto a voto, en Florida? «La estadística tiene que ver, a groso modo, con todo aquello en lo que estén involucrados un montón de datos y aquí hablamos de un montón de votantes. Para manejar eso hay que recurrir a una técnica de tipo estadístico y analizando unos gráficos tendremos quién debiera haber sido el ganador».

En Palm Beach hubo quejas por la manera en que estaba hecha la papeleta, porque muchos votos fueron para Pat Buchanan ­otro candidato ultraderechista­ en lugar de para Gore. Los tribunales no lo aceptaron, pero, en base a la estadística, ¿quién hubiera sido vencedor, teniendo en cuenta la intención del voto? José Antonio Cuesta prefiere desvelarlo sólo en sus charlas. Una posible respuesta la hemos hallado en internet: Buchanan logró 20 votos en su pueblo natal, 10 más en el lugar donde reside y, sorprendentemente, 3.000 papeletas en el condado «demócrata» de Palm Beach. Según la estadística, teniendo en cuenta sus resultados generales, los obtenidos por Buchanan en Palm Beach tenían una probabilidad de producirse similar a la de que, al dejar caer una gota de tinta a 10 centímetros sobre un vaso de agua de mar, esta gota llegase al fondo del vaso sin modificar la integridad de su forma. ¿Quién hubiera ganado entonces?


 
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