Hemos pasado del anonimato y el mayor olvido a ser, como vienen siendo costumbre y en estas fechas, de nuevo el foco de atención. Los expertos han levantado el telón del espectáculo y la sensación de que de nuevo algo pasa volverá a estar presente en nuestras vidas. El sida ha vuelto. Las estimaciones se han cubierto satisfactoriamente y los cuadros de proyección de la pandemia evidencian que el dinero gastado en estudios da sus frutos.
Bueno, en realidad nunca desapareció, puesto que no se parece en eso al ébola, pero los medios de comunicación y los organismos encargados de esto creen conveniente rentabilizar, con fotos incluidas, esta pandemia que de la nada ha pasado a ser lo que es, un desastre a nivel mundial y el reflejo de la inoperatividad.
Por ello, hablar hoy en día con la frialdad de los datos es ignorar que hay y hubo responsables y es la manera para que la dimensión actual pueda ser entendida. A nadie le debe asustar comparar por ejemplo los datos de 1986 con los actuales, y hacer una reflexión: ¿cómo es que algo tan localizado pudiera expandirse tan rápidamente y afectara a tantos? La respuesta parece complicada, porque no se quiere asumir que se ha perdido el tiempo en campañas dirigidas a colectivos en función de que éstos fueran más o menos afectados; se ha perdido tiempo en explicar cómo cuidar al «sano» mientras que las personas viviendo con el VIH hemos perdido hasta el espacio seguro de las ONG y el ser protagonistas como nos corresponde de esta historia.
En este tiempo, se ha mareado a la sociedad con debates interesados sobre meros conceptos: afectado, infectado, mezclándolos con persona viviendo con el VIH/SIDA. Se ha intentado equivocar para que muchos de los que aparecen como nuestros intérpretes, defensores o ayudantes nos nieguen el espacio que ni tenemos que pedir. Así, el men- saje directo del que lo vive se ha cambiado por el mensaje del experto, del profesional, del médico... nosotros sólo somos pacientes y víctimas que no podemos defendernos, y así los espacios de unos han invadido otros y las demandas y objetivos han sido desvirtuados.
También las instituciones han apoyado a las asociaciones de profesionales y proyectos bien presentados y redactados, los carteles por su belleza artística o las campañas en función de unas cifras ya pasadas, relegándonos a un segundo término cuando no al olvido. Así se da la circunstancia de que los grupos de autoapoyo de personas viviendo con el VIH/SIDA incluso son ignorados o sólo valorados cuando un profesional los conduce. Apenas se potencian los grupos de autoapoyo que son, como su nombre indica, grupos no dirigidos y autogestionados por los propios componentes y cuya primera condición es justamente vivir con el VIH/SIDA.
¿Y qué decir de las hábiles multinacionales que no sólo experimentan con carne fresca del llamado tercer mundo, sino que incluso han roto toda ética posible al luchar contra los genéricos? Estas han llegado a acumular tanta riqueza que compiten con gobiernos y nuestros intereses, son las que marcan el ritmo de la solución, junto a los lamentables políticos que sólo ven datos económicos y no la salud de la sociedad en peligro, a la hora de primar soluciones.
Pero también en estos años ha habido mucho cuentista que ha visto su propios intereses de promoción en el tema sida. Han hablado de tratamientos que matan sin aportar soluciones, han llevado sus propias demandas ideológicas a nuestro campo tan prostituido y han logrado crear foros, fundaciones, instituciones a nuestro alrededor. y es que el sida da para mucho y todos sabían de ello, también nuestro entorno fue una lanzadera política.
Igualmente lamentable es el papel de la Iglesia católica u otras religiones monoteístas que ha vuelto al mensaje conservador y letal, matando más con sus mensajes que el mismo sida. ¿Cuándo hablaremos claro y denunciaremos a los que potencian la infección, reinfección y el sufrimiento?
Y puesto que de cuarenta millones de personas hablarán hasta mañana, 1 de diciembre, me gustaría decir algo más, dirigido a los que aún justifican nuestra realidad. Piérdanse en sus miserias y en los datos, disfruten de las vidas ajenas justificando siempre nuestras «desviaciones» o nuestros vicios, sean puros y castos, pero no hipócritas, asuman sus responsabilidades porque cuando marginan a alguien o lo critican, sean o no personas viviendo con VIH/ SIDA, facilitan las vías para que cualquier mal sea convertido en pandemia. Los malos tratos, las marginaciones, las diferenciaciones, sólo son lo que potencia y facilita lo que nosotros u otros han de sufrir. Lo nuestro sólo es circunstancial en el ciclo de la evolución humana, hay muchos momentos y situaciones para repetir errores y enfermedades que se convierten en pandemias fuera de control.
Estamos de moda por unos días, aprovechemos para vivirlo en positivo luchando contra la hipocresía de quienes nos han ignorado el resto del año. -