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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-11-30
Estitxu Martín y Daniel Gutiérrez (*)
La imprescindible opacidad

Erase una vez un Estado tan democrático, tan sólidamente democrático, que su única amenaza era exterior. Por eso, el exterior ­comercios, calles, centros de enseñanza y de trabajo, plazas, bares...­ estaba lleno de ojos en forma de cámaras, policías o controles. No fuese que a algún estudiante, trabajadora, jubilado o paseante se le ocurriese atacar a la democracia.

Por eso, el interior ­despachos varios, cárceles, centros de decisión, juzgados, ministerios, comisarías...­ se mantenía opaco al exterior. (Por supuesto nadie temía que policía, juez o político alguno atacase desde dentro)

Por desgracia, hay gente que se sirve de esa necesaria e imprescindible opacidad democrática para, mediante engaños y subterfugios, tratar de socavar al Estado. Le acusan de torturar valiéndose de los espacios en la sombra. Y para engañar a los ciudadanos y acusar a jueces y policías varias son capaces de las actitudes más inverosímiles y carentes de toda lógica. Como declarar de buena gana durante el periodo de incomunicación, autoinculpándose e incluso inculpando a amigos y dar así todos con los huesos en la cárcel, para luego negarlo ante el juez y asegurar que, si firmaron, fue bajo tortura. Capaces, con tal de desgastar la credibilidad de las instituciones democráticas, de hacerse los afectados, simular recaídas y pagar psicólogos durante meses y años. O de aparentar cagarse de miedo ante un control de la Guardia Civil. Hasta de autolesionarse con saña, desfigurándose a base de cabezazos contra la piedra, para sacarse fotos retocadas en photoshop y mostrarlas a las ciudadanas de bien como supuesta prueba. De despertarse llorando y empapado en sudor con tal de engañar a sus propios familiares. Tan retorcidos son que si, como ocurrió en Gasteiz, son 19 los terroristas detenidos en una redada, no todos denuncian torturas. Sólo lo hacen 17 para ocultar que actúan conforme a una consigna previa. Actitudes tan inverosímiles, decíamos, que al final hay quien acaba por creerles.

Nosotros somos efectivamente enemigos de esa democracia en las sombras. Y ante quienes nos acusan por denunciar torturas, ante quienes son capaces de afirmar sin rubor alguno que mentimos y engañamos, nuestra respuesta es tan sencilla como contundente. ¡Dejadnos en evidencia de una maldita vez! ¡Arrebatadnos la posibilidad de mentir! ¡Haced de modo que cada vez que denunciemos torturas quedemos en vergüenza ante la opinión pública! Es muy simple. Poned cámaras en las comisarías. Eliminad el periodo de incomunicación. Disolved los tribunales de excepción. Dejad de condecorar a acusados de torturas y de indultar a torturadores ya condenados. Dejad que el detenido tenga acceso a un médico de confianza. ¡Dejad de torturar! Y dejaremos de denunciar.

Si ante la magnitud de la empresa no sabéis por dónde empezar, tranquilos, basta con echar un vistazo a las numerosas recomendaciones de tantos y tantos organismos internacionales que habéis ido recopilando todos estos años. Desde el relator de la ONU hasta Amnistía Internacional, pasando por el TAT. Desde la Guardia Civil hasta la Ertzaintza.

Sabemos que no lo harán. Son portadores abanderados de unas convicciones democráticas tan sólidas, que responderán algo así como que no aceptan precio político alguno a cambio de que abandonemos nuestras armas de denuncia social.

Así que sólo nos queda confiar en el exterior. En nosotras y en vosotras. En quienes creemos a Jokin cuando asegura que le amenazaron con pegarle un tiro, a Izate cuando nos cuenta cómo la vejaron sexualmente, a Sendoa cuando dice que le aplicaron electrodos en el cuello una y otra vez, a Unai cuando describe cómo se mordía las muñecas enloquecido cuando le hicieron creer que habían matado a su madre. Lo peor no es la crudeza de estos testimonios, lo peor es su veracidad. En nuestras manos está el hacerles cada vez más difícil el que recurran a estas prácticas. Hasta el día en que les sea totalmente imposible. Por favor, comprometámonos. -

(*) En nombre de la Asamblea de Torturados y Familiares de Gasteiz


 
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