Podemos convenir en que comparar a una concursante de OT con un consolador es algo que roza la grosería. Es lo que hizo el nuevo mito catódico, el tal Risto, que ha popularizado un modelo de gafas, una manera de ser y hasta una manera de concebir el modelo de mercadotecnia por contraste. Javier Vázquez estuvo oportuno y le dijo, cuando no le tocaba, que se le notaba muy ducho en el uso de los consoladores. Y el miembro del jurado respondió con una sonrisa brillante, y un lacónico: “touché”.

Leímos el otro día que cuando interviene Risto la audiencia sube un porcentaje considerable. Nos han hecho recordar que este hombre ya fue parte de un jurado de un programa infecto que duró una entrega o dos que presentaba Carlos Sobera y que se trataba de presentar inventos de nuevo cuño. Acosó a unos concursantes y uno de ellos pilló un mosqueo monumental y soltó aquello de “a mí me ha obligado Antena 3 a presentarme, y no a que me insulten y ridiculicen”. Antecedentes. Un prototipo. Por cierto, Carlos Sobera, en una de sus misiones imposibles, presentó esa cosa tan extraña, entretenida para los peces y las estufas, que son esos récords consistentes en hacer figuras y cosas raras con fichas de dominó. Es realmente increíble las horas, las fuerzas, el supuesto ingenio que derrochan quienes utilizan docenas de miles de fichas para crear figuras que se van haciendo presentes al ir cayendo. Algo, indudablemente que sólo tiene sentido en televisión, porque es con las cámaras, desde lejos, en panorámica cuando se pueden ver las figuras. Allí, a un metro, no se pude ver casi nada.

Decíamos que OT entra en su definición. Las galas tienen cada vez más una forma de espectáculo de variedades. La parte concurseril es una simple excusa para que hable Risto. Los que ahora quedan van camino de la final. Ganará, o así nos lo parece, una espléndida cantante Saray, a la que el tal Risto le recomendó que escuchara y se dejara aconsejar por algunos de su profesores de la academia, y al resto, que no les hiciera mucho caso, a no ser que le leyeran las cartas del tarot. Hubo cabreo, alguna se lo tomó personalmente, contestó enfadada e hizo un poco más el ridículo. -