BEIJING
China, gran consumidor de energías fósiles, a dado un nuevo paso en su ambicioso programa nuclear al encargar cuatro reactores de tercera generación a la estadounidense Westinghouse.
Con ya nueve reactores operando, dos con el límite temporal ya superado y cuatro en construcción, China adquirirá con este contrato otros cuatro nuevos reactores de 1.100 MW, repartidos entre Sammen, en la provincia oriental de Zhejiang, y Yangjiang, en Guangdong, en el sur del país.
Es todavía poco para un país cuyas necesidades energéticas crecen al mismo ritmo que su frenético crecimientos y que son satisfechas por energías no renovables y altamente contaminantes, particularmente la hulla, que suministra 3/4 partes de su electricidad.
Desde los años 90, China satisface el 90% en materia de energía y espera serlo al 100% con sus obras hidroeléctricas farónicas, el desarrollo de la energía eólica y solar, pero sobre todo de la energía nuclear.
Beijing quiere cuadruplicar de aquí a 2020 la producción de energía nuclear. Para ello deberá construir dos unidades de 1.000 MW por año en los próximos quince.
Lo esencial de estas nuevas centrales debería ser la utilización de tecnología china, de generación 2 o 2+, que el país posee ya.
Eso sí, China espera, de aquí a 2020, desarrollar su propia tercera generación, señaló pidiendo el anonimato un responsable de la Autoridad de Energía Atómica.
Ello no quiere decir que paralelamente cierren las puertas a la importación. Con el Estado francés como socio preferente, aunque esta vez la fracesa Areva ha quedado fuera de juego.
Los responsables franceses han puesto al mal tiempo buena cara. Como recordaba un responsable, «vista la magnitud de los proyectos chinos, esto en ningún caso es el final».
