Nicolás Alba Rico forja puentes con una singular amalgama de hierro y poesía
·El escultor acaba de inaugurar una muestra de sus últimos trabajos en el nuevo espacio de arte MKM de Donostia
Puentes forjados a base de una singular amalgama de hierro y poesía protagonizan la exposición que el escultor Nicolás Alba Rico acaba de inaugurar en Donostia. Son puentes con una estética que invita a cruzarlos y a reflexionar o a recrearse durante el tránsito. La exposición de los puentes de Nicolás Alba, que permanecerá abierta hasta el próximo 12 de febrero, inaugura en el nuevo espacio de arte MKM, situado en el barrio de Gros.
DONOSTIA
Nicolás Alba expuso por última vez en Euskal Herria en 2004, en la galería Paupa de Donostia, precisamente. Desde entonces se ha dedicado sobre todo a construir puentes, en el más literal de los sentidos. Los expuso por primera vez en la galería Newton de Madrid hace apenas unos meses y ahora lo hace en Donostia, como primicia del recién inaugurado espacio MKM.«Me interesan los puentes explica a GARA el escultor como metáfora de muchas cosas. La vida, por ejemplo, es un recorrido en el que estamos continuamente atravesando puentes. Pueden ser, en ese sentido, un símbolo de crecimiento personal. Pueden ser también una invitación a salvar el abismo que nos separa de lo desconocido o, simplemente, de los otros. Los políticos, por ejemplo, hablan continuamente de que hacen falta puentes. Bien, yo los construyo». Alba construye puentes con una estética que invita a cruzarlos y a reflexionar o recrearse durante el tránsito. «Este, por ejemplo señala el primero de la exposición, dotado de un prisma que descompone la luz blanca, es el puente del Arco Iris. Lo construí porque me pareció sugerente la idea de atravesar un puente y bañarte a la vez en el Arco Iris. Ese otro, en cambio, es el puente de las reivindicaciones. En él he escrito, casi de forma inconsciente, toda una serie de ilusiones, miedos y deseos».
Puentes y duendes La exposición incluye también el puente entre el cielo y la tierra, el puente de las palabras y el puente del tiempo, concebido éste como un homenaje a Einstein y su teoría de la relatividad. Completan la muestra cuatro esculturas colgantes. «Re- presentan pequeños duendes, dos de ellos son ‘cazadores de palabras’, que algo tienen que ver con la inspiración, una cuestión sobre la que reflexiono a menudo», dice Alba.
Todas son piezas de hierro, de «fiero hierro» la forja es el medio a través del cual se expresa este escultor, y, sin embargo, están rodeadas de un evidente halo poético. Alba matiza el «sin embargo» de la frase anterior y expone su punto de vista: «Efectivamente, soy muy romántico y, de hecho, la mera idea de construir puentes me parece muy romántica. Pero el romanticismo no está en absoluto reñido con el hierro. Es un material que suele identificarse con la frildad y la dureza, pero, en realidad, es muy maleable y te permite construir estructuras muy ligeras, casi ingrávidas».La forma que tiene Alba de contar cómo empezó su relación con el hierro es también muy romántica. «Fue por casualidad. Cuando apenas tenía catorce años, me llamó un ampliador, alguien que se dedicaba a hacer obras de gran formato a partir de maquetas de artistas. ¿Por qué no?, me dije. Tuve un pequeño accidente con un hierro, que me hizo una brecha en el ojo. Y, a partir de ahí, fue una especie de pelea, o me puedes tú o te puedo yo. Es casi la historia de mi vida». De lo que no cabe duda es de que Alba es un artista muy apegado a su oficio. «Soy de los que defienden que el artista, antes que nada, debe ser artesano, debe conocer su oficio, saber cómo se comporta el material y cómo tratarlo. En ese sentido, soy un clásico. En la antigua Grecia, los artesanos eran los artistas. Entonces, el concepto de autoría tenía otro significado, claro, y desde luego no estaba más valorado que la propia obra, como ocurre muchas veces en la actualidad. Por lo demás, yo creo, como Lévy-Strauss, que el artista, el creador, no es más que un medio a través del cual el arte se representa». La exposición de Nicolás Alba en el espacio MKM (calle Errenteria 9, en el barrio de Gros) puede visitarse de lunes a viernes, de 16 a 20 horas, hasta el 12 de febrero.
«Brindamos un espacio expositivo digno y asequible»
M.A.
DONOSTIA La exposición de Nicolás Alba es la primera organizada formalmente en MKM. «Queríamos arrancar con un artista de calidad contras- tada», indica al respecto Mikel Berezibar, uno de los promotores del nuevo espacio. Espacio, insiste, no galería; no, al menos, galería al uso. «Creemos explica que hay un gran salto entre los lugares en los que habitualmente exponen los artistas que empiezan, que suelen ser bares, restaurantes y similares, y las galerías convencionales, a las que no siempre es fácil acceder. A la hora de dar ese salto, muchos artistas se sienten huérfanos, sin un espacio en el que exponer en condiciones dignas. Y nosotros queremos brindarles la oportunidad de disponer de ese espacio, a un precio módico». La idea surgió hace ya dos años, cuando unos amigos, coincidiendo con Manifesta 5, organizaron tres exposiciones colectivas bajo el título “Al margen”. «Aquello fue algo así como un proyecto piloto para testar cómo estaban las cosas y ver si había un nicho de mercado de arte diferente en filosofía y formas al de las galerías convencionales. Salió bien, y luego hemos estado buscando la fórmula para darle continuidad. El resultado ha sido el espacio MKM». Los promotores esperan dar al local «un toque más cordial, con el fin de que el público se olvide de ese respeto casi religioso que suele sentir ante las galerías». Para ello, anuncia Mikel Berezibar, organizarán, preferentemente los viernes, encuentros informales con los artistas, presentaciones y lecturas. Diez años en Aizarnazabal
Aunque nacido en Madrid, Nicolás Alba Rico lleva diez años viviendo en Aizarnazabal. «Mi padre era de Bilbao, dos hermanas mías viven aquí y, en general, toda mi familia tiene mucha relación con el País Vasco, su cultura y su sentir», afirma. «En realidad, añade, creo que, al menos en mi caso, es sobre todo una cuestión de carácter. Yo desde luego vine y me sentí como en casa». Tras diez años, Alba abandona Aizarnazabal, «pero no me voy lejos, sólo hasta Lumbier», advierte. -
|