«Una agresión física es fácil de demostrar, pero el acoso moral no»
Tres mujeres hablan en primera persona del «mobbing» desde experiencias diversas, en las que se entremezclan situaciones de acoso sexual, acoso moral e, incluso, la agresión física. El problema, subrayan, es la indefensión. Es difícil probar los hechos y más que los testigos declaren en este precario mundo laboral.
Me echaron por pedir una reducción de jornada para cuidar al crío». Así arranca el testimonio de Nuria T., que ocupaba un puesto administrativo en Comercial Unimels, una fábrica de jamones ubicada en el polígono El Campillo de Abanto, que fue primero despedida por solicitar una reducción de jornada para el cuidado de un hijo y agredida después, tras ser readmitida en la empresa en cumplimiento de una sentencia judicial por despido nulo. Su caso acaba de ser reconocido como una baja laboral por hostigamiento y agresión, según una resolución del Instituto español de la Seguridad Social (INSS). Sin embargo, puntualiza que no es lo que legalmente se reconoce como un caso de acoso. Cuenta que solicitó la reducción de jornada un viernes a las 9 de la mañana y a las 2 de la tarde ya había recibido la carta de despido. Lo denunció y el juez reconoció un despido nulo, lo que conlleva la incorporación inmediata a su puesto de trabajo, con la reducción de jornada reconocida, momento en el que cambió la actitud de sus superiores. «El día que volví fue todo horrible. Me cambiaron de puesto. Era administrativo y me metió en el almacén. Me hizo firmar un papel, me entregó una bata, una gorra y unos zapatos y me dijo que había que hacer un inventario, pero de eso nada, porque me hizo quitar los anillos para manipular alimentos y me puso a envasar jamón», recuerda la afectada. El trato vejatorio, según resalta, llegó al punto de obligarla a ir al baño acompañada de la encargada. «Pedí salir para ver al médico, porque me encontraba muy nerviosa, y ya me habían preparado un papel diciendo que no había cumplido con mi trabajo, que había llegado tarde y que había pedido salir al médico. Me negué a firmarlo e intenté hacer constar que me habían cambiado de puesto de trabajo. Al intentar guardar una de las copias fue cuando se produjo el forcejeo con el gerente», rememora. CCOO, sindicato con el que ha tramitado la correspondiente denuncia, resalta que el gerente, Francisco Moreno, «la insultó, la agarró fuerte de la mano derecha y la pechera, la empujó y en ese forcejeo le provocó una lesión en la muñeca», hasta el punto de que la afectada tuvo que salir corriendo en busca de protección a un taller cercano. No se arrepiente de haber denunciado los hechos, aunque considera que, además de duro, el procedimiento es lento. «Al final, yo me fui por cuatro perras y él sigue allí. Además del trauma, me he quedado sin trabajo», resalta.
«Su palabra contra la mia» El de Laura es otro testimonio de acoso en el
trabajo, aunque a diferencia del anterior, la denuncia, en este caso ante la
Inspección de Trabajo, no ha tenido aún respuesta diez meses después. «Una
agresión física es fácil de demostrar, pero una agresión sicológica no. La
propia inspectora ya me advirtió de que si nadie estaba dispuesto a corroborar
los hechos lo tenía muy difícil, porque era su palabra contra la mía», se
lamenta esta empleada de comercio, que ha conseguido rehacer su vida laboral,
aunque sigue en tratamiento sicológico. De su experiencia, destaca los «insultos y humillaciones» que tuvo que soportar por parte de su encargado y «compañeras, que le seguían el juego». «Trabajaba como dependienta de cara al público y llegaron a prohibirme hablar con la gente. Me tenía todo el día en el almacén. Llegué a un punto en que en cuanto entraba a trabajar rompía a llorar y sólo tenía ganas de vomitar», relata. La situación empeoró a raíz de una baja por accidente en el trabajo y una posterior recaída. Su relación laboral acabó con un despido improcedente y problemas posteriores con las preceptivas indemnizaciones. «Lo pasé muy mal. Mi autoestima cayó por los suelos. Muchas veces he estado a punto de arrojar la toalla, pero me alegro de haberlo denunciado, aunque no haya conseguido que se haga justicia. Invitaría a todo el mundo a hacer lo mismo, porque sales pensando que no vales para nada y luego te das cuenta de que hay mucha gente que ha pasado por lo mismo. Hablan de violencia doméstica, pero hay mucho acoso moral y sexual en el trabajo, mucho más de lo que se cree, por eso pediría a las instituciones que tomen cartas en el asunto», subraya. Esta es precisamente la cuestión que resaltan afectadas y sindicatos: la situación de impotencia e indefensión a la que se enfrentan las denunciantes en un panorama laboral en el que la precariedad alimenta situaciones de «mobbing» y hace muy difícil no sólo dar el paso y denunciarlo, sino conseguir, además, que compañeros de trabajo corroboren lo sucedido. C.B.P. son la iniciales que corresponden a la identidad de otra mujer que sufre las consecuencias de haber presentado una denuncia, en su caso por acoso sexual. «No sólo me sucedió a mí. Somos todas mujeres y lo que empezó con comentarios bromeando sobre si nos ponía uniformes como las conejitas de Play Boy derivó en una situación en la que se han dado cuatro delitos; acoso moral, violencia de género, abuso de la autoridad y ‘boxing’, que hace referencia a ‘mobbing’ ejercido por un jefe», señala la afectada en relación a la situación que padece un grupo de trabajadoras para las que la única respuesta del área de Recursos Humanos de su empresa fue «perdona, pero no te creo». Cuenta que el acoso sexual ha cesado, pero la situación ha empeorado, porque su superior ha adoptado una actitud vengativa y desde Recursos Humanos les han llegado a sugerir que si no están conformes, opten por marcharse con la correspondiente indemnización.
«Mujeres de 25 a 40 años»
Ibon Zubiela, responsable nacional de Salud Laboral de LAB, sindicato que según subraya, ha conseguido la primera incapacidad permanente absoluta derivada de un caso de acoso, resalta que no hay un perfil claro, pero que se trata, sobre todo, «de mujeres de entre 25 y 40 años». Destaca que la casuística es muy amplia. «Hay casos de ‘mobbing’ que se inician por teóricos problemas personales, otros por acoso sexual no satisfecho y otros muchos derivados de reclamaciones de derechos, entre ellas, por cuestiones de maternidad», explica. Zubiela considera que la indefensión es el primer problema al que se enfrentan las afectadas, porque detrás de cada caso de «mobbing» hay una situación de poder y por tanto «los testigos suelen ser testigos mudos». Apuesta por trabajar en la prevención y echa en falta «políticas claras contra el acoso y canales de resolución de conflictos rápidos y fiables». En el mismo sentido se pronuncia Itziar Gabikagogeaskoa, responsable de Políticas de Genero y del Area de Juventud de ELA, que considera que «el mundo laboral no es más que el espejo de la sociedad». Subraya que el «mobbing» no es más que el resultado de la precariedad, la inseguridad y la presión y que en la medida que estos factores crecen, con ellos se disparan los casos. Sin embargo, aclara que no siempre tienen reflejo en las correspondientes denuncias, «porque el fin último suele ser acosar a alguien hasta que abandone su trabajo y los daños sicológicos son de tal magnitud, que ¿por qué no se denuncia? por miedo, por falta de credibilidad, por vergüenza ante lo que puedan pensar los compañeros». Gabikagogeaskoainsiste en que por difícil que parezca es importante denunciar, porque en la medida que sean visibles se avanzará en su resolución. -
BILBO
La OIT alerta ante el acoso sexual en el trabajo en america latina
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) denuncia en un reciente informe que entre el 30 y el 50% de las trabajadoras de América Latina ha sufrido alguna vez acoso sexual de diversa gravedad en su lugar de trabajo. Por acoso sexual en el medio laboral la OIT entiende «la práctica reiterada de diversas conductas de connotación sexual» que puede ir desde chistes y piropos de «mal gusto», hasta chantajes, asalto y tocamientos por parte de una persona, en muchas ocasiones un superior jerárquico, hacia otra que no lo desea. Los últimos datos de la OIT en este sentido señalan que el 2% de las mujeres en el mundo sufren o han sufrido algún tipo de acoso en su lugar de trabajo. En Argentina, por ejemplo, las cifras alcanzan el 16%. En Chile, una encuesta realizada por la Dirección Nacional de Trabajo concluyó que el 20% de las mujeres entrevistadas reconocía haber sufrido acoso alguna vez en su puesto de trabajo. Además, coincide que la mayoría de los acosadores eran sus superiores jerárquicos inmediatos. En el Estado español, un informe del Instituto de la Mujer de Madrid reveló que el 10% de las empleadas sufrieron acoso de distinta gravedad en su trabajo en el último año. MEDIDAS LEGALES Por todo esto, en países como Brasil, Costa Rica y Ecuador se están adoptando ya medidas en este sentido, mientras que Argentina y Uruguay se está desarrollando una legislación específica para hacer frente a este problema. Así, el Senado argentino está estudiando un proyecto de ley que incorpore el delito de acoso sexual en el medio académico y laboral al Código Penal. El texto, que será discutido este año, pretende castigar a quien «abusando de una relación de superioridad jerárquica labo- ral, docente, o de índole similar, efectuare un requerimiento de carácter sexual, para sí para un tercero, bajo la amenaza de causar a la víctima, en caso de no acceder, un daño en el ámbito de esa relación». Las penas previstas oscilan entre cuatro meses y cuatro años de prisión. Además, se tipifica el acoso en distintos niveles que van desde leve _chistes, piropos, acercamiento excesivo pasando por grave insinuaciones reiteradas o muy grave tocamientos, chantaje sexual.
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