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Gara > Idatzia > Mundua 2007-01-20
Serbia, entre la espada de los fantasmas de su pasado y la pared neoliberal de la UE
Seis años después de la caída de Milosevic, Serbia celebra mañana elecciones lastrada por su trágico pasado, que se vuelve presente con motivo del debate sobre el futuro de Kosovo, y atenazada por el fiasco de las promesas que le hizo Occidente al calor de la «revolución de colores» del año 2000. Incumplimiento que puede ser la antesala del futuro neoliberal que le promete ahora la Unión Europea.

Con su decisión de esperar a los comicios legislativos serbios para hacer públicos sus planes sobre el futuro de Kosovo, la llamada «comunidad internacional» ha otorgado una importancia inusual a una jornada electoral tras la que se esperan pocos cambios en la políticamente estática y anímicamente desilusionada sociedad serbia.

Frente a los análisis intencionadamente maniqueos que desde Occidente pretenden ver la disputa electoral como una lid entre demócratas, prooccidentales por supuesto, y retrógrados panserbios, por otro; la misma convocatoria adelantada de estas elecciones tras la aprobación de una Constitución que establece como pilar que Kosovo es parte inseparable de Serbia revela lo poco que han cambiado las cosas en este atribulado país.

Todos los partidos del arco parlamentario, con una honrosa y minoritaria excepción ­la del LDP, de Cedomir Jovanovic­, han hecho bandera de la promesa de que nunca reconocerán la independencia del enclave de mayoría albanesa.

Por lo demás, las últimas encuestas apuntan, voto arriba voto abajo, a una reedición de los bloques que ya eran visibles en las elecciones que sirvieron para poner fin, en otoño de 2000, a la era Milosevic.

El voto de la terquedad. El movimiento defensor de la «Gran Serbia» SRS, del prisionero en La Haya Vojislav Seselj, aspira a repetir como primera fuerza política, logrando en torno al 30% de votos, los mismos que cosechó en las legislativas de 2003.

El SRS, aliado de última hora de Milosevic en los estertores de su «reinado», congrega, de un lado, a los nostálgicos de la idea de la «Gran Serbia», a esa parte de la sociedad justamente indignada por el hecho de que Occidente ­tan olvidadizo respecto a sus propios crímenes­ se los esté cobrando a perpetuidad a Serbia, a través del Tribunal Penal para la Antigua Yugoslavia (TPIY), y a los sectores castigados por seis años de privatizaciones.

Como en el mejor de los manuales de economía neoliberal, Serbia presenta unos datos macroeconómicos aceptables ­crecimiento, control de la inflación­ que conviven con unos índices oficiales de desempleo del 30% y con unos salarios medios que no superan los 250 euros, y unos precios equiparables a los de la UE.

No son pocos los que ven las orejas al lobo ante una eventual, por ahora muy lejana, integración en la económicamente ortodoxa y rigurosa UE. En este sentido, el SRS se podría beneficiar del desfondamiento del SPS (fundado por Milosevic), que podría pagar quedándose fuera del Parlamento el apoyo parlamentario que otorgó en la anterior legislatura al Gobierno «pro-occidental».

Si a ello unimos las presiones desde el Tribunal de La Haya para que Serbia entregue a los criminales de guerra presuntos ­sobre todo a Ratko Mladic y a Radovan Karadzic­, nos encontramos con un cóctel de viejos fantasmas y nuevas promesas incumplidas, propicio a las tesis llamadas «euroescépticas».

La esperanza en la UE. El segundo bloque electoral está liderado por el Partido Demócrata (DS), del actual presidente de Serbia, Boris Tadic.

Las encuestas le auguran en torno a un 28% de intención de voto. Mimado por la UE, el partido que fundara el líder de la «revolución» de 2000, Dzoran Djindjic ­muerto en atentado en marzo de 2003­ aspira a concitar la esperanza, lo último que se pierde, de los serbios en una futura integración en la UE. Artífice de las entregas de Milosevic ­muerto el año pasado en su celda en La Haya­ y de otros acusados por el TPIY, este partido no tiene empacho alguno en presentar sus credenciales neoliberales y postula como candidato a primer ministro al banquero Bozidar Djelic.

Su historial no tiene desperdicio. Formado en prestigiosas universidades francesas y estadounidenses, Djelic participó en los primeros años de la década de los noventa en las polémicas transiciones económicas y en los programas de privatización de Polonia, Rusia y Rumanía. Toda una muestra de lo que puede deparar el futuro a los serbios.

Mientras su mentor, Tadic, aspira a perpetuarse en la Presidencia del país, Djelic no ha tenido empacho alguno en recordar que «ningún político en Serbia firmará un acuerdo sobre la independencia de Kosovo». Liberal sí, pero en cuestión de garbanzos.

El dinosaurio Kostunica. Djelic será primer ministro en todo caso con el permiso del actual, Vojislav Kostunica. Líder del DSS, y quien mano a mano con Djindjic echó a Milosevic del poder, las encuestas no le otorgan más del 20% de los votos.

Kostunica, quien no dudó en su día en fotografiarse con las milicias serbias que sembraron el terror en Kosovo antes de la intervención de la OTAN, combina la defensa de las «reformas» económicas con una pulsión panserbia que le ha brindado apoyo de sectores que antes votaban al SPS.

Otras formaciones. En espera de los resultados que obtenga el grupo también liberal G-17 (6-10% de intención de voto), que abandonó el Gobierno por su negativa a entregar a Mladic y a Karadzic ­tras la que la UE congeló todas sus negociaciones con Serbia en mayo del año pasado­, algunos analistas esperan sorpresas en torno al LDP de Jovanovic y a las listas de las minorías húngara y del Sandzak, enclave bosnio musulmán en Serbia, toda vez que a estas últimas no les afecta el umbral del 5% de votos para acceder al Parlamento.

La irrupción del LDP y de estas minorías ­faltarían la albanesa y la romaní­ sería un soplo de aire fresco que, además, podría llevarse por delante a Kostunica y a su intención de reeditar un pacto con el DS para perpetuarse en el cargo. -


 
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