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Gara > Idatzia > Jendartea 2007-01-20
Antón URIARTE | Geógrafo y experto en climatología y paleoclimatología
«Un análisis histórico de los desastres climáticos no dice que el clima vaya a peor»
Geógrafo, experto en climatología y paleoclimatología. Hoy apartado de la vida académica universitaria por razones de salud, es un referente dentro de quienes, los menos, se declaran escépticos con los desastres actuales y futuros que se achacan al calentamiento global. Defiende que ni los osos polares están en peligro de desaparición, ni el aumento de la temperatura media de la Tierra traerá ninguna desgracia.

Autor del estudio ‘‘Historia del clima de la Tierra’’ (Gobierno de Lakua, 2003), mantiene una página web sobre el mismo tema (http://ho mepage.mac.com/uriarte) y un blog donde responde con datos en la mano a los ‘futurólogos’ del cambio climático (http:// antonuriarte.blogspot.com). Rechaza que se tilde de «negacionistas» a quienes, como él, discrepan de la corriente oficial sobre el calentamiento terrestre. El millón de ‘pinchazos’ que ha tenido su web le da ánimos para seguir con sus argumentos, los cuales no le importa divulgar en entrevistas o conferencias, o enfrentarlos dialécticamente con quienes piensan diferente a él.

­Falta de agua, falta de nieve, temperaturas anormales, se dice, para estas fechas ¿Está detrás de esto el calentamiento global acelerado o nos estamos dejando arrastrar por la explicación más fácil?

Puede que cuando esta entrevista se publique ocurra lo contrario y haya exceso de agua, exceso de nieve y temperaturas frígidas. Da lo mismo. Las preguntas serían las contrarias pero seguirían siendo pertinentes, ya que dada la histeria, todo se achaca al cambio climático. Incluso si no cambiase el clima de un año para otro se achacaría al «cambio climático». No, las temperaturas altas y la falta de agua en Euskadi no es debida al incremento del CO2 en el aire. Es debida a que estos meses por aquí ha soplado el viento sur con más frecuencia que de costumbre. Así ha tocado. En otros sitios les habrá soplado más del norte. Pero desde luego el CO2 no es el culpable. Además, la tendencia en los últimos quince años, 1990-2006, de la temperatura en Europa en los meses de diciembre, enero y febrero ha sido a la baja.

­Usted es un escéptico declarado respecto a los desastres que se achacan al cambio climático. ¿No hay nada de cierto en esos efectos tan desastrosos que se anuncian?

Un análisis histórico de los desastres climáticos no ratifica esa idea de que el clima va a peor. Las continuas alarmas sobre inundaciones o ciclones tropicales no demuestran que se esté produciendo un cambio climático anormal en la historia del clima. Es mentira que la frecuencia de ciclones tropicales haya aumentado. Las víctimas del Katrina fueron bastantes menos que las habidas en Estados Unidos en otros ciclones que se produjeron cuando las emisiones de CO2 eran insignificantes; el de Galveston, en 1900, en el que murieron casi 8.000 personas, por poner un ejemplo. Y fuera del Atlántico, el de Bangladesh, en noviembre de 1970, con 500.000 víctimas, del que ni se sabe la categoría, pues no había ni satélite ni mediciones. Un país que, además, en 1974, cuando se hablaba del enfriamiento del clima, sufrió una hambruna que dejó más de un millón de víctimas. Y lo mismo ocurrió en el Sahel en aquella década. Más cerca, casi nadie se acuerda de la borrasca atlántica de febrero de 1953 que provocó la ruptura de los diques del Zuyder Zee e inundó el 70 % de Holanda, muriendo casi 2.000 personas.

­¿Estamos entonces ante una especie de conspiración internacional?

No, esta idea del peligro del «cambio climático» no es una oculta conspiración internacional. Los escépticos no decimos eso. Al contrario, es una gran bola de nieve bien visible que crece y crece.

Y es también, y cada vez más, un suculento asunto de dinero. Como no podía ser, hasta los bancos están cada vez más de lleno metidos en ello. Por poner un ejemplo, la firma financiera Goldman Sachs y uno de los principales bancos norteamericanos, Morgan Stanley, se han metido de lleno en el comercio mundial de esa nueva mercancía llamada CO2, que antes no tenía precio y que de repente tiene. Todo ello en Europa gracias al Protocolo de Kioto y en Estados Unidos a otros tratados particulares entre diversos estados, como el propugnado por el famoso líder ecologista californiano Arnold Schwarzenegger. Aquí, más cerca, he leído que el Banco Guipuzcoano lanza una inversión en parques solares, para inversionistas de gama media-alta, donde, según ellos mismos explican, por una ridícula cantidad de electricidad producida recibirán unas suculentas subvenciones. Mire usted quién está en el consejo de administración de la principal empresa española de paneles fotovoltaicos, Isofotón, y dígame si los apellidos no le suenan a los oligárquicos de toda la vida.

­Dicen que los polos son el termómetro de la Tierra y que desaparecerán en cuestión de décadas. ¿Se lo cree?

Ni Groenlandia ni la Antártida han mostrado en las últimas décadas una tendencia general al deshielo. Groenlandia ha sufrido un par de años cálidos con deshielo en sus márgenes pero los datos oficiales indican que entre 1950 y el 2000 padeció un enfriamiento. En cuanto a la Antártida, hasta el propio IPCC indica que un calentamiento haría que allí aumentase el hielo porque las nieves serían más abundantes, debido a la mayor capacidad hídrica del aire, y compensaría un posible mayor deshielo veraniego. De todas formas, la Antártida no se ha calentado. En cuanto al hielo marino del Artico, que todos los años se descongela en verano más de un 60 % y se vuelve a recuperar en invierno, es cierto que parece sufrir una cierta tendencia a la baja. ¿Y qué? ¿Los osos polares? Desde que en 1973 se reguló su caza han pasado de 10.000 a 25.000. No en Nunavut, por cierto, donde los esquimales se permiten cazar unos 500 al año porque dicen que hay demasiados.

­Pero ¿hasta qué punto la mano del ser humano está afectando de forma negativa a nuestro clima?

En un siglo hemos pasado de ser menos de 2.000 millones a más de 6.000 millones de humanos. Además, la esperanza de vida media se ha duplicado. Eso ha exigido ocupar nuevas tierras para labores agrícolas, multiplicar los regadíos, construir ciudades. En fin, hemos modificado una importante proporción de la superficie terrestre. Y para el que no lo sepa, el aire se calienta un poco desde arriba pero sobre todo desde abajo. El Sol calienta el suelo primero y luego el suelo, con radiaciones infrarrojas o con vapor de agua, calienta el aire. Si hemos modificado el piso es normal que algo hayamos influido en la temperatura del aire. Pero, probablemente, poco, porque también la intensidad del Sol cambia, y las corrientes oceánicas, y otros factores más, como los rayos cósmicos que afectan a la nubosidad, y cuya importancia desconocemos.

­Es más, usted defiende en su blog personal que el que la Tierra se caliente unos grados tampoco es tan nefasto.

La Tierra siempre ha sido más verde y más húmeda cuando ha estado más caliente. En los tiempos glaciales los desiertos se expandían y las selvas se encogían. Es lógico, porque un aire más caliente es un aire que admite más humedad y el calor acelera el traspaso de humedad

desde los océanos a los continentes. Por otra parte, una atmósfera con más CO2 es más fértil, ya que el CO2 está en la base de la fotosíntesis. De hecho, aunque suene a escándalo decirlo, el planeta, observado desde los satélites, cada vez está más verde, excepto en donde se talan bosques, claro. No es el clima el que desertiza algunas regiones, sino la tala; como no es el clima el que acaba con muchas especies, sino la pesca y la caza. Lo fácil y conveniente es echarle la culpa al CO2. La culpa de esta manera se difumina, se reparte.

­Entonces, lo de que el CO2 es el culpable de todos los males...

El CO2 es un gas bueno, vital, tan importante para la vida terrestre como lo es el oxígeno.

­¿Considera su postura como escéptica o la calificaría de otra manera?

Algunos, con ideas retorcidas y para hacernos callar, nos empiezan a llamar negacionistas, el término que se usa para nominar a los que niegan el Holocausto. Pero no, somos escépticos, y a mucha honra. El escepticismo, y un puntito de vanidad, es lo que, hasta no hace mucho, ha movido el espíritu científico. Ahora es el dinero y el cinismo lo que más lo mueve.

­¿Resulta difícil defender argumentos como los suyos frente a cientos de informes y documentos firmados por cientos o miles de científicos que afirman lo contrario?

¿Miles de científicos? ¿Cientos de informes? No exagere. Lo que hay es mucho silencio detrás de mucho ruido.

­¿Qué significa el Protocolo de Kioto para usted?

Kioto es un eslogan aprovechado por los gobiernos de Francia, Reino Unido y Alemania para cargarse como fuente de energía global a la más barata, mejor repartida, menos monopolizada y más abundante: el carbón. De paso fastidian a los Estados Unidos, que de carbón andan sobradísimos. Más del 50% de la electricidad de Estados Unidos procede de centrales térmicas.

­A su juicio, ¿debemos hacer algo, entonces, para hacer frente a los efectos del calentamiento global?

No va a haber tales cambios. A lo que nos vamos a tener que preparar es a la proliferación de la energía nuclear, con fábricas y depósitos de uranio enriquecido por todas partes, gracias al «cambio climático». -



Destacan el rol de los bosques para combatir el cambio climatico
El Derecho Forestal se ha ocupado históricamente sólo de la gestión de la propiedad de los montes como productores de aprovechamientos, con una limitada preocupación por otros factores, tales como la lucha contra la erosión, la propia conservación de la masa forestal o la protección de determinados espacios. Sin embargo, la creciente preocupación de los científicos y de la sociedad en general por los efectos del cambio climático ha impulsado a Miren Sarasibar a abordar los bosques desde otro punto de vista, y colocarlos en un lugar destacado en la lucha contra el calentamiento global de la Tierra.

Doctora en Derecho por la Universidad Pública de Nafarroa, Miren Sarasibar (Eguaras, 1978) acaba de publicar un libro titulado “El Derecho Forestal ante el cambio climático: las funciones ambientales de los bosques”. En esta obra, la autora analiza el nuevo rol de los bosques, desde el punto de vista jurídico, como factor contribuyente a la reducción del cambio climático.

Las funciones ambientales de los bosques han sido abordadas en los últimos años por la normativa internacional, y en concreto por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (1992), y el Protocolo de Kioto (1997). También la UE ha unido la política forestal con el cambio climático, impulsando medidas para hacer frente a este fenómeno.

Estas cuestiones son desarrolladas en el libro de Miren Sarasibar, que también estudia las medidas que existen en el Derecho Forestal para aminorar las consecuencias del cambio climático, que no habían sido tratadas desde un punto de vista jurídico.

Un principio básico que se formula ahora en el Derecho Forestal es el de «gestión forestal sostenible», del que se derivan importantes acciones que inciden en el cambio climático. Como aspecto relevante, la propia autora destaca la función de «sumidero» de CO2 de los bosques, «ya que supone aprovechar y sacar rendimiento a este recurso natural».

El libro también estudia el aprovechamiento energético de los residuos forestales, o biomasa, como un tipo de energía renovable que puede considerarse como «un medio efectivo para operar contra el cambio climático», explica Miren Sarasibar.


 
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