Juan Mari Arregi - Periodista
Condenados a volver a hablar
Los actores del conflicto están condenados a volver a hablar, no ya pese a que no se gustan, sino precisamente porque no se gustan. La paz no se hace con nuestros más queridos amigos». Estas palabras se han puesto en los últimos días en boca de Felipe González, ex presidente del Gobierno español. No hablaba del conflicto político y armado vasco o del proceso de paz vasco sino del proceso de paz entre palestinos e israelíes. Las pronunció en Madrid el 12 de enero en un encuentro para tratar de reanudar el proceso de paz en Oriente Próximo que se lanzó el año 1991 y que afecta especialmente a palestinos e israelíes.
Según la información de este encuentro ofrecida el 13 de enero por el rotativo madrileño “El País”, Felipe González señaló en la clausura de este encuentro que la paradoja que nos ocupa es que el lenguaje de las partes, palestinos e israelíes, era mucho más duro en 1991 que hoy, pero entonces la esperanza de paz también resultaba considerablemente mayorŠ En opinión del cronista del citado rotativo Felipe González hizo un reconocimiento poco frecuente: «Las conversaciones de Oslo, que llevaron a la firma del mutuo reconocimiento Israel-OLP y al comienzo de las conversaciones públicas en septiembre de 1993, habían sido prematuras. Lo acordado no revestía la masa crítica suficiente para hacer el proceso irreversible, y así las conversaciones, como subrayó el ex presidente, se perdieron en la rugosidad infranqueable del detalle. ‘El diablo está en los detalles’, dicen apropiadamente los anglosajones. Y a árabes y judíos les sobraban detalles por todas partes. Pero, como dijo González, esa ha sido la primera y única conferencia israelo-palestina, y los actores del conflicto están condenados a volver hablar, no ya pese a que no se gustan, sino precisamente porque no se gustan. La paz no se hace con nuestros mas queridos amigosŠ».
Ahora que el proceso de paz vasco atraviesa su crisis más grave hasta el momento, roto según el Gobierno español por el atentado con resultado de dos muertes en el aeropuerto de Barajas que ETA nunca debió producir, y a la espera de su reconstrucción según la izquierda abertzale, es interesante conocer lo que Felipe González y otros, como queda recogido anteriormente, andan entre manos para reconstruir también el proceso de paz árabe-israelí. Aunque sean procesos muy distintos, los principios de todo proceso de paz vienen a ser similares.
El ex presidente del Gobierno español protagonizó el intento de las negociaciones de Argel. Tras su fracaso, crearon el GAL que con fondos reservados multimillonarios provocaron secuestros y numerosas muertes de miembros de ETA y otros militantes de la izquierda abertzale. Pese a ello, ETA y la izquierda abertzale prosiguieron su camino. El PP, heredero de la carnicería del franquismo, se aprovechó de la situación y alcanzó el poder. También intentó un nuevo proceso de negociaciones que fracasó. Tras el fracaso su respuesta fue otra forma de guerra sucia, la represión pura y dura con la creación de una legislación antidemocrática, excepcional y excluyente a la que colaboró el PSOE desde la oposición. Pese a ello, ETA y la izquierda abertzale siguieron su camino. Ahora, con el PSOE en el poder, se ha intentado un nuevo proceso de pazŠ y por ahora está aparentemente roto.
Haría bien Rodríguez Zapatero en no dejarse presionar por la extrema derecha franquista representada por el PP y en aprender de la historia de los procesos de paz habidos en el mundo. No caiga en la tentación de las políticas de represión policial y judicial que le reclama el partido de Rajoy. Destierre la estrategia de la guerra sucia que se llevó a cabo con distintos gobiernos españoles, incluido el de Felipe González, o la «legislativa y judicial» con Aznar... Haga caso, eso sí, a los criterios que ahora ese mismo Felipe González mantiene, al día de hoy, para resolver el conflicto palestino israelí: «Los actores del conflicto están condenados a volver a hablar». Y siga también el ejemplo de las mujeres de Ahotsak que, pese a sus diferencias, buscan tenazmente la paz.
No me cabe la menor duda de que, si realmente busca la paz, como una parte actora del conflicto, volverá a hablar con la otra parte, aunque sea desde otros parámetros y otras garantías más sólidas, firmes, coherentes y recíprocas. Y cuanto antes, mejor, al margen de los condicionamientos y encuestas electorales, porque la paz, justa y duradera, debería estar por encima de esos cálculos. Así, ganaríamos toda la ciudadanía afectada por este conflicto político y armado. La española, la francesa, la europea y, por supuesto, la vasca. Ganaría también incluso el mismo PP que, con sus políticas, quiere hundirnos a todos y a todas. -
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