Jon Odriozola - Periodista
Humor y mala ostia
En su obra “Ensayo general sobre lo cómico”, Alfonso Sastre afirma la relatividad de lo cómico. Para él, no hay una realidad cómica objetiva algo absolutamente cómico, sino que lo cómico es una realidad histórica y cultural. Luego nos dice y dice muy bien que la risa tiene una fuente esencialmente crítica, irónica y disconforme con lo que sucede. Opina que la risa la buena risa, la inteligente ha sido siempre un importante signo espiritual, afirmativo de la cultura crítica en la historia. ¿Habría una «mala risa»? Según Sastre, por ejemplo, no es plausible tomar a Sócrates como objetivo de unas burlas en “Las nubes”, y por eso la comedia ha servido muchas veces a causas reaccionarias; en el caso de Aristófanes, escribió valientes comedias antibelicistas, pero también hizo críticas cómicas al espíritu de lo nuevo. Y así tenemos dos dimensiones del humor: crítica (política) y desinteresada (apolítica). El humor crítico, añade, lo puede ser bajo ideología de derecha o de izquierda. Al cristianismo nunca le hizo gracia la risa, sobre todo desde que pasó a ser un constantinismo organizado o un agustinismo político hegemónico. Tampoco parece que al Islam le haga maldita la gracia ver a su profeta Mahoma en ofensivas viñetas. ¿Será que las religiones organizadas y lo cómico se repelen? Sospecho que para Sastre las viñetas sobre Mahoma serían un ejemplo de «mala risa» y del peor estilo en el improbable caso de que, siquiera, estuviéramos hablando de humor. ¿Lo que hizo la COPE a Evo Morales era «gracioso»? Y es que estamos en el terreno semoviente del humor político que, cuando es agresivo y arrogante, levanta ampollas. ¿Los musulmanes son unos sosos que no saben reírse de sí mismos y de su profeta? El sentido del humor consistiría en la capacidad de reírnos de nosotros mismos, o ahí empezaría. Pienso que un musulmán es capaz de esto pero ocurre que se siente vejado e insultado por la mala baba de un dudoso «humor occidental» con lo que este semantema connota y comporta. Personalmente, como ateo (no agnóstico), comunista y fanático del Athlétic, debería abstraerme de esta polémica y hasta situarme por encima viendo cómo la risa dominante occidental se pitorrea de una religión que el cliché tacha de «fundamentalista». Si comulgara con ruedas de molino, digo con Nietzsche, diría que la risa manifiesta la liberación de uno (se supone que yo debería reírme de las dos religiones entendidas como grandes relatos supersticiosos). Pensaría que la preocupación por lo absoluto es un síntoma de patología que roba la alegría de vivir. Habría que reírse de la filosofía, la religión, el Estado, pues todo es ligero y relativo. Y, sin embargo, me posiciono. Y lo hago del lado musulmán. Aunque sólo sea porque cuando se dice «nosotros, los occidentales», me incluyen sin pedirme permiso. Seguimos en la prehistoria. -
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