Anjel ALKALDE | Ex preso político
«Es difícil buscar un calificativo que defina la actitud de la Ertzaintza»
Ya en libertad, Anjel Alkalde prosigue su tratamiento médico con el apoyo de sus familiares y sin «las provocaciones de la Ertzaintza». Asegura que «es difícil buscar un calificativo que defina su gravísima actitud», tanto en su caso como en los actos en recuerdo a los presos Igor Angulo y Roberto Sainz, víctimas, según subraya, de «la política penitenciaria». Por ello, anima a dar una respuesta unitaria y acudir a Europa.
Sentado en un banco del Hospital de Basurto, Anjel Alkalde, en libertad condicional, revive los meses de prisión, los duros y largos traslados a la Audiencia Nacional, a Alcalá Meco, a Langraiz, a Txagorritxu, a Basurto, la actitud «provocadora y, en ocasiones, de odio» de la Ertzaintza y el momento de su excarcelación. En esta entrevista con GARA, también denuncia la crudeza de la política penitenciaria y sus trágicas consecuencias.
Antes de nada, ¿cómo se encuentra en estos momentos?
Estoy en permanente tratamiento médico, en ambulatorios y hospitales. Me están haciendo las pruebas previas antes de comenzar las sesiones de radiología que, en principio, durarán seis o siete semanas. La operación vendrá después. A decir verdad, me han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo. Lógicamente, he tenido más suerte que otros compañeros. José Angel Altzuguren Kotto, Igor Angulo y Roberto Sainz Baru han tenido menos suerte que yo. Por lo que sea, yo he salido vivo. Todo esto es consecuencia de la represión que se está viviendo tanto en la calle como en las cárceles. A unos les pasa mayor factura que a otros y yo, como ya he comentado, he tenido más suerte que los compañeros que hace poco hemos dejado en el camino y que otros anteriores.
Hace un año fue detenido a las puertas de la Audiencia Nacional. Desde ese momento hasta su excarcelación ha vivido un largo periplo. ¿Cómo transcurrieron todos esos meses?
En 2005 me llevaron de Soto del Real a Langraiz, porque tenía una consulta en el Hospital de Cruces para operarme de la cadera. Me operaron en mayo del pasado año. Salí bastante bien y, casi seguidamente, me trasladaron a Langraiz y, estando recién operado, me llevaron a la Audiencia Nacional por unas diligencias abiertas a raíz de una manifestación. La Ertzaintza mandó a Madrid una serie de nombres y tuvimos que ir ocho compañeros. Yo estaba en la cárcel y el resto en la calle. Llegué después de dar mil vueltas con todo lo que supone un traslado y más en las condiciones en las que estaba, recién operado. Me comunicaron que había sido condenado a seis meses de prisión... y vuelta atrás. Ello supone tener que pasar un montón de horas en los calabozos de la Audiencia Nacional, y otras tantas de viaje. Desde que sales del módulo de una prisión hasta que llegas a otra pasan unos cuatro o cinco días, entre ingresos, tránsitos, horas de celda... Si estando bien resulta tremendamente duro, cuando tienes una enfermedad o algún problema del tipo que sea se hace doblemente duro. En aquel entonces, además, tenía una cita en Cruces para una operación de rodilla. Pero en vez de a Langraiz, me trasladaron a Alcalá Meco. Estuve tres semanas en el módulo de ingresos sin saber nada. Fui a hablar con el médico, presenté reclamaciones... Nadie sabía absolutamente nada ni entendía por qué me habían llevado a Alcalá Meco teniendo la consulta en Cruces. Me tuvieron tres semanas en tránsitos y luego me pasaron a módulo, donde estuve un mes y medio aproximadamente. A primeros de este año, me trasladaron a Langraiz. Tenía una nueva consulta en Cruces para lo de la rodilla. Llegué un jueves y el domingo a la mañana me dio un síncope cardíaco. Me llevaron a Txagorritxu. Después de diagnosticarme lo de la válvula del corazón, me llevaron a Langraiz. Pero, como seguía sangrando del ano, nuevamente a Txagorritxu. Me practicaron todas las pruebas que hicieron falta y más. El trato de los médicos y enfermeras fue muy bueno. De ahí a prisión, a la espera de la operación de corazón en Basurto.
¿Cómo ha sobrellevado esta situación? ¿Con qué apoyos ha contado y cuáles ha echado en falta?
El apoyo de amigos, familiares y del equipo médico ha sido extraordinario. Quisiera aprovechar esta entrevista para expresarles mi agradecimiento. Por contra, el trato de la Ertzaintza ha sido lamentable. Estaba grave, con una dolencia cardíaca, que no es lo mismo que tener mal un tobillo, una rodilla o un brazo. Debido a la constante tensión a la que estaba sometido pensé que me iba a dar algo y que no iba a salir de ésa. Fue tremendo. Es increíble que con una enfermedad de este tipo ocurran estas cosas.
¿En qué consistían esas presiones de la Ertzaintza y cómo incidían en su estado de salud?
De verdad te digo que pensé que no llegaba a la operación. Hubo momentos de mucha tensión. Estaban todo el rato provocando. Pasé tres días en la UCI y cuando me subieron a planta mantenían la misma actitud. Cuesta creer un comportamiento así cuando a una persona le acaban de poner una válvula, sobre todo por parte de aquellos que permanentemente dicen estar en contra de la violencia. En ciertos momentos, su comportamiento era de odio, como si estuvieran deseando quitarme de en medio. Con los familiares e, incluso, con las enfermeras tampoco era mucho mejor. Es difícil buscar un calificativo que defina esta gravísima actitud. Cuesta creer que estas personas todavía sigan en sus puestos como si nada hubiera ocurrido. No hay ni responsabilidades ni dimisiones. Pero mi caso no es el único. Se po- drían contar por cientos o por miles. Y, mientras, los responsables del Gobierno del tripartito salen haciendo declaraciones en contra de la violencia. Es una contradicción tremenda.
¿Qué sensación le produjo saber que, pese a su situación, Instituciones Penitenciarias le denegaba el artículo 92? ¿Y cómo recibió después la noticia de su puesta en libertad?
La verdad es que en esos momento sólo pensaba en mi enfermedad y en todo lo que me quedaba después de la operación. Cuando me enteré de mi excarcelación, experimenté un sentimiento agridulce. Dejas a los compañeros, tienes una enfermedad que no sabes en qué va a derivar y, al mismo tiempo, sales a la calle. Es una mezcla de emociones agridulces. Es realmente difícil definir con exactitud lo que se siente.
Hace poco más de dos semanas fallecieron los presos políticos Igor Angulo y Roberto Sainz. Anteriormente, lo hizo José Angel Altzuguren «Kotto». ¿Qué reflejan estas muertes?
Son consecuencia directa de la situación que se vive en prisión. Después de casi 18 años, mantienen el goteo represivo. Todavía no sabemos lo que pasó con Igor Angulo; no han sido capaces de dar una respuesta. Conocemos lo que ocurrió con Kotto. Sabían que estaba enfermo y, aún así, lo metieron en aislamiento. ¿Cómo es posible que a una persona en tratamiento por depresión la dejen sola? Eso es conducirla directamente a la muerte. Lo de Baru es otro claro caso de desasistencia médica. Llevaba tiempo con molestias y le han dejado deslizarse hasta que ha encontrado la muerte. La impunidad es total. Y como éstos hay muchos más. A mí, por ejemplo, me hubiera podido ocurrir algo similar. Me tuvieron dos meses de un lado a otro. Aún desconocía que tenía una afección coronaria. Es lamentable que, a día de hoy, tengamos que estar reclamando respeto a nuestros derechos. Como presos estamos privados de libertad; el resto de elementos represivos sobran. Privados de libertad y nada más, insisto.
¿Qué sensaciones tuvo en los actos de despedida y ante la intervención de la Ertzaintza?
La Ertzaintza se mantiene en la línea de colaborar con la represión dirigida por Madrid contra el movimiento abertzale y los presos en particular. Cuesta creer que no haya respeto alguno para los muertos, sus familiares y amigos. ¡Y nadie dimite! Ya ha sido duro tener que recibir a dos muertos, y antes a Kotto, para que encima no podamos ni llorarlos. Lamentable.
La reciente sentencia del Tribunal Supremo español contra Unai Parot ha abierto las puertas a la aplicación de la cadena perpetua «de facto». ¿Qué efecto puede tener?
Supone una futura condena a muerte y una nueva vuelta de tuerca. Debemos responder desde aquí e ir también a Europa. Esto se está convirtiendo en una inquisición de guante blanco. Tenemos que buscar una fórmula para dar una respuesta unitaria en la línea de las comparecencias conjuntas de sindicatos, partidos y agentes sociales. Debemos ir a Europa a denunciar, no podemos continuar así. Si no, siempre tendremos que estar pendientes de cuándo nos mandan otro muerto, de qué cárcel viene o de qué módulo de aislamiento lo traen. Es hora también de que Europa deje de mirar a otro lado. Debemos exigirle que respete los derechos individuales y colectivos de los pueblos. No queremos una Europa de mercaderes. Y a las instituciones vascas, que actúen y no digan que están en desacuerdo con las sentencias judiciales y luego hagan lo contrario. -
«Algunos creen que si hay una solución perderán sus privilegios»
La palabra más pronunciada en los últimos
meses es «proceso». ¿Cómo ve la situación actual?
He estado con compañeros en diferentes cárceles y teníamos cierta confianza en que el proceso iba hacia adelante y que, a corto o medio plazo, el conflicto entraría en vías de solución. El propio presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, así se lo hizo creer a la sociedad con la resolución aprobada en el Congreso. A pesar de la represión y de los intentos por desviar la atención, seguimos teniendo confianza, aunque hasta ahora todo el esfuerzo lo está haciendo la izquierda abertzale, que está poniendo los mecanismos necesarios para poder avanzar. ¿Pero sólo tiramos del carro nosotros y el resto va poniendo palitos en las ruedas? ¿Falta voluntad? ¿Hay muchas manos negras que quieren que esto no avance? Puede ser. Pero está claro que tendremos que luchar contra eso también. Por ello, creo que la implicación de la sociedad es un factor fundamental. ¿Qué expectativas tiene de ver ese proceso
encarrilado? Siempre he sido moderadamente optimista y, en mi interior, he albergado el deseo de que llegue el día en que empiece a notarse esa voluntad, inexistente años atrás, de resolver el conflicto político. No obstante, para algunos el fin del conflicto se reduce a que ETA decrete una tregua. Eso no tiene nada que ver. Como vulgarmente se dice, tenemos que coger el toro por los cuernos e ir a las raíces del conflicto. La solución vendrá a través del diálogo y la negociación. ¿Qué nivel de voluntades observa en cada una
de las partes? En principio, no observo mucha voluntad. No sirven las palabras bonitas, las voluntades se palpan en la práctica. La izquierda abertzale está realizando una tremenda labor que algunos no quieren apreciar. No quieren aceptar públicamente que está poniendo toda la carne en el asador. ¿Cómo podemos darle vuelta? No lo sé, pero una cosa está clara: si no hay voluntad, será mucho más difícil. ¿Qué papel juega en todo esto la Audiencia
Nacional española? Dentro de la magistratura hay una serie de jueces que son muy próximos a las tesis del PP y que, por tanto, siguen su línea. Les da igual lo que jurídicamente diga un papel y continúan con la represión y poniendo trabas a lo que puede ser un proceso de diálogo y negociación. ¿Y en Euskal Herria? ¿Percibe que hay
sectores que le tienen miedo al diálogo y la negociación? ¿Por qué? No lo sé. Parece que a algunos únicamente les interesa mantener unas determinadas estructuras económicas y les da un miedo tremendo moverse. Seguramente consideran que en caso de que haya una solución al conflicto perderán sus privilegios y poder, que es mucho. -
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