Soledad GALIANA
Blair resiste y el laborismo se resiente
El escandalo de la financiacion laborista es un nuevo golpe al liderazgo de Blair, que se une a la revuelta dentro de su partido contra sus propuestas reformistas, a los escandalos financieros de miembros del gabinete y a las continuas criticas contra la presencia britanica en Irak. ¿Es este el momento de abandonar? tony Blair se resiste.
La rueda de prensa el pasado jueves, 16 de marzo en la que el primer ministro británico, Tony Blair, pretendía celebrar la victoria parlamentaria inicial de su reforma educativa, se convirtió en una confesión forzada de su conocimiento del último escándalo de financiación de su partido. Blair admitió que sabía desde un principio que su partido había recibido casi catorce millones de libras esterlinas en préstamos por parte de millonarios. El líder laborista también reconoció que el tesorero del partido, Jack Dromey, debería haber sido informado de las actividades alternativas dirigidas desde la oficina del primer ministro en Downing Street. Asimismo, Blair confesó que nunca informó a la Comisión Independiente de Nombramientos de que tres de las personas que su oficina ha designado para que se unan a los lores habían facilitado casi cuatro millones de esos préstamos a su partido, porque no designó a estas personas por esa razón. Ahora promete nuevas reformas que harán más difíciles prácticas como las de su partido. Blair insistió ante los medios informativos en que nada
de lo que su partido ha hecho o dejado de hacer es ilegal. Sin embargo, el
primer ministro británico sabe que sí es erróneo y que su opción por el
secretismo sobre la financiación laborista que continuará porque han
admitido que los prestamistas están protegidos por un acuerdo de
confidencialidad y, por tanto, no es posible dar a conocer sus identidades
se ha transformado en la conciencia del público en una sospecha de corrupción y
mentiras, aunque en el debate político británico no se han producido demasiadas
críticas, ya que los otros partidos siguen prácticas similares los
conservadores han admitido préstamos, pero no informarán de las fuentes de éstos
hasta el verano.
El peor momento
A ello se une que éste no es un buen momento para que la administración liderada por el laborista Blair se encuentre con nuevos problemas. Recordemos: la rebelión laborista contra las reformas presentadas por la administración Blair; las semanas de investigación y rumores por la acusación contra el abogado David Mills, esposo de la ministra Tessa Jowell, de haber sido sobornado para perjurar en un juicio contra el primer ministro italiano Berlusconi; el descubrimiento, inicialmente negado por la ministra de educación Ruth Kelly, de que pederastas y criminales sexuales habían estado trabajando en escuelas; y la derrota en los Lores de la legislación de «exaltación del terrorismo».El hecho de que los seguidores de Blair hayan querido ver una estrategia por parte de su sucesor, Gordon Brown para forzar la retirada del primer ministro, en la decisión de Dromey de confirmar los préstamos y confesar su total desconocimiento sobre éstos noventa minutos antes del debate en los Comunes de la reforma educativa, demuestra no sólo la paranoia, sino la realidad sobre las malas relaciones entre el primer ministro y el segundo hombre más poderoso en su gabinete. Evidentemente, las relaciones entre Brown y Blair no son todo lo amigables que el laborismo intenta mostrar durante sus conferencias anuales. El secretismo y las actividades de Downing Street en relación a las estructuras del partido no son un buen augurio para el futuro de Blair. Porque lo indicativo no es que Dromey, que nunca ha sido un aliado de Brown, no supiera sobre los préstamos. Brown tampoco lo sabía, ya que como encargado del Tesoro se decidió que no tendría ninguna relación con temas de financiación del partido, como también lo desconocía el viceprimer ministro, John Prescott. Es incluso más indicativo de lo que está ocurriendo en el seno del partido laborista el hecho de que en su primera votación en los Comunes la propuesta de ley de la reforma educativa saliera victoriosa gracias a los votos del partido conservador británico. Para los detractores de Blair, este último escándalo financiero no hace sino añadir argumentos a los que ya esgrimen los parlamentarios laboristas rebeldes. Su oposición a Blair es tan palpable que incluso después de que el gabinete incluyera modificaciones esenciales en su plan de reforma educativa para conseguir el apoyo del grupo parlamentario, 52 diputados laboristas siguieron votando en contra y 25 decidieron abstenerse. Y los argumentos de esta rebelión dentro de las filas
laboristas no se deben tanto a la repulsión que la política privatizadora y
reformista de Blair causa en el laborismo, como a la decisión de enviar tropas a
Irak. Si el electorado le castigó en las últimas elecciones, como sigue
haciéndolo en otras citas electorales, donde el partido de Blair sigue perdiendo
escaños que antes consideraba seguros el más reciente, el de Dunfermline y
West-Fife, que pasó a los liberales, sus diputados le siguen hostigando por
lo que consideran no tanto una muestra de liderazgo como de arrogancia.
Las razones de fondo
Blair parece empeñado en permanecer en su cargo hasta que los soldados británicos finalicen su retirada del sur de Irak tras la «pacificación» de las ciudades que ocupan. Muchos opinan que tiene poco que ganar o perder en el futuro de Irak, pero que su deseo de mantenerse en el cargo proviene de su temor a que Brown no siga adelante con las reformas de educación y sanidad que desea introducir. La duda se mantiene en si Blair seguirá en el trabajo hasta el verano lo acordado con Brown o si cumplirá con su promesa electoral de dejarlo en 2007 para dar a Brown tiempo suficiente para probarse como primer ministro con anterioridad a las elecciones de 2008. Sin embargo, en un momento en el que hasta la publicación “The Economist”, que adora la política reformista de Blair, sugiere que éste es el momento de considerar la retirada, quizás el primer ministro debería considerar su calendario. La publicación considera que la razón para la permanencia de Blair en su puesto es la de retirarse cuando se encuentre en lo más alto de su popularidad, y no como Margaret Thatcher la primera ministra conservadora que muchos consideran ha inspirado las reformas del Nuevo Laborismo, en plena crisis del partido y el gobierno. Es por ello que este escándalo de las finanzas laboristas es incluso más dañino para Blair, un líder que prometió honestidad y claridad, que inició reformas para evitar escándalos como los que ahora asolan a su partido como la obligatoriedad de nombrar las fuentes de donaciones a los partidos, obligación que no se aplica a los préstamos, o la creación de la Comisión independiente para los Nombramientos de los Lores, a la que no se le informó de que tres de las designaciones laboristas habían prestado dinero al partido, para luego burlar sus propias regulaciones para poder beneficiarse del apoyo del dinero para mantenerse en el Gobierno de Gran Bretaña. -
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