BILBO

Anda puede pasarse cinco o seis años con una pieza. Sabe que, desde que inicia los bocetos, hasta que da por acabada la escultura, ésta habrá sufrido numerosos cambios. «Hay que darle tiempo a la madera para que se vaya secando, curando, adecuando. No queda más remedio que seguir su ritmo. Pasa por varias fases: de desgaste, de aproximación, de terminación... Para tener un cierto control sobre la idea que tienes, hay que dejar que se produzcan todos los cambios»», señaló ayer, durante la presentación de la exposición. Así que a veces siente la madera como «un enemigo. Es un auténtico pulso lo que mantengo con la madera. Yo voy por un lado y a veces el material va por otro».

El punto de partida son los troncos de los árboles centenarios que, caídos de viejos, pueblan los bosques que rodean su estudio. El artista respeta el volumen y los huecos del tronco y luego se enfrenta a un trabajo subterráneo de poner grapas y tirafondos en un intento desesperado de contener la idea. «Me gusta que cada escultura retrotraiga a la dimensión del árbol», asegura el artista. Material sensible donde los haya, Anda sólo deja a un lado la madera cuando trabaja para una pieza de exterior. Entonces sí, trabaja el bronce o la piedra.

En la muestra abierta en el Aula de la BBK, que ha sido comisariada por José Luis Merino, se incluyen piezas representativas de sus series de los ochenta: “Nudos”, “Ovoides” y “Columnas”, donde adquiere gran importancia el vacío. También se pueden ver impresionantes muestras de sus muebles-escultura: sillas en las que el asiento, el respaldo y las patas forman una unidad, o una gran mesa con tres patas elefantinas saliendo del mismo tronco. «Me gusta que la escultura no sea un ejercicio formal solamente, sino que tenga su utilidad. Así pierde ese carácter solemne». De hecho, confiesa su interés por el mundo del diseño y la arquitectura. «Me interesan mucho ambas disciplinas. Además, vengo de una familia de ebanistas y me apetecía jugar sobre esa ambigüedad, sobre la funcionalidad».

En la exposición se incluyen una quincena de las últimas piezas de Anda, realizadas en maderas estucadas, en las que el artista parece querer distanciarse de la naturaleza que le dio origen.

El escultor lleva treinta años de carrera y en ella no faltan las obras dedicadas a los artistas que le influyeron, como Oteiza o Gianbologna. «José Ramón Anda es uno de esos escultores que no desprecia el pasado, lo pone en juego, pero piensa que ha dado cosas importantes y reflexiona desde ese campo», apuntó José Angel Anda, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña y autor del texto del catálogo.

Familias que se relacionan entre sí

La exposición está articulada en grupos o familias. La nave más larga de la sala alberga piezas con la idea de corteza, de troncos huecos. Otro espacio se dedica a las piezas de planos cruzados, otro a las obras que tienen que ver con la idea de «columna» y una más a las «arquitectónicas» o volumetrías binucleares. Para José Angel Sanz, ésta no es una retrospectiva de José Ramón Anda, pero sí es la exposición más completa que se le ha dedicado. «Es la mejor, porque aquí relaciona las nuevas piezas con las antiguas. Hay series que nacieron en los ochenta, hoy continúan y seguramente se prolongarán. Relacionar las series unas con otras ayuda a entender muchas cosas». -