Felices y contentos se mostraban los medios de la derecha española más extrema a cuenta de la enésima prohibición de actos de la izquierda abertzale. El editorialista de “El Correo Español”, en plan perdonavidas, explicaba lo inevitable de la decisión del juez Grande porque «desde que se conoció el 'alto el fuego', las formaciones ilegalizadas de la izquierda abertzale no sólo no han remitido en sus desafíos, (...) sino que los han incrementado, como si la proclama de ETA hubiera dejado automáticamente en suspenso la legalidad y si se hubiera producido una claudicación democrática que debería traducirse en una vía libre para la puesta en marcha de su proyecto». Se trata de que el proyecto de la izquierda abertzale no se ponga nunca en práctica. Les sale el fascio por los poros.
En “El Diario Vasco” publicaban el mismo editorial, con algún matiz destinado a amortiguar el impacto de la evidencia: «Deslegitimar cualquier resolución judicial o manifestar una insumisión rupturista contra todo pronunciamiento que incomode sus aspiraciones, no contribuye a fortalecer ese clima de futuro del que Batasuna dice participar. Mientras no acate la legitimidad del sistema democrático, la izquierda abertzale seguirá teniendo un problema cuya solución no puede transferir a los demás». ¿Y si el problema es de todo el mundo?
Con estilo más altanero, el “Abc”, agregaba que «provocador es el que incita o induce a alguien a que ejecute algo. Y eso es lo que hizo ayer otra vez Batasuna». O sea, que celebrar un acto político es ‘provocar’.
Y “El Mundo”, que también cojea de la misma pata,
sentenciaba que «cae por su peso que, mientras Batasuna sea ilegal, no puede
celebrar actos políticos ni sus dirigentes pueden aparecer en público como
miembros de su dirección. Dejarse llevar por las expectativas de un proceso que
no ha hecho más que comenzar es confundir el ámbito de lo virtual con la
realidad». No decía el florido director de “El Mundo” que la ilegalización de un
partido del peso específico de Batasuna en la sociedad vasca es un acto de
simple y puro matonismo político; no dice que son la mentalidad y las leyes del
Imperio las que se pretenden erigir en gendarmes castradores de una realidad
social que les desborda. Y no dice, por último, que son conscientes de su
derrota en términos históricos y que tanta y tan inútil represión sólo servirá
para acelerar su propio desastre. En fin, que son unos pobres de espíritu. - msoroa@gara.net