Fue la última mujer tasmania pura, fallecida y testigo muda de uno de los episodios más tristes y silenciado de las colonizaciones impulsadas por los europeos, o como hoy se pretende, «el encuentro de dos culturas».
Cuando los colonizadores descubrieron Tasmania ésta llevaba ocupada miles de años por un pueblo negroide, similar a los australianos aborígenes, que desconocía el fuego, la cerámica, la agricultura o la pesca; un pueblo amable y pacífico, que vivía en equilibrio con su entorno, hasta que en 1804 comenzó la invasión de los blancos y con ello el principio de su fin. Eran entre 5.000 y 10.000.
Desde un principio se les dio caza y persecución. En 1930 se organizó la llamada «Guerra negra» o cacería organizada como batida por miles de hombres armados que barrieron la isla, para despojarles de todas las tierras.
Las cacerías se hicieron costumbre los domingos, se mutilaba a los aborígenes cazados aún vivos y su carne alimentaba los perros, se arrancaba la cabeza de los niños a patadas delante de sus madres como juego. Los más afortunados eran esclavizados o violados. Nunca se consideró a los tasmanios seres humanos, ni poseedores de ningún conocimiento o cultura, negando incluso su realidad como aborígenes.
En 1876 murió Truganini la última mujer tasmania en la reserva de Wybalenna; ella y otra mujer que falleció en la isla Kanguroo en 1988 fueron las últimas testigos de la barbarie del descubrimiento por el llamado mundo civilizado de su cultura y del genocidio. Sus tierras llenas de ex presidiarios, militares y gente dispuesta a robar y adueñarse de lo ajeno, al igual que en Australia u otras zonas del mundo. Este genocidio nunca reconocido y olvidado interesadamente corresponde repetidas veces a los aborígenes, diversos en todos los continentes que ven cómo se les masacra y despoja de lo propio y por los intereses del mal llamado mundo del progreso, son tratados como animales y encerrados en reservas conservacionistas según algunos.
Los herederos de aquella cultura, unos pocos miles de
mestizos, aún reclaman algunas tierras en su isla y la revisión de la historia
que declara a sus antepasados como incultos o simples estorbos para el progreso.
Esta lucha es defendida con los mismos términos en muchos lugares, pero los
ciudadanos del mundo prefieren ignorarlos, verlos como unos nostálgicos del
pasado. Los modernos ciudadanos del mundo ya lo tienen eso superado y borrado de
la memoria. Para ellos la diversidad es empobrecimiento. Ellos sólo celebran con
emoción el descubrimiento de nuevas tierras y la progresión de su cultura
invasora, al fin y al cabo la historia la escriben los vencedores, de ahí que
sigan hablando de vencedores y vencidos. - josuimanol@yahoo.com