Tras un largo rosario de movilizaciones, manifestaciones y debate político
mucho más centrado en el foro mediático que en el propiamente institucional, el
primer ministro de la República Francesa ha retirado el proyecto de Contrato de
Primer Empleo (CPE). Anteriormente, en una extraña voltereta, el presidente
Chirac lo había promulgado, eso sí, recomendando su no aplicación,
Este intento de reforma produjo la contundente respuesta de las
organizaciones sindicales y juveniles. Imágenes de protestas masivas, paros y
huelgas, amplio rechazo del conjunto de la población y prácticamente unánime
entre la juventud... ¿Qué ha ocurrido en Francia para volver a contemplar
imágenes de grandes manifestaciones, enfrentamientos con la Policía, rechazo
social en suma a una medida como la del CPE?
Condensando en una frase, podríamos decir que el Gobierno de Villepin tomó,
de manera unilateral (sin ningún tipo de diálogo social ni siquiera tramitación
parlamentaria), una medida nítidamente discriminatoria con un colectivo (los
menores de 26 años), utilizando como pretexto para abaratar el despido, las
cifras de desempleo juvenil francesas.
Medidas unilaterales que suelen ser auténticas tentaciones de los gobiernos,
tirando por la calle del medio, sin querer darse cuenta de que este tipo de
actuaciones no sólo son injustas, sino incluso inútiles cuando cuentan con un
fuerte rechazo sindical y social. La frase «póstuma» de Villepin «no existen las
condiciones necesarias de confianza y serenidad, ni entre los jóvenes ni entre
las empresas, para la aplicación del CPE» ilustra bien esto. Podemos recordar el
último decretazo del Gobierno Aznar, que provocó una huelga general que dio al
traste con la reforma y empezó a catalizar el descontento social de gran parte
de la población.
Discriminatorio porque descausaliza el despido, otorga pleno poder al
empresario para decidir, sin precisar ningún motivo, cuándo dar por finalizado
un contrato, y vincula esto a la gente joven. Resulta curioso que una generación
formada, cuya cualificación necesita el requisito de la experiencia, sea
condenada a sufrir un despido prácticamente libre. ¿No hay otras formas de
fomentar esa primera contratación? ¿Por qué se confunde el despido barato y el
ahorro de costos con la creación de empleo? Nada de todo esto que está sucedido
en Francia nos puede ser ajeno. Compartimos un espacio de intercambio económico,
comercial y productivo. Somos acosados por un sistema que pretende regirse por
la competitividad sin normas, lograda por el abaratamiento de costes laborales
como fórmula mágica. También las patronales que nos afectan plantean medidas en
esta línea. Fomentar el empleo a través de su precarización mas burda. Despido
sin causa, contratación a la carta, disponibilidad total del empresario en todos
los ámbitos de las relaciones laborales...
Habrá que decirlo mil veces. No son ni serán estas medidas las que creen
empleo, ni hagan un mercado laboral cohesionado, ni una sociedad decente. Ni
siquiera más competitiva. El mejor capital de Europa somos los trabajadores y
trabajadoras.
Por eso la lucha de la clase trabajadora y los estudiantes de Francia también
es nuestra lucha. La de las organizaciones sindicales que no vamos a permitir
crear Europa contra nosotros. Contra nuestros derechos, contra un modelo social
que avance en justicia y equidad.
Se achaca a los sindicatos posturas inmovilistas, incapaces de afrontar el
futuro global que nos envuelve. CCOO responde que quien pretende que las
relaciones laborales se rijan desde la unilateralidad, la desregulación, la
reducción de costes laborales... planea en un vuelo bajo. La formación continua,
la estabilidad y dignidad del empleo, la investigación, la coparticipación y
organización de los trabajadores son los mimbres necesarios para crear el cesto
del espacio económico y político social europeo.
En el París de Mayo del 68 se decía aquello de que debajo de los adoquines
estaba la arena de playa. A veces parece que los adoquines ahora son las cabezas
de algunos neoliberales empeñados en reproducir fórmulas gastadas, arcaicas e
injustas.