Dice Enrique Múgica Herzog, a la sazón «defensor» del pueblo español: «si ha habido cuarenta años de terrorismo, al menos una semana por cada año para detectar, investigar y concretar si el alto el fuego es real (...) Sólo pido una semana por año, no dos meses, cuarenta semanas no es mucho pedir. El presidente pide prudencia y yo aporto una medida de prudencia».
El 40 es un número de especial significado para distintas religiones. Judíos, cristianos e islamistas han introducido esta cifra en sus tradiciones, de tal forma que en ocasiones parece dotada de un carácter supersticioso, cabalístico. Son cuarenta los días de la Cuaresma, que conmemora el tiempo que Jesús pasó en el desierto. La inundación de la que Noé escapó gracias a su arca duró cuarenta días y cuarenta noches, el mismo tiempo que pasó Moisés en el monte Sinaí, donde recibiría los diez mandamientos...
Se sabe que Múgica Herzog profesa la religión judía, pero más difícil es saber si esa petición que ayer hizo al presidente Rodríguez Zapatero tiene algo que ver con su religión o con el sentimiento que le «une» (seguramente para mal) al pueblo vasco, al que estaría imponiendo una penitencia, una especie de purgatorio en la tierra, que impidiera una transición hacia la paz y la normalización política sin antes pasar por un castigo colectivo. ¡Qué menos que cuarenta semanas, dice!
El caso es que, más allá de cábalas y de ideas más o menos célebres, Enrique Múgica ha ido a coincidir con quienes se empeñan en embarrancar, no cuarenta semanas, sino por tiempo indefinido, el inicio de un proceso de paz en la playa de la verificación. Como Zapatero, como Imaz, Enrique Múgica quiere pararse en un estadio preproceso. Sin avanzar y poniendo obstáculos para que otros no avancen.
Tras la declaración de alto el fuego de ETA fueron muchas las personas que utilizaron la metáfora de la primavera para describir el periodo político que esa declaración abría en Euskal Herria. Ahora, surge la duda sobre a qué primavera se referían algunos. La alegre, colorista y florida de tres meses que gozamos en el planeta Tierra, o la desconocida del planeta Neptuno, que dura cuarenta años que, qué casualidad, son casi los mismos que Franco estuvo en el poder. Vamos, una condena en toda regla. -