Montenegro independiente, nuevo test para la UE
El aplastante resultado del referéndum en Montenegro debería poner punto final a la postura ambigua de la UE. Una ambigüedad que tiene que ver con el temor a que la realidad de los hechos pocos dudan de que Kosovo logrará pronto la independencia obligue a repensar un proceso de construcción europea que hace aguas por todas partes.
BELGRADO
La nueva situación tras el triunfo de la opción independentista en Montenegro pondrá otra vez a prueba la capacidad de la UE para gestionar no sólo el escenario de los Balcanes sino para reescribir su propio futuro, en plena crisis del proceso de construcción europea.Los precedentes no invitan precisamente al optimismo. Días antes del referéndum, el presidente de la delegación del Parlamento de Estrasburgo para el sureste de Europa, Doris Pack, criticó duramente al alto representante de la UE para la Política Exterior, Javier Solana, a quien acusó de haber retrasado en tres años la independencia de Montenegro y a quien preguntaba cómo iba a gestionar el posible escenario de una victoria independentista, pero por debajo del listón del 55%. Las urnas se han encargado de ahorrar ese problema pero los expertos coinciden en criticar que, hasta ahora, Bruselas ha forzado a Serbia y a Montenegro a mantenerse en una entidad estatal híbrida y todo menos funcional, sin autoridad política y económica capaz de realizar las reformas necesarias para el ingreso en la UE. Salvado el escollo por la inequívoca voluntad de los montenegrinos, «todos los ojos en los Balcanes miran a la UE y esperan que cumpla sus promesas», estima la analista francesa Emmanuelle Saunier. Y ello en un momento en el que la UE ha perdido todo impulso de cara a su ampliación que se lo pregunten a Rumanía y a Bulgaria, a los que acaba de dar largas. Y entre los ojos que miran a la UE los de los albano-kosovares, en pleno proceso de conversaciones sobre el futuro del enclave. Pocos son los que dudan de que la independencia de Montenegro tendrá un impacto claro sobre las negociaciones. «Una independencia de Kososovo reconocida por la comunidad internacional legitimaría las ambiciones de otros movimientos independentistas», augura un diplomático desde el anonimato en Zagreb. «Montenegro era una república yugoslava, pero Kosovo no y su independencia tendría una connotación política muy distinta», coincide el analista británico Tim Judah.
Acuerdo religioso en torno a Kosovo
NOVI SAD
Las delegaciones serbia y albano-kosovar en las negociaciones en Viena sobre el futuro del enclave alcanzaron ayer por primera vez «acuerdos en cuestiones concretas», concretamente en torno a la preservación de los lugares sacros y artísticos ortodoxos en el enclave.El mediador de la ONU, Albert Rohan, explicó el acuerdo para crear zonas de protección en torno a las iglesias ortodoxas serbias en Kosovo y el establecimiento de medidas de seguridad adicionales, lo que afectaría a unos 40 edificios religiosos y de interés histórico. También se estableció que la diócesis ortodoxa de Kosovo mantenga contacto orgánico con las autoridades eclesiásticas de Belgrado, encabezadas por el Patriarca ortodoxo serbio. El jefe de la delegación serbia, Leon Kojen, aseguró que se trató de un «encuentro útil» ya que se ha llegado a un acuerdo para asegurar «el futuro de la iglesia ortodoxa» en Kosovo. Ylber Hysa, que encabezó la delegación albano-kosovar, aseguró que pretende «proteger el patrimonio en Kosovo con los mayores estándares» posibles.
De las anteojeras españolas a las preguntas francesas
Dabid LAZKANOITURBURU
Tras un tímido, por no decir parco, acercamiento durante la campaña al referéndum, el diario español “El País” sentenciaba tanto en su primera como en su apertura de la sección de Internacional el nacimiento de «un nuevo Estado en Europa». El diario cercano al PSOE mantenía un similar tono de frialdad en su editorial, certificando que «Montenegro elige irse». Justo lo contrario al diario “El Mundo”, que insistía en su primera en agarrarse a la «Independencia con suspense», haciéndose eco de la última maniobra dilatoria unionista, y que, al contrario que el diario socialdemócrata, editorializaba haciendo suyo el «delirium tremens» del responsable de la UE Javier Solana y enumerando, una tras otra, las «profundas diferencias» entre Montenegro respecto a Catalunya y Euskal Herria. Si el diario de Pedro J. Ramírez, como el resto de cabeceras de la más rancia derecha española, entraba al trapo a responder a quienes, desde la misma Europa, se preguntan por qué lo que sirve en la ribera adriática del Mediterráneo no es válido en la costa catalana del mismo mar o en el vértice del Cantábrico, los rotativos más reposados -o más deudos de sus lectores, saltaban sobre ascuas antes de reconocer el impacto de la noticia en el ámbito del derecho de los pueblos europeos. Para ello, tanto “El País” como el diario catalán “La Vanguardia” y la cabecera guipuzcoana del grupo español Vocento ofrecían en sus editoriales sesudos y complementarios análisis sobre la historia, de Montenegro en particular, y de los Balcanes en general. Análisis que, sin reconocerlo, tratan, acentuando el «hecho diferencial balcánico», de diluir cualquier posibilidad de comparación con la situación por estos lares. Todo un intento trampa, aderezado además con el descubrimiento de que Montenegro fue en su día un Estado independiente, y con la ocultación, consciente, de los lazos de unión, histórica, cultural y religiosa, de serbios y de montenegrinos. El “Diario Vasco” no dudaba en alinearse con esa tesis, que incluye el descubrimiento, pero siempre a posteriori, de que la Unión federal entre Serbia y Montenegro era un híbrido inviable, aunque apuntaba a un elemento cuya lectura en clave del Estado español merecería, sin ninguna duda, unos cuantos análisis: (...) Serbia y Montenegro estaban en los últimos tiempos más separados que juntos y, paradójicamente, quizás su separación les permita tener una visión más atemperada de los numerosos y fuertes elementos de identidad que les son comunes y mejoren incluso sus relaciones», augura. Equiparando la independencia de Montenegro respecto a Serbia con las siempre conflictivas relaciones humanas, el diario francés “Libération”, que ofrece al resultado del referéndum su primer reportaje a doble página de su edición de ayer, titulaba con un sugestivo «Divorcio» su editorial. El rotativo progresista aseguraba, en un tono apocalíptico, que «no es momento de felicitarse salvo por una cosa, esta última separación en el seno de lo que hasta 2003 fue Yugoslavia se llevará a cabo sin pegar un solo tiro, sin limpieza étnica, sin dramas». La habitual tendencia occidental a la interpretación de la cuestión en términos de «Balcanización» era elevada a titular del editorial de su competidor, el vespertino “Le Monde”, que reconoce que «no se puede obligar a vivir juntos a pueblos que no lo quieren» y añade que «la autodeterminación es un principio loable, pero matiza no exento de peligros». Pero, sin duda alguna, “Libération” concreta mucho más y se pregunta «si Montenegro es libre para divorciarse, por qué no los vascos o los catalanes, los flamencos, los escoceses o incluso los corsos?». Y sigue con las preguntas «¿Debe aceptar Europa dividirse en nombre del concepto «lo pequeño es bonito» y del deseo de salvaguarda identitaria largamente desestimada en la construcción europea? (...)».
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