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Gara > Idatzia > Mundua 2006-05-24
Txente REKONDO *
Campaña de primavera
Acostumbrados a recibir noticias en torno a campañas u ofensivas que desdeel mando militarestadounidense y sus aliados se ponen en marcha en Irak o Afganistan, estos dias estamosasistiendo a lo que se podria denominar «la campaña de primavera», pero sus promotores han sido esta vez los movimientos armados contrarios a la presencia militar extranjera en suelo afgano.

Hace meses que se preveía esta escalada militar por parte de los talibanes y a ello ha contribuido una serie de factores convergentes con la estrategia diseñada por la llamada dirección nacional de ese movimiento. Estas semanas hemos asistido en el país asiático a todo tipo de ataques contra cuarteles militares, Policía y Ejército afganos, funcionarios de inteligencia, religiosos contrarios a la política talibánŠ Todo ello contribuye a presentarnos una fotografía de Afganistán muy lejana de la normalidad que nos quieren presentar, una supuesta normalidad social y política (como la puesta en marcha del nuevo Parlamento) que apenas sobrepasa los límites de la zona de la capital controlada por las fuerzas extranjeras.

Decenas de ataques diarios, coches bomba, atentados suicidas, secuestros y emboscadas son la tónica en la mayor parte del país. Además, está la constatación del llamado «efecto iraquí», es decir, el uso de técnicas y materiales similares a los que utiliza la resistencia en Irak.

La ofensiva de primavera ha sido lanzada en forma de estrategia unificada, atacando bajo un mando único diferentes provincias y distritos. Grupos de cien o doscientos talibanes han atacado simultáneamente más de doce objetivos. Se observa un cambio importante de estrategia. Si antes se lanzaban ataques desde las bases en Pakistán y se volvían a replegar, ahora, las fuerzas de la resistencia buscan consolidar bases dentro del país.

Así, han logrado el apoyo de la población local, lo que unido a la capitalización de asuntos coyunturales (burlas al Corán, quema pública de talibanes por soldados de EEUU o las viñetas sobre Mahoma) les permite continuar con el plan que, según algunas fuentes locales, sería lograr el control de la mayor parte de las zonas rurales de Afganistán para este invierno.

Otro factor que puede complicar la política del Gobierno y de sus aliados extranjeros, y favorecer la campaña de la resistencia, es el anuncio del poderoso Gulbuddin Hekmatyar (antiguo aliado de Washington y ex ministro de Interior afgano), que ha llamado a luchar junto a la resistencia contra Estados Unidos. Con este movimiento, el líder afgano hace causa común con los talibanes, pero sin integrarse en los mismos.

También conviene resaltar las nuevas alianzas militares recientemente consolidadas. Hace unas semanas, en una reunión en Barawal Bandey, en la frontera paquistaní, se ha formado un «consejo de guerra» para formar una alianza y atacar principalmente a las tropas británicas en la provincia de Helmand, y buscar la cooperación de varios grupos para aumentar los ataques en diferentes partes de Afganistán.

Los acuerdos con algunos señores de la guerra han permitido otras importantes ventajas para los talibanes. Esos señores de la guerra que en principio combatían a los talibanes han cambiado de postura. La «calma» tras el acuerdo les permite seguir con su comercio y producción de opio, mientras que los segundos asientan sus bases.

Otro factor clave para entender la ofensiva es el nombramiento de Jalaluddin Haqqani como máximo responsable militar de los talibanes. La figura de Haqqani goza de un importante respeto tanto entre los señores de la guerra como entre la población afgana, que todavía le recuerda como uno de los héroes de la guerra contra los soviéticos.

Por último, estaría la capacidad de la resistencia afgana para unificar bajo una misma bandera a tribus paquistaníes históricamente enfrentadas. Los Wazirs y los Mehsuds luchan ahora en el mismo campo con los Dawar. Esto tiene gran importancia estratégica pues permite a los talibanes continuar asentando el llamado «estado islámico de Waziristán» en territorio paquistaní, desde donde pueden lanzar sus ofensivas y expandirse a las provincias afganas. Con una administración propia, con un sistema judicial, policial y de recogida de impuestos, este modelo busca ser extendido por todo Afganistán.

Hace unos días se ha publicado un informe que señala que las empresas estadounidenses se están enriqueciendo «por hacer un pésimo trabajo», con lo que se estaría repitiendo la experiencia de Irak. Mientras que las compañías constructoras se llenan sus bolsillos, el pueblo afgano «se muestra cada vez más frustrado y enojado con ese tipo de actuaciones». Mientras que las empresas tienen ganancias millonarias, los afganos que trabajan para ellas sólo reciben cinco dólares.

Afganistan, en caida libre

El desastre que envuelve esta política de construcción extranjera se refleja en algunos ejemplos del informe: una autopista que se resquebrajó antes de ser acabada, una escuela nueva a la que se le cayó el techo, una clínica sin material, granjas cooperativas que no pueden ser utilizadas... además de la privatización de servicios como la enseñanza.

«Nos encontramos ante la caída libre de Afganistán» al precipicio y, además, es evidente que «la mayoría del pueblo afgano cada vez cree menos en la llamada comunidad internacional».

El Gobierno afgano y sus aliados han sido incapaces de satisfacer las demandas de su pueblo, tampoco han conseguido ganarse a la población civil y su política de dependencia absoluta hacia «la presencia militar extranjera» no hace sino aumentar el rechazo popular hacia ellos. Por el contrario, en buena parte del país, al Mullah Omar se le sigue llamando Amir-ul-Mumenin (el líder de los musulmanes).

Los grupos talibán han logrado el control de algunas áreas con gran valor estratégico. Fuentes locales señalan que la provincia de Helmand estaría bajo control talibán en su mayor parte, y en otros lugares se han convertido en un poder de facto, aprovechando la ausencia del Estado central y la incapacidad de éste para reconducir la situación. Las provincias de Paktia, Khost y Zabul se encuentran en una situación similar.

Si los talibanes logran sus objetivos, no es difícil predecir un complicado futuro para el régimen de Kabul y, paralelamente, para las tropas extranjeras que lo sostienen. La historia afgana muestra que ese pueblo no ha aceptado nunca ninguna tutela extranjera. Por eso, si se repite la historia, los militares de Bush y sus aliados estarían a las puertas de un duro invierno, probablemente tras un verano muy duro también. -

(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)


 
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