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Gara > Idatzia > Mundua 2006-05-26
Un comedor piquetero prospera en la zona más cara de Buenos Aires
Raúl Castells, el piquetero más famoso y extravagante de Argentina, se las ingenió para dar un nuevo dolor de cabeza a las clases pudientes porteñas, además de sus incómodos piquetes en las transitadas calles de esta capital: logró instalar en Puerto Madero hace más de dos meses (en un acto que congregó a unas 800 personas) un comedor popular gratuito para alimentar a los más necesitados.

El primero de los protagonistas de esta historia es Puerto Madero, el más nuevo de los barrios porteños. Durante los 90, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en aquel momento bajo dirección directa del ex presidente Menem, buscó recobrar los terrenos y propiedades abandonados al costado de una ría de bajo caudal que desemboca en el Río de la Plata. La idea era crear un distrito de oficinas y restaurantes de lujo donde en ese entonces yacían viejas construcciones de ladrillo en forma de bloque y estructuras metálicas típicas para una zona portuaria, además de tener al este, cruzando el río, extensos matorrales inhabitados.

A partir de ese momento y hasta la actualidad, Puerto Madero no sólo se urbanizó, sino que superó ampliamente las expectativas. Hoy en día las dos orillas de la ría cuentan en su haber con hoteles cinco estrellas, restaurantes y discotecas de lujo, universidades privadas y edificios de oficinas y viviendas que ostentan cotizar el metro cuadrado de piso más caro de la ciudad. Lo costoso no atemoriza a los constructores: ninguna otra zona del área metropolitana tiene tantos edificios en construcción o proyectos de hacerlo.

En la peatonal que linda con la orilla oeste, la más transitada, se encuentra el comedor comunitario de Castells. Si alguna duda cabe de qué cosa es este puesto hecho en ladrillo en forma cuadrada, se disipa al visualizar arriba del techo los dos carteles en donde se lee: Comedor Comunitario. Coordinador Nacional: Raúl Castells. Y al costado, una imagen pintada de su rostro junto a la leyenda «Luchamos por una Argentina donde los perros de los ricos no estén mejor alimentados que los hijos de los pobres», la cual se puede leer también en los vidrios del comedor, donde están pegados varios carteles con la misma frase, en inglés e italiano.

El otro gran protagonista de esta historia es Castells, estrafalario líder del MIJD (Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados), secundado por su esposa Nina Pelozo, la cual asumió el liderazgo cuando su marido estuvo en la cárcel por tentativa de extorsión contra un supermercado, proceso del cual fue absuelto. El formó parte, en los 90, de la CCC (Corriente Clasista y Combativa), y luego encabezó su propio movimiento a finales de década, el cual buscó aglutinar a los dos sectores sociales más castigados por la ola neoliberal noventista: los pensionados y los desempleados a causa de la desindustrialización.

Castells y Pelozo se convirtieron en las figuras más reconocidas y polémicas del movimiento piquetero argentino durante la crisis 2001-2002. Gracias a sus constantes cortes de calles, fueron el dolor de cabeza diario de los que buscaban transitar en auto o bus por las calles del centro de la ciudad, y sus declaraciones contra el modelo económico y social perduraron intransigentes también una vez asumió el presidente Kirchner. Si bien éste consiguió que el sector más moderado de los piqueteros se alineara a su favor (su líder, Luis D’Elía, es hoy funcionario gubernamental), el MIJD de Castells y la Nina nunca le dieron tregua, ni discursiva ni de piquetes.

El estilo osado de Castells, sus métodos de oposición y hasta su estética personal chocan fuertemente con la opinión pública, la cual mayoritariamente lo desprecia. En las últimas elecciones parlamentarias de octubre pasado, se presentó como candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires, donde registró solamente 20.000 votos en un distrito de 13 millones de electores. Pero nada lo detiene, y continúa expandiendo al MIJD, incluso hasta en los lugares más insólitos para su proyecto político y social, como es Puerto Madero.

Tarteki bat

La instalación de este comedor es absolutamente legal, motivo por el cual no se lo puede desalojar (ya hubo intentos de los acomodados vecinos para lograrlo). El hecho es que el rico empresario Miguel Doñate era dueño de la propiedad, la cual cedió a Castells para que ubique allí su comedor popular. Fuentes periodísticas de los diarios locales aseguran que Doñate hizo esto con el propósito de molestar explícitamente a la Corporación Puerto Madero (la firma inmobiliaria concesionaria de todo el predio). Doñate mantendría una disputa con aquella empresa por causas poco claras, y no lograría imponer su voluntad, por lo que la mejor manera de vengarse sería facilitar la instalación de esta isla piquetera en medio de un océano burgués.

«El problema es que Doñate está en contra de que la Corporación no permita que los pobres se lleven o revisen la basura (de los desperdicios de los restaurantes)», aclara Adriana Lenzi, militante piquetera desde hace cuatro años, que suele atender al público que se acerca al mostrador. Adriana reconoce la disputa de Doñate con la concesionaria, pero describe otra imagen del empresario más odiado de Puerto Madero: «él no es un empresario común, es rico, tiene varios restaurantes en esta zona, pero es solidario, lo contactó a Raúl para que ponga este comedor, y nos dona varios kilos de alimento, él y otro empresario», del cual no dice el nombre. Según cuenta, Doñate entrega para entidades caritativas alrededor de 300.000 pesos por año (80.000 euros).

Adriana asegura que hasta ahora no recibieron nunca un maltrato de alguien que se acercara. Dice que la gente les es cordial y que no les transmiten críticas. Pero la oposición vino en forma de papel: «la Corporación Puerto Madero nos envió una carta documento exigiéndonos que nos fuéramos, acusándonos de dar mal aspecto y no respetar la construcción estilo inglés de la zona», lo que a simple vista es falso, ya que la estructura es de ladrillo rojizo, que combina con los edificios aledaños.

Desde aquella carta no hubo más intimidaciones para que abandonen el lugar, «porque no pueden hacer nada, acá estamos legalmente». Dice que la Corporación «también critica las banderas y las fotos, pero no veo por qué les tiene que molestar, porque son una realidad», agrega.

Adriana se refiere a las ocho pequeñas banderas argentinas que, en distintos vértices, tienen flameando. Las fotos criticadas son recortes de diarios de niños argentinos desnutridos, los cuales fueron pegados en los vidrios de las cuatro paredes del puesto, también junto a fotos de grupos de chicos en reuniones del movimiento en regiones pobres de las provincias norteñas. También se puede ver otro cartelito advirtiendo: «La comida es prioridad para niños, embarazadas y ancianos. En este lugar no puede haber bebidas alcohólicas ni sustancias prohibidas», y en el vidrio de atrás un cartel parodia a Kirchner, postulándolo como «empleado del mes» del Gobierno norteamericano, por su «incondicionalidad para con Bush y el pago al FMI».

Según Adriana, entre 150 y 180 personas diariamente van a buscar una ración de comida, que puede variar entre tallarines, pollo, carne o platos más populares, los que se pueden consumir en las mesas de plástico que circundan el lugar. «Servimos almuerzo, merienda y cena. Pese a las donaciones, hay veces que la comida no alcanza por la cantidad de gente que viene».

Rostros omnipresentes

Al interior del puesto se pueden ver, además del horno y la heladera, unos estantes con varios kilos de reserva de harina, azúcar, pasta y aceite.

En el mostrador donde se entrega la comida, se ofrece merchandising del MIJD: ceniceros, tazas, relojes, llaveros, remeras amarillas (que identifican al MIJD en las protestas), incluso vídeos titulados “La lucha continúa”, donde se muestra el accionar del movimiento. Este merchandising (donde los rostros de Castells o su esposa están pintados en casi todos los elementos) se canjea por comida que luego será servida a los que vengan a pedirla. Por ejemplo, por el cenicero con el dibujo de Castells y el logotipo del MIJD se piden dos paquetes de fideos.

Los turistas extranjeros ­que visitan cada vez más Buenos Aires, según las estadísticas­ observan con simpatía el comedor y el contraste que hace con el barrio, incluso no son pocos los que piden una foto a los que lo atienden. Por su carisma e histrionismo, Castells es la figura más requerida. Según Adriana, él y Nina atienden allí los fines de semana, o se turnan para ir un rato algún día entre semana. Ahora están más abocados al último comedor que inauguraron, en un puesto del Mercado de Pulgas, en un barrio del norte de esta capital. Con este último, el MIJD ya cuenta con 1.211 comedores comunitarios en toda Argentina.

Junto a la insoslayable ayuda que brindan para cubrir las necesidades básicas alimenticias de los sectores más pobres, no se puede dejar de apreciar que Castells y Nina Pelozo hacen un culto a su personalidad e intentan enaltecer su liderazgo. Prueba de ello es la utilización de su imagen personal en los objetos de canje del comedor y en los grandes carteles del techo, como también en sus apariciones mediáticas de alto impacto y nivel de confrontación.

El movimiento piquetero, a diferencia de hace unos años, está hiperfragmentado y resulta cada vez más impopular no sólo entre las clases altas, sino entre las medias y bajas. Su bajo caudal de votos y la merma de militantes cristalizan esa situación. El Gobierno ya no los ve como adversarios desestabilizadores, además, fomenta su división interna. A pesar de todo, la existencia de estos comedores, y de que aún las huestes de Castells estén pobladas de pobres, debe hacerle recordar a la dirigencia política argentina que aún mucha parte de su sociedad vive en la más precaria de las condiciones, y que eso incluso se hace ver en el barrio menos pensado. -

BUENOS AIRES


 
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