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Gara > Idatzia > Mundua 2006-06-23
Txente REKONDO(*)
Las guerras sin fin en Somalia
Somalia recupera la atencion y lo hace por un nuevo enfrentamiento armado que puede transformar temporalmente la situacion caotica que vive el pais desde hace dos decadas

La realidad somalí se asemeja cada vez más a la de un estado en permanente conflicto, donde cualquier paralelismo con el proceso de formación de un estado en base a los parámetros que normalmente manejamos ha sido un mero espejismo hasta ahora.

Para poder entender la crisis es necesario partir del reconocimiento de la compleja realidad y el sistema de redes afectivas y sociales que envuelve al conjunto de la sociedad somalí. La interrelación de diferentes factores ha traído consigo esta realidad que se manifiesta de forma tan caótica y violenta.

La importancia de un país como Somalia en la escena internacional radica fundamentalmente en una clave geoestratégica. Situada en el llamado cuerno de Africa, con una importante región costera en el Océano Indico y muy próxima a la Península Arábiga, el país es considerado como la puerta entre África y Oriente Medio. La partición de facto del país y la ausencia de un poder central unitario ha permitido que los distintos actores internacionales hayan movido sus fichas en la zona para salvaguardar sus propios intereses.

Somalia tenía un alto sentido de identidad nacional, ya que la mayoría de la población compartía una misma lengua (el somalí), una misma religión (islam), características físicas comunes y tradiciones basadas en su forma de vida agrícola y pastoril. Es cierto que el sistema de clanes, que es la base social somalí, ha podido ser uno de los factores que han permitido el desarrollo de los enfrentamientos y divisiones.

Esta compleja arquitectura social está basada en los clanes ­familiares, cada uno de los cuales está a su vez divididos en sub-clanes, y éstos también con sus propias divisiones. Los seis clanes más importantes son los Darod, Hawiye, Isaac y Dir, que son predominantemente nómadas, y los Digil y Rahawayn en las riberas del sur, que tienen un carácter más agrícola.

En ocasiones este sistema ha sido la fuente de conflictos pero en otros momentos ha sido la llave para solucionarlos. Lo que no se puede obviar es que la centralidad del mismo a la hora de analizar la situación somalí es fundamental.

Como tampoco se puede pasar por alto una vez más en el continente africano la mano de los poderes coloniales que dividieron a su antojo el continente, con las consecuencias que vemos todos los días. El fuerte sentimiento nacional del pueblo somalí era un peligro para los colonialistas, que no tuvieron ningún reparo en dividir la comunidad somalí en cinco territorios separados administrativamente. Así, se creó entonces la Somalilandia francesa (Djibouti en la actualidad), la británica (actual Somalilandia), la zona británica del noreste de Kenia, la Somalilandia italiana (Somalia hoy en día) y la zona etiope de Ogaden. Esta división interesada trajo consigo la formación de intereses locales y divisiones por el poder local que acabarían con el sentimiento nacional somalí.

Islam

La victoria de la Unión de Tribunales Islámicos sobre la alianza de señores de la guerra ha supuesto que en algunas cancillerías occidentales hayan «redescubierto» la situación en Somalia. Haciendo análisis muy simplistas, intentando englobar y dar una imagen de una corriente homogénea dentro del islam en el país para poder en un futuro enmarcar a Somalia como un nuevo frente de la llamada «guerra contra el terror».

Es cierto que hoy en día el islam se ha hecho mucho más visible e influyente en la sociedad somalí. Tanto en el discurso político, como el papel de la sharia en los nuevos tribunales islamistas, el aumento de escuelas y hospitales islámicos, las actitudes hacia las mujeres y también hacia Occidente. Sin embargo, sería un error presentarlo como una única realidad. En el escenario somalí están representadas diferentes tendencias ideológicas de carácter islamista, cada una de ellas con su propia estrategia y con objetivos que en muchas ocasiones no comparten. Así, tenemos los tradicionalistas, los reformistas progresistas, los salafistas no violentos y finalmente la organización a la que más dice temer EEUU, y que ha tildado de «terrorista», Al Itihad al Islamiya, que desde los ochenta defiende que la represión, corrupción y tribalismo sólo pueden superarse a través del oslam político.

También hay que mencionar la importancia que en estos momentos tienen los llamados tribunales de la sharia y las asociaciones caritativas islámicas. Los primeros porque representan una fuente de estabilidad y seguridad para buena parte de la población, al tiempo que permiten institucionalizar y canalizar las agendas políticas del islamismo. Su oposición y resistencia a los señores de la guerra ha sido acogida con satisfacción en Somalia. Por su parte, las segundas han llenado el vacío del estado en dos sectores vitales para la población, educación y sanidad, mostrando la alternativa social del islamismo en una situación de caos permanente.

La ultima guerra

Somalia es un estado en permanente colapso, la pobreza va en aumento, las fronteras están malamente controladas, la inestabilidad y el miedo se han apoderado de muchos sectores de la población, que no ha dudado en volver sus ojos hacia el nuevo movimiento islamista como solución a su desesperación y a tantos años de violencia y terror a cargo de los llamados señores de la guerra.

Las comunidades locales han recibido con agrado la ayuda social de los movimientos islamista. Paralelamente a ello hay un sentimiento antioccidental en aumento, a la vista sobre todo de las nefastas políticas mal llamadas humanitarias que Occidente ha venido desarrollando en el país. Este rechazo puede ser utilizado en el futuro por algunos movimientos radicales de corte islamista, algo que preocupa a Washington y que en estos momentos estaría utilizando como excusa para una nueva intervención.

A lo largo de su historia Somalia ha experimentado violentos enfrentamientos armados- las guerras de clanes en los primeros años de su historia, enfrentamientos entres estados a en el siglo dieciséis, la jihad anticolonial liderada por Sayyid Muhamed Abadía Hassan a principios del siglo veinte que fue una unión de clanes contra los poderes coloniales italianos, británicos y etíopes, y que fracaso por diferencias entre los clanes y entre las diferencias teológicas de las elites.

Sin embargo en esta ocasión la suma de factores internos y externos, junto el acceso a un terrible y mortífero armamento, ha provocado que la situación alcance uno de los grados de crueldad y violencia más altos de toda su historia.

La utilización de los señores de la guerra, y de los empresarios que les han venido apoyando estos años, del pomposo nombre de «Alianza para la Restauración de la Democracia y contra el terrorismo» no es más que una burda maniobra para atraer hacia ellos el apoyo occidental, para hacer frente a la inexistente, de momento, «amenaza del islamismo radical». Mientras que al llamado Gobierno Federal Transitorio no le reconoce nadie en Somalia y sus únicos apoyos formales proceden del extranjero en forma de declaraciones, no es de extrañar que la población vea en los islamistas del la salvación a sus desdichas.

Pero ha que insistir en que la compleja red de relaciones sociales y las importantes divisiones que hoy en día afectan a todos los sectores del país también pueden acabar condicionando a la alternativa islamista en el futuro, y que en estos momentos parece representar la «Unión de Tribunales Islámicos». -

(*) Txente REKONDO: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).


 
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