Lo juré y rejuré más de quinientas veces. Este «Jo puntua» lo escribiría en euskara. Soy consciente de que es el euskara lo que nos hace ser. Pero en este limbo de entre el ser y el no ser, del cantar sin coser, ciertos estallidos de ira se dan en mí en esta lengua tan bella como cruel ha sido en este pueblo.

Insertada a sangre y fuego, aunque no en nuestro corazón sí en nuestro cerebro, el pueblo la habla y por ello yo le doy uso aprovechando así su jugo. Es por ellos, lo juro.

Tampoco ETA queda exenta del uso del erdara o, mejor dicho, de los erdaras, ya que los eseoeses (S.O.S.) que envió a españoles y franceses fueron elaborados en sus respectivas lenguas. Mas parece haya sido en vano, ya que las reacciones hechas públicas por diferentes agentes españoles o españolistas fueron, aunque en castellano, tonterías en el mejor de los casos y apología del sufrimiento en la mayoría de ellos. Los gabachos, de momento, chitón.

Loco por el mundial, espalda diagonal, la rigidez física me permitió un extra de flexibilidad mental; me puse a ver el no-fútbol. Canales normales, para entendernos.

Entre tanta basura intelectual y tanta estupidez licenciada apenas entendía nada. Nada que no fueran unas enormes ganas por escuchar el estruendo de doscientos kilos de amonal. Dónde, por lo visto, les da absolutamente igual.

Pero me detuve en “Pásalo”, programa alternativo donde los haya. ¡Ay, ay, ay!

Me parto la caja. Un experto analista político ­corredor de encierros­, el abuelete éste que a veces mola, el Solís, el presentador hiperactivo y compañía tenían a un muy especial invitado: un tal Huici. ¡Menudo hacha!

Lo veía venir, me la olía; llevo además unos días soñando con François Pignon, el de la cena de los idiotas, y aquel fiera tampoco parecía tener límite. El ambiente se enrarecía, la atmósfera ardía sobre mí según avanzaba tan sabio hablar, que si ETA hacía bien en escribir historias, que si mejor sacaba algo por tomos... Hasta que, como colofón de tan labrado torrente de razón, lo dijo: lo que sea, mientras no se empuñe un arma para defender a un pueblo. ¡Y se quedó tan ancho!

Si un pueblo se defiende, ¿no será que está siendo atacado? Si un pueblo es atacado, ¿ cuál es su deber? ¿Dejarse masacrar? ¿Dejar de ser? ¿Dejarse matar en paz con armas que él no puede usar? De eso nada, monada. -