Raimundo Fitero
Los segundos
Aparece por la esquina de la pantalla una oleada de entusiasmo. Miro a Sofres y entiendo el tono de los comentaristas de Le Tour. De estar bajo mínimos se ha convertido en la cita del café con hielo para ver en qué termina este cacao en el que se ha convertido la clasificación. Vuelven las frases enigmáticas como «una gesta como las de antes, una muestra de la belleza del ciclismo clásico». ¿A qué ciclismo clásico se refieren, al de los carajillos o al de la epo? Pero sí, se vuelve a comprobar que todo acontecimiento deportivo es relativo. Interesa por asuntos de proximidad geográfica, sentimental o identitaria. Un gallego y un abulense encabezan la clasificación, al final, como dijo Perico Delgado, lo más seguro es que gane Landis. Y recordó cómo una vez salió en la última contrarreloj con treinta segundos de ventaja y quedó segundo en la carrera. El mundo de los segundos.Los segundos son los primeros en perder. Esta es una consideración agresiva. Porque el segundo es el que ha estado a punto de vencer. Pero no, en este mundo actual tan competitivo los segundos no van nunca al reino de los cielos, antes entrarán los últimos. En el talego entran los primeros y los últimos, hasta los segundos. Julián Muñoz ya está en su destino. Isabel llora, ríe, canta o susurra. Los programas de las entrañas también suben de audiencia. Es un conflicto en los hogares monotelevisivos. Pelea entre el tomate y los Alpes. Y las tabernas con plasma, abarrotadas. Nos acostumbramos demasiado a mirar el dedo y no a la Luna. El último en entrar ha sido Cachuli, pero el escándalo es inmenso, las ramificaciones políticas forman un complejo mapa de metástasis de corrupción que están extendidas por todo el cuerpo de siglas, sociedades anóminas o limitadas. La gran mafia no es rusa, ni rumana ni siciliana, es multicultural. La cárcel de Málaga es un homenaje a Berlanga, un auténtico documento sobre la ciénagas del ladrillo y la especulación. Si el caballo de Jesús Gil hablara, Calígula volvería a fumar. Sigamos atentos a la pantalla, el circo no descansa. Y cuando salga lo de Líbano, contengamos la respiración. -
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