El tono del doctor Barrutia no podía ser más severo. Simón, poco acostumbrado a las reprimendas, parecía sorprendido por lo que estaba escuchando.La decisión es suya, padre, pero no debería tomarse lo ocurrido como un simple episodio. Además de tener la tensión disparada, el resto de los análisis también están muy por encima de lo admisible. En sus manos está cuidarse un poco y vivir una larga vida de cura o acortarla como un joven irresponsable.
PeroŠ si hago una vida bastante ordenada. Tomo algunos potes en el pueblo, por alternar con los vecinos, pero no hago vida de trasnochador, ni fumo, ni...
Yo le digo lo que veo en los análisis y los datos no mienten. Debería ponerse a rigurosa dieta, olvidarse de la sal, tomar muy poco alcohol y caminar, como mínimo, dos horas al día.
A Simón la disyuntiva le sumió en una profunda tristeza. El mejor remedio para combatir los altibajos de su fe era la relación con los amigos, el txikiteo, las conversaciones intrascendentes, las cenas en la sociedad. No se veía a sí mismo dedicado al paseo y la meditación. Aquello podía ser funesto.
De todas formas, hoy mismo le firmo el alta. No hay razón para que siga hospitalizado pero, recuerde, lo que le he dicho no es ninguna tontería.
A media mañana se presentó Huesitos en el hospital. Simón ya estaba vestido y listo para regresar al pueblo.
¿Qué tal? ¿Qué ha dicho el médico?
Nada, una tontería. Una subida de tensión muy brusca que se explica por todo ese asunto de los ertzainas, los muertos, la ermita... Me ha recomendado que haga una vida un poco más tranquila y que trate de no excitarme mucho por los acontecimientos, así que ya sabes: nada de discutir conmigo. Y ni se te ocurra ganarme al mus.
Huesitos recordó su última visita al médico y sonrió con un cierto aire de tristeza.
Y, de la casa de Josefo, ¿qué me cuentas? ¿Entrastéis por la noche?
Entramos, pero no por la noche. Fuimos Sixto y yo, a media tarde. Allí todo estaba normal. Miramos en el desván y no vimos nada raro. Por si acaso hice una lista de las cosas que allí había para que la repase Josefo y compruebe si falta algo.
Perfecto, hoy a la tarde, después de comer, volvemos a Basalur.
La cuadrilla al completo con la excepción de Xuxú, de viaje a Donostia, se encontraba a las doce en punto en el K.O para recibir a Simón. Eusebio, en un alarde de generosidad, convidó a un platillo de aceitunas.
Pero que no sirva de precedente, ¿eh? Hoy saco de
las de propaganda para recibir al cura.
A mostos
Simón saludó, uno por uno, a todos los miembros de la cuadrilla de ‘Los Mozolos’ y, dirigiéndose a Eusebio, dio la novedad:A mí no me pongas vino, ponme un mostito. Voy a cuidarme durante unos días.
¿Cuidarte? Pero, ¿no eras tú el que decías que a los txikiteros, con el mosto se nos secan las tripas?
Bueno, yo voy a probar...
La contricción duró poco y al llegar al Gureak, el sacerdote anunció su público arrepentimiento:
Miren, a mí sácame un blanco porque ese mosto me ha dejado un cuerpo que...
Huesitos aprovechó:
¿Qué te había dicho yo? El mosto es para los niños y para las monjas. Y a las monjas, seguro que les sienta mejor una mistela...
Sergio miró de reojo a Miren y con un leve gesto le hizo otra que no podía aceptar su invitación a comer en casa.
Bueno, querido sobrino, hoy tenemos que retirarnos antes. Me ha dicho el médico que coma verduritas durante unos días, así que habrá que hacer compras.
El cura y el argentinito abandonaron el grupo poco después de la una. La cita con Huesitos era a las cuatro, en el Itsasalde.
Durante la media hora que tardaron en recorrer el trayecto hasta el caserío Behitene, Luis Mari y Simón conversaron animadamente sobre el sobrino del sacerdote.
Es un chico muy majo. Se ha integrado enseguida y siempre está dispuesto para echar una mano, hacer un favor...
La verdad es que sí. Ahora falta que le encontremos un buen trabajo. Si es la mitad de laborioso que su padre, triunfará aquí. Lo de la gestoríaŠ no sé, pero no le veo con mucho entusiasmo a Azkarreta.
Será porque el chico es argentino y ya sabes...
Pues si no empieza en la gestoría habrá que pensar en otra cosa, porque sin trabajar no se puede vivir. Ni en Argentina ni en Euskal Herria.
Al llegar a Behitene, Simón hizo sonar el claxon para dar cuenta de su llegada. Salió Kontxi, su hermana.
Hombre, el duo dinámico. ¿Cómo habéis venido sin
avisar? Si venís un poco antes hubiéramos comido juntos. Por lo menos me
habríais hecho compañía porque esos dos mostrencos han venido hace un rato, con
la lengua de trapo y casi sin probar bocado se han ido al sofá a ver el Tour. Ya
estarán dormidos.
Sesteando con el tour
La hermana de Simón estaba en lo cierto, Joakin y Josefo sesteaban plácidamente en el sofá del salón frente al televisor.Venga golfantes, que Mayo va a ganar la etapa.
Los dos hombres se desperezaron de mala gana.
Ya no le dejan a uno ni siquiera echar la siesta después de una dura jornada de trabajo en la huerta.
¿Dura jornada? Pero si no habéis recogido mas que dos lechugas y tres tomates...
Huesitos y Simón salieron con Josefo al portalón. Luis Mari relató la entrada en la casa y lo que allí vieron y le extendió la lista de los objetos que había en el desván:
¿Notas que falte algo? Eso es todo lo que vimos. Todo muy bien ordenado, por cierto.
No. No falta nada, pero esos botes de pintura no son míos.
¿Qué quieres decir?
Pues que yo no tengo ningún bote de pintura en casa. Eso es lo que quiero decir.
¡Ostia! Pues eso sí que es raro...
(CONTINUARA)