Recordando a Balentxi, que hizo de la justicia la razón de su vida y de su fe.

Valencia, 9 de julio de 2006. Benedicto XVI congrega a su Iglesia para ejercer el magisterio y celebrar la fe. En torno a él, miles de católicos reafirman su adhesión al Papado. Esta imagen oficial, oculta mucho de lo que sucedió. Cuando la brisa levantó los variopintos capisayos, quedaron al descubierto calzas viejas que reclaman a gritos detergente.

El encuentro de Valencia estuvo lejos de ser un ejercicio de catolicidad y tuvo muchos de los rasgos que caracterizan a las concentraciones fascistas. El convocante, aunque investido con la autoridad papal, ha sido durante largos años símbolo de intransigencia y de rigor doctrinal; perseguidor implacable de la teología de la liberación y de sus representantes más cualificados. ¡Peligrosa heterodoxia la de leer el evangelio desde las clases oprimidas! Así y todo, el Papa Ratzinger defraudó un tantillo a sus entregados seguidores que lo esperaban más cañero; no aprovechó al máximo la inmejorable oportunidad de repartir candela a los psociatas. En cuanto a los organizadores del encuentro, son la expresión del oscurantismo casi en estado puro. La Conferencia Episcopal Española, y su terminal política del PP, derrocharon esfuerzos y recursos para que el evento fuese un acto político de la extrema derecha. Su actitud fue beligerante y su pensamiento trasnochado. Si por ellos fuera, desempolvarían el Edicto de Milán, y restablecerían el Sacro Romano Imperio, con investiduras incluidas. Maldicen de la sociedad laica y reclaman la de cristiandad. Nacionalcatólicos que un día pasearon bajo palio a Franco y ahora lo harían gustos con Rajoy. Su objetivo pastoral estratégico es la restauración del PP y uno de sus principales dogmas, la unidad de España.

Sobra decir que muchos participantes en semejante sarao cojeaban del mismo pie. La ultrareaccionaria Asociación Católica de Propagandistas distribuía a puñados el pensamiento homófobo de Aquilino Polaino; amenazantes energúmenos de la fachenda agitaban la bandera preconstitucional; Urdaci, en Canal 9, reclamaba al Gobierno que respetase la voluntad popular; niñatos de Bolivia y Venezuela rezaban rosarios por la conversión de Evo y Chaves. El Opus campaba a sus anchas exigiendo la presencia de un Gobierno laico.

En aquella concentración de reaccionarios, no cabían muchos otros creyentes comprometidos con las causas populares. Pienso en Balentxi y una mezcla de gratitud y admiración me invade el alma. -