BILBO
Dicen que el Tour no perdona. La edición 2006 ha roto todas las reglas. Que se lo digan a Landis.Cadáver en La Toussuire y resucitado en Morzine. Su victoria es la historia de la carrera.De lo más alto al suelo, y al cielo rebotado. Sacrificio.Constancia. Y sobre todo fe en sí mismo. Esas han sido tres de las claves de su triunfo. Sucesor de Lemond y Armstrong, pero muy diferente a aquéllos.No quiere ser una estrella.Han sido 20 etapas y un prólogo. Sí, la carrera comenzó unos días antes. Basso,Ullrich y Vinokourov se quedaron fuera. Las acciones de Landis subieron como la espuma. Era uno de los elegidos. Su temporada le avalaba, ganador de tres vueltas, París-Niza, California y Georgia.
El suyo ha sido un Tour de capítulos, con episodios felices y dramáticos. En la primera crono y en los Pirineos dio la razón a los que le señalaban como gran favorito. Sin gastar un gramo de fuerza de más, vistió el amarillo por primera vez en Pla de Beret. Sonreía.
Regalo a Pereiro
Su debilidad era el equipo. Por eso, regaló el amarillo a su ex compañero Pereiro. Media hora. Escandaloso. El estadounidense confiaba en sus posibilidades. Poquito le ha faltado para arrepentirse. 57 segundos. Ese es el final conocido, el desarrollo, inesperado.
El duelo con Menchov estaba servido tras los Pirineos. El ciclismo necesita de enfrentamientos épicos. Dan vida a la carrera.Los Alpes decidían. Landis se quedó solo.El triunfo era suyo.El Tour tenía un dueño. De nuevo de amarillo.Pero este Tour ha sido diferente. Sin un Armstrong o un Indurain. Ganaban tan fácil que aburrían. Grandes ciclistas. Unicos. Nunca fallaban.Máquinas de pedalear.
Sin Basso y Ullrich ha sido un Tour devaluado, pero espectacular por la igualdad de fuerzas y los vuelcos en la carrera. Ha sido, sí, un Tour humano. De grandezas y de miserias.
Cuando nadie lo esperaba, Landis se hundió en La Toussuiere. Su naufragio fue total. Ni el Titanic. Quedó KO. Se dejó diez minutos.Adiós a sus esperanzas. No. Un hasta luego.
Ataque de ira
Pero nadie podía presagiar lo que iba a ocurrir el día siguiente. Dolido por su humillación, Landis desató toda su cólera. Merckx le aconsejó atacar de lejos.Ciclismo de otros tiempos. Después de una táctica conservadora, de calculadora, lanzó un ataque suicida. Era imposible. Nadie creía en él. El sí.
«Muchas veces reacciono por emociones, pero la mayor parte de ellas son calculadas, Después de mi desfallecimiento debía recuperar diez minutos. Aquello fue un golpe de ira. Lo que me motivó es que tenía que ganar», explicó.Su vida anterior le impulsó. En una comunidad menonita sin apenas conexión con el mundo anterior, sin televisión, ni radio aprendió a trabajar duro y a tener paciencia. Los lemas de sus padres.Un modelo a seguir y que ha repetido. Pero el quería salir. Se ahogaba. Y se lanzó a la aventura. No miró atrás, igual que en Morzine.
Landis aplicó esas enseñanzas. Valiente. Todo o nada. Aguantó hasta el final. La desidia se instaló en el pelotón. Nadie se atrevía.Crecido, Landis llegó a Morzine. Recuperaba el Tour. Increíble. Ya no tanto a esas alturas. En la crono del sábado puso las cosas en su sitio. Grande. Su próxima estación es operarse de una necrosis de la cadera. No sabe si volverá. «Tal vez era mi oportunidad», confiesa el estadounidense.