En 1970 entró en funcionamiento la central nuclear de Santa María de Garoña, situada en el burgalés valle de Tobalina, en un precioso enclave natural a orillas del Ebro y con un radio de acción que amenaza la salud y la vida de millones de ciudadanos. Situada a sólo 44 kilómetros de Gasteiz y 45 de Laudio, esta central ha recabado el rechazo de las organizaciones ecologistas del Estado español, y su cierre ha sido reclamado una y otra vez por la ciudadanía y las instituciones públicas de Araba y Nafarroa.

La historia de Garoña está plagada de amenazas y miedos, de paradas manuales y programadas, de grietas, de fugas de agua radiactiva a las aguas del Ebro, de prórrogas en su actividad muy por encima de lo considerado como periodo máximo de vida para un reactor de primera generación, de planes de emergencia que los ayuntamientos de la zona de riesgo han desconocido y desconocen, de alarmantes datos sobre la incidencia en el aumento de enfermedades como cáncer de estómago o leucemia entre los habitantes de la zona más cercana... un rosario de despropósitos al que ahora el PSOE parece querer poner fin, aunque no gratuitamente.

Fuentes del Gobierno español filtraban el domingo un plan de cierre de esta central, que el Ministerio de Industria y el Consejo de Seguridad Nacional se niegan a ratificar, y que contemplaba una contrapartida: la construcción del cementerio nuclear.

Quienes un día decidieron apuntarse al carro de la energía nuclear, quienes más tarde la defendieron e impulsaron planteando a sus detractores la dicotomía progreso-berzas, quienes hoy en día defienden que la nuclear es la energía más limpia y segura (frente a las energías fósiles que generan el efecto invernadero)... acostumbran a exigir a quienes argumentan que la energía nuclear es peligrosa para la salud y la integridad de las personas, genera problemas medioambientales a muy largo plazo y además es innecesaria, que planteen alternativas para la producción energética, alternativas para la gestión de los residuos nucleares, alternativas de negocio para que los de siempre puedan seguir lucrándose... Pero ellos mejor que nadie saben que la única alternativa real a todos los problemas que se han generado con esos monstruos nucleares hubiera sido no construirlos nunca, y se agobian tanto que aparecen dispuestos a cerrar Garoña, 39 años después. Aunque... más vale tarde que nunca. -