Tras cinco intensos días marcados por una agotadora agenda de trabajo, la recién finalizada XIV Cumbre de los No Alineados, celebrada en La Habana, ofrece un resultado más que positivo que supera las dudas que muchos expresaban sobre la realización de sus objetivos.La convalecencia del Comandante Fidel Castro privaba a esta reunión de la fuerza persuasiva y política de la única gran figura viva fundadora de este movimiento de países, que ya tiene más de 45 años; y a pesar de las especulaciones mediáticas que anunciaban su reaparición, la presencia de Fidel se ha limitado a recibir algunos importantes mandatarios y figuras de alcance mundial, como los presidentes Hugo Chávez, Evo Morales, o Kofi Annan, entre otros.
A partir de esta ausencia prevista, el Gobierno cubano preparó con sumo detalle todo lo relacionado con esta importante cita internacional. Una ciudad calurosa y remozada en parte, una población tranquila que ha tenido posibilidad de seguir el acontecimiento casi al minuto mediante una amplia cobertura de los medios locales, y un discreto pero muy presente sistema de seguridad, han sido los anfitriones de los representantes de 116 países miembros, dos aspirantes, otro invitado, varias docenas de observadores y algunas figuras de gran calado, como los secretarios generales de la ONU, la Liga Arabe y la Unión Africana.
La aprobación por consenso de los cinco documentos negociados son el resultado visible de esta magna reunión. El primero es una actualización de sus objetivos y principios rectores en defensa de un nuevo orden económico y social, de unas relaciones internacionales multilaterales, frente al mundo unipolar que sufren, proclamando la necesidad imperiosa de respetar el derecho internacional como norma de convivencia básica y la cada vez más urgente y necesaria reforma del sistema de Naciones Unidas. Del segundo documento emerge una metodología de funcionamiento que constituye un pilar esencial para darle fuerza y coherencia a un movimiento de países tan diverso y numeroso, que además viene reforzado por el establecimiento de un consejo de ex presidentes del Movimiento, y de una troika integrada por Cuba, como actual presidente, y por Malasia y Egipto, en su calidad de saliente y futuro presidente, respectivamente.
El tercer acuerdo es una extensa y detallada declaración política que hace un repaso al complejo y convulso mundo en que vivimos: denuncia el mundo unipolar, defiende la paz y la soberanía de las naciones ante las amenazas y aboga por soluciones negociadas a los conflictos, condena el injusto orden económico y social que los margina al subdesarrollo permanente, rechaza el terrorismo matizando el uso indiscriminado que se hace del término y, ya entrando en casos concretos, apoya los procesos legítimos de Bolivia y Venezuela, se expresa en contra del bloqueo a Cuba y pide la devolución de la Base de Guantánamo, condena la brutal agresión al Líbano o apoya la autodeterminación del Sáhara Occidental, entre otros muchos temas nombrados.
Temas aparte constituyen los documentos de firme apoyo a la causa Palestina bajo el prisma de que sólo la solución a este conflicto traerá una paz es- table en esa región. Y la defensa explícita al desarrollo, por parte de todos los países, de la energía nuclear con fines pacíficos, en una clara y directa oposición a las exigencias occidentales en contra de Irán.
Si los documentos dan clara muestra de la firme voluntad de los No Alineados de fortalecer su movimiento y de hacerse sentir en la esfera internacional, no es menos importante constatar que el tono de los discursos de los casi sesenta presidentes y jefes de gobierno, y de los otros altos jefes de delegaciones, mantienen un punto común: el profundo malestar de todos ellos por un mundo regido por una sola potencia y sus aliados, que no los tiene para nada en cuenta, ni a ellos ni a los intereses de ese Sur que constituye más de las dos terceras partes de la humanidad, y el constante llamamiento a pasar de las declaraciones a la acción común.
Los No Alineados nacieron en 1961 para hacerse sentir en mitad de una Guerra Fría que los condenaba a ser peones de una peligrosa confrontación entre potencias. Sin duda el mundo ha cambiado mucho desde entonces, sin embargo, haciendo un repaso a la realidad mundial actual, no se puede decir que su situación sea ni económicamente mejor ni su soberanía más respetada. Los países integrantes son muy diversos; representan culturas, religiones, sistemas políticos y sociales diferentes, y en ocasiones contrapuestos; mantienen en algunos casos conflictos entre ellos (India-Pakistán, Marruecos-Sáhara...), unos son amenazados por los EEUU (Siria, Irán, Venezuela, Cuba) otros firmes aliados de la potencia del Norte (Colombia, Egipto...); los hay grandes y emergentes en lo económico y tecnológico como India, Pakistán, Sudáfrica, y otros débiles y pobres como el recién ingresado Haití, Burundi o Níger...
La cita habanera ha evidenciado estas diferencias y las contradicciones que provocan, el contraste ha resultado claro entre el lenguaje claramente anti-imperialista y de condena a los ejes de la política norteamericana de un importante grupo de países, y otro, también numeroso, mucho más moderado.
A pesar de esa diversidad parece ser el malestar generalizado, que señalaba an- teriormente, lo que le da pleno sentido, vigencia, y transcendencia a estos encuentros. La fuerte y agresiva reacción de la diplomacia norteamericana en plena celebración de la cumbre dan buena muestra de que algo de fondo comienza a cambiar en la esfera internacional, aunque sus resultados estén aún por verse.
Revitalizar el Movimiento, dotarlo de una agenda internacional común, revisada y actualizada, y reforzar la presidencia de los NOAL para poder pasar de las palabras a los hechos, son los éxitos evidentes de la Cumbre de La Habana. A partir de ahora el siguiente paso para los No Alineados será llevar sus declaraciones, reclamaciones y problemas a la Asamblea General de la ONU, y darles el peso cuantitativo de su gran número; le seguirán inmediatamente otros como son la cooperación Sur-Sur, posibles intermediaciones de conflictos entre sus miembros, y un largo etcétera, para que esta reunión recién terminada no sea una más y se pueda convertir en lugar de referencia de las relaciones entre países del Sur. -