En esta fecha, como viene siendo habitual, se celebra el «encuentro entre dos mundos», versión española del ya rancio Día de la Raza, tan celebrado en épocas no muy lejanas, por parte de muchos que aún suspiran con las historias de conquistas y conquistadores del gran imperio donde no se ponía el sol.

Quienes no tenemos nada que celebrar y sí que recordar, deberíamos dar una vuelta por una ciudad, de las más altas del mundo, donde su Cerro Rico dio plata suficiente y más para el invasor a costa de muchas vidas; hablo de Potosí.

He recorrido parte de sus minas, y he podido comprobar que después de más de 450 años, aún hay niños barrenadores y mineros menores de 14 años y muchos mayores cascados para su edad, así como un montón de mujeres que pacientemente separan las piedras extraídas según el material, para posteriormente llevarlas a los ingenios, donde parte será procesada, el resto irá al exterior y a manos de los pudientes, por supuesto, todo por unos sueldos cercanos a los 50 bolivianos al día, es decir menos de 5 euros y con unas condiciones de vida y seguridad lamentables.

Seguramente, y pese a mi horror, esto raya la dignidad presente aunque muy lejana a las condiciones laborales en muchas minas de Europa.

Son más de 15.000 personas las que diariamente emulan lo realizado por los antiguos mitayos, bajo el yugo del invasor que arrasó a sangre y espada y con la bendición de la cruz estas tierras, que ya anteriormente dio culturas y gentes de gran valor y riqueza personal. Por eso, este día glorioso para los que añoran las épocas de la gran España, cabría recordarles que en esta ciudad al igual que antaño se sigue extrayendo plata, cinc, plomo... de esta montaña tan pintoresca y preciosa como destrozada, pero que aunque ahora fallezcan unos 50 mineros al año sólo en accidentes, esto es una tontería si lo comparamos con los datos de la época de la colonia, como me recordaba un minero. Aquí fallecieron más de 7.000.000 de mitayos o indígenas, puesto que se les encerraba en la mina de por vida para extraer la plata en condiciones inimaginables para nosotros, y no se les dejaba salir hasta que fallecían. Hay un dicho en Potosí que recuerda lo siguiente... «El Cerro Rico dio para dos puentes a España, uno de plata que iba de un continente a otro y otro de huesos de los mitayos para cubrir la misma distancia con los fallecidos».

Hoy en día incluso es curioso ver a la figura del Tío de la pachamama dentro de las minas, entre ambos sólo cabe recordar que el Tío al que aún se le adora, representa aquello que los españoles odiaban, el ser que vive bajo tierra, por ello tal vez lo siguen adorando los mineros.

En esta fecha y sólo por respeto a los que sufrieron y sufren de la burla histórica al hablar de conquista, cultura predominante, raza o evangelización, recordemos a los mitayos y sus descendientes. Se les podrá llenar la boca de palabras preciosas a los mismos de siempre, pero aquí no olvidan lo vivido, muy lejano a lo que pretenden celebrar.

Josu Imanol Unanue Astoreka