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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-10-12
Cambios cíclicos en la órbita terrestre determinarían las grandes extinciones
Un estudio coordinado por la Universidad de Utrecht, en colaboración con investigadores españoles, ha desvelado gracias a registros fósiles de roedores que la aparición y extinción de los mamíferos en la Tierra podría deberse a los movimientos cíclicos del planeta en su órbita. Este trabajo verá la luz hoy en una nueva edición de la revista «Nature». El estudio ayudará a profundizar en los modelos climáticos a partir de los registros paleontológicos.

MADRID

Hace 65 millones de años tuvo lugar la quinta extinción masiva, la más conocida de todas. En el mar desaparecieron belemnites y ammonites y los grandes reptiles; en tierra sucumbió todo animal mayor de 25 kilos. El culpable está claro, un asteroide de 10 kilómetros de diámetro impactó contra la Tierra a una velocidad de 36.000 km/hora, provocando una explosión 10.000 veces superior a todo el armamento nuclear de nuestros días.

Pero a lo largo de los 4.500 millones de años ha habido otras extinciones masivas, detrás de las cuales no estuvieron ni grandes impactos, ni derivas continentales, ni selección natural. Los movimientos en la órbita de la Tierra podrían ser los responsables de la regularidad con la que las nuevas especies de mamíferos aparecen y se extinguen en los registros fósiles.

Paleontólogos españoles y holandeses han recopilado algunos de los datos fósiles más destacados de los pasados 22 millones de años y muestran que los puntos más altos de volumen de especies se corresponden con los cambios en la órbita del planeta que producen un enfriamiento global.

Los científicos estudiaron un registro de fósiles de roedores en Madrid y Aragón. El conjunto de datos proporciona un cómputo detallado de cuándo estas especies surgieron y desaparecieron.

Según María Angeles Alvarez Sierra y Pablo Peláez Campomanes, dos de los investigadores, el trabajo se centró en los momentos de aparición y desaparición de especies de roedores durante el intervalo estudiado, la suma de ambos fenómenos se denomina ‘turnover’. Se detectaron dos importantes patrones, en primer lugar que estas apariciones y desapariciones en su mayor parte se encontraban concentradas en ciertos momentos y en segundo lugar que existía una periodicidad significativa en estos eventos: ciclos de 2,4 millones y 1 millón de años.

«La importancia del trabajo es que estos ciclos encontrados en las faunas de roedores son muy similares a los ciclos astronómicos de 2,37 y 0,97 millones de años que se relacionan respectivamente con los cambios en la órbita terrestre alrededor del Sol, que varía de elíptica a circular, y con los cambios en la inclinación del eje de la Tierra, que varía entre 22,2 y 24,5 grados», indicó Peláez Campomanes.

Los investigadores explican que ambos procesos del planeta en su órbita daban lugar a la expansión de capas de hielo, un enfriamiento global y cambios en los patrones de lluvia, lo que podría explicar las observaciones previas que señalaban que las especies de mamíferos tendían a sobrevivir una media de 2,5 millones de años antes de extinguirse.

Pablo Peláez-Campomanes señala que «la relación entre ciclos astronómicos y cambio climático era conocida con anterioridad a nuestro trabajo pero se relacionaban con ciclos de menor duración, de 20.000 y 400.000 años, conocidos como ciclos de Milankovitch. Por tanto, esta es la primera vez que se relaciona ciclicidad astronómica de larga duración con cambios en las faunas de mamíferos en medios continentales».

El trabajo se basa en los resultados obtenidos después de la compilación de una base de datos del registro fósil de roedores de 22 millones de años (Mioceno y Plioceno) de las cuencas continentales centrales españolas. Trabajos como éste son «fundamentales para la elaboración de modelos climáticos basados en el registro geológico», explicó Peláez-Campomanes.

La información proviene del estudio de unos 80.000 restos fósiles representados por dentición procedentes de 200 yacimientos. La dentición ofrece una serie de ventajas como la durabilidad, que suelen ser los restos mejor conservados de mamíferos del pasado y su potencial para la determinación de las especies, ya que presentan una morfología característica para cada una de ellas.



El actual periodo interglaciar ha durado ya tanto como los anteriores: ¿volverá el frío?
GARA

GASTEIZ

El Oligoceno y el Mioceno estuvieron caracterizados por sendas crisis para la biodiversidad, con cambios climáticos y grandes oscilaciones en el nivel del mar. La transición del Plioceno al Pleistoceno hace 2 millones de años trajo consigo un nuevo periodo de glaciaciones, ciclos periódicos donde a lo largo de 100.000 años las temperaturas bajan paulatinamente, hasta que el hielo invade gran parte del hemisferio norte, para después, en un tiempo mínimo a escala geológica, unos 10.000 años, las temperaturas vuelven a subir y los glaciares retroceden hasta los polos.

Se cree, como corrobora este nuevo estudio que publica ‘‘Nature’’, que los ciclos astronómicos de la Tierra y los cambios de actividad solar intervienen en la periodicidad de las glaciaciones, ya que afectan a la insolación que recibe la Tierra.

Hay una crisis biológica con cada cambio de glaciación a período interglaciar y viceversa. El último período glaciar empezó hace 120.000 años y alcanzó su cota máxima hace 18.000 años, donde las temperaturas bajaron 12º C de media y el nivel del mar descendió 20 metros. Desde hace 10.000 años, con el Holoceno disfrutamos de un periodo interglaciar, con un clima suave, pero ya ha durado tanto como los anteriores, y en un tiempo incierto nos adentraremos en una nueva glaciación.

En cualquier caso, en los últimos 12.000 años se ha perdido el 50% de la biodiversidad global, y la irrupción del ser humano, hace 10.000 años, ha acelerado ese ritmo de pérdidas. Para muchos, la sexta extinción masiva está ya en marcha.


 
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