Karolina ALMAGIA
Vivir y trabajar como artista en Africa
Con motivo de la muestra «100% Africa», el Museo Guggenheim acogió ayer un encuentro de algunos de los artistas que exponen en Bilbo. En el acto, los creadores hablaron sobre loque supone hacer arte contemporáneo en el continente negro.
El encuentro de artistas africanos celebrado ayer en el Guggenheim estuvo moderado por André Magnin, comisario de la exposición “100% Africa”, quien destacó el aspecto «inclusivo» de las obras que se muestran en Bilbo. «Son piezas que llaman a la mirada, buscan transmitir preguntas, tristezas, alegrías. Es un arte impregnado de la familia, de la comunicad, marcado por la cercanía. Son obras del pueblo», dijo, como queriendo marcar la diferencia con el arte contemporáneo que se produce en Occidente.Los artistas se mostraron menos teóricos, pero realizaron un esbozo sobre sus respectivos quehaceres. Así, Malick Sidibé (Mali, 1935) relató cómo fueron sus inicios en la fotografía y explicó que, sobre todo, ha fotografiado las fiestas y los eventos sociales de su país. «Cuando descubrí la cámara, empecé a sacar fotos porque era más rápido que el pincel. Utilicé la cámara de la misma forma que la pintura, con el mismo tratamiento de luz. Durante años, mostré la evolución de nuestra cultura retratando las fiestas, la forma de vestir y de divertirse de la gente». Frédéric Bruly Bouabré (Costa de Marfil, 1923) es un legendario investigador que en los años 50 inventó un alfabeto de 448 pictogramas monosilábicos con el que se pueden transcribir todos los sonidos humanos. Sus pensamientos los traslada a cientos de dibujos de tamaño de tarjeta postal. «El arte ha puesto a Africa en primer plano. Sin artistas, parecería que todavía somos salvajes. Enseñar a vuestros hijos a ser artistas y Africa se desarrollará», aconsejó ayer. Rigobert Nimi (República Democrática del Congo, 1965) es conocido por las complejas naves espaciales y robots que fabrica con material reciclado. «Para mí, el arte es valor, habilidad y paciencia dijo. Si uno no refleja alegría en su arte, es difícil que llegue a la gente. Y nosotros trabajamos en un contexto muy difícil, donde nada funciona, ni la economía, ni la política. Pero, a pesar de las dificultades, somos capaces de transmitir la idea de que en el Congo no sólo hay guerras y enfermedades». Titos Mabota (Mozambique, 1963), autor de la gran
bicicleta y el avión que tanto llaman la atención en la exposición, indicó que
hace estas esculturas porque es su manera de «luchar, sin armas, con arte, para
conseguir algún día la paz en este mundo».
«No somos tontos»
Romuald Hazoumé (Benín, 1962) fabrica máscaras desde los siete años. Ahora, esas mismas máscaras le sirven para transmitir su visión crítica de los sistemas políticos. El artista, que trabaja con materiales que encuentra en la basura, dice que así devuelve a Occidnte aquello que le pertenece, es decir, los deshechos de la sociedad de consumo que les invade día tras día. Hazoumé señaló que durante años se ha negado a exponer en ciertos museos europeos, junto a piezas de arte antiguo que respeta demasiado. «Los africanos no somos tontos. He visto arte africano expuesto en Europa sin el nombre de los autores, calificado simplemente como arte africano. Aquí sólo contaba el arte antiguo, con el que se podían enriquecer. A los artistas de hoy no nos controlaban, por eso no les interesábamos. Ahora, al menos, vemos que los grandes museos abren sus puertas al arte contemporáneo no occidental».
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