¿Cuántas niñas y niños saben que la generación de personas de cuarenta a cincuenta años no pudimos tomar como algo «normal» un montón de cosas de las que ellas y ellos disfrutan hoy día como algo «habitual»? Según las circunstancias económicas y lugar de residencia, muchas personas de nuestra generación vieron llegar las primeras televisiones a nuestro entorno, en blanco y negro claro está, algunas familias tenían frigoríficos y hasta lavadoras prototipos, pero ni lavavajillas, ni secadoras de ropa, ni ordenador, ni, en unos cuantos casos, cuartos de baño dentro de casa.

No tener estas cosas no es una tragedia. Millones de personas viven sin ellas. No tenerlos no significa vivir en la pobreza, pero ciertamente supone vivir de una manera muy diferente. Llama la atención que la mayoría de niñas y niños de nuestro entorno no tienen ni idea de la fragilidad del sistema en el que viven, desde hace qué poco tiempo se «disfruta» de él, ni en general saben que la mayoría de la población del mundo simplemente no los tiene, que no vive como ellas y ellos. Tampoco les llega suficiente información para entender cuándo estas cosas pueden convertirse en fuentes de actitudes o acciones negativas, sobre todo derivado de su empleo despilfarrador. Parece que mientras más tienen, más usan y más tiran para comprar de nuevo, más «guay» son.

Parece importante que sepan que hace solamente tres o cuatro generaciones la no existencia de únicamente tres de estas cosas (frigoríficos, lavadoras, aspiradoras) orientaba ineludiblemente el trabajo de muchas mujeres de por aquí. Se tenía que dedicar un día entero a la semana para lavar ropa, varias horas al día para comprar y preparar la comida, y otras tantas horas para barrer, limpiar y recoger las viviendas. Y eran las mujeres. No había escapatoria. Estaba considerado como algo «natural». ¿Habéis intentado explicarlo a alguna chica? ¿Ha entendido las implicaciones para su «independencia»? ¿Y se ha puesto a debatir qué ocurriría y a qué parte de la población si vuelven a no estar disponibles estas máquinas o la energía que les hace funcionar en el futuro?

¿Nuestras chicas y chicos entienden siquiera la vida sin vehículos a motor o les hemos habituado y obligado tanto a viajar que no pueden ni vislumbrar un pasado sin ellos? Ni tiempos ni distancias de viajes figuran de manera apropiada en la historia para que aprendan el impacto de estos vehículos en las vidas de su generación. -