Madrid amaneció ayer con el cielo plomizo, lleno de negros nubarrones y con una persistente lluvia que se fue intensificando a medida que transcurrían las horas. Un día gris, oscuro, que quizá quiso anunciar desde primeras horas la esperpéntica jornada que les esperaba a los imputados en el macrosumario 18/98. Una sesión en la que la presidenta del tribunal volvió a evidenciar que su forma de actuar dista mucho de la ecuanimidad que se le presupone a un juez, al obligar a los procesados a permanecer en la capital española aun sabiendo que el juicio debería suspenderse hasta la próxima semana.Cuando llueve, la villa castellana se convierte en lo más parecido al caos. Las líneas de metro se inundan y el tráfico rodado, ya de por sí complicado, se colapsa. Y ayer llovió a cántaros. Tanto, que a pesar de que las partes estaban citadas a las 9.30 para iniciar la sesión, la mayoría de las personas tardaron cerca de hora y media en arribar al pabellón de la Casa de Campo. Se contaron 180 kilómetros de colas, según los telediarios.
Los procesados que lograron llegar a la Audiencia Nacional a la hora leían los periódicos en el interior para matar el tiempo, mientras aguardaban a que la carretera de acceso al Alto de Extremadura permitiera la llegada del resto. No sabían que aún tendrían que esperar unas horas más, sin nada que hacer, por la terquedad de la magistrada Murillo.
Poco a poco, todas las partes citadas fueron entrando en el recinto judicial, y no fue hasta las 11.15 horas cuando comenzó la vista oral. Esta, en cualquier caso, apenas duró unos minutos.
La Sala estaba pendiente del estado de salud de Andoni Díaz, y el secretario judicial explicó que a primeras horas de la mañana habían recibido un fax del médico forense en el que recordaba que el procesado sufre una «pancreatitis aguda de severidad moderada», pero donde apuntaba que iba a recibir el alta médica ayer mismo. El secretario prosiguió detallando que minutos después recibieron otro fax, del médico de Osakidetza que trata al vecino de Bakio, donde afirmaba que estaría en condiciones de desplazarse sólo después de unos días de reposo, tras su convalecencia.
A la vista de estos datos, el letrado Kepa Landa solicitó la suspensión del juicio hasta el próximo lunes, para que su defendido estuviera en condiciones de asistir al mismo. El abogado había recordado la víspera a Murillo que es su propia decisión de obligar a todos los procesados a asistir a todas las sesiones la causante de que cada vez que una persona se halle en la misma situación que Díaz se produzca un aplazamiento, y señaló que una modificación en el criterio del tribunal cambiaría esta situación.
Para la defensa, lo que no se puede hacer es obligar a todos los procesados a asistir al juicio los jueces han sido incluso muy estrictos a la hora de dar permisos por enfermedad y saltarse ese criterio cuando uno de los imputados está ingresado y no puede desplazarse a Madrid, por el propio interés del tribunal en seguir, sea como sea. Landa destacó el lunes que Díaz tenía interés en asistir a la vista y que era su derecho.
Sin embargo, tras esta petición del letrado tomó la palabra Pepe Uruñuela, procesado y al mismo tiempo abogado, que desde el inicio ha ido por libre en este juicio, para señalar la existencia de un «precedente» en el que a otro acusado enfermo «se le hizo entrega de unos soportes audiovisuales» de las sesiones en las que estuvo ausente.
Argumentó que lo mismo podría hacerse en este caso, y solicitó que prosiguiera la vista sin la presencia de Díaz, ya que, a su parecer, el perjuicio que se le hacía a él era inferior al ocasionado por la suspensión de la vista.
Uruñuela se refería a la decisión del tribunal de entregar a David Soto los DVDs de las jornadas en las que estuvo hospitalizado para tratarse de una grave enfermedad. Lo que no recordó es que esta decisión fue duramente criticada tanto por el joven iruindarra como por su abogada, quienes destacaron que, además de vulnerar su derecho a la defensa, esta actuación era una muestra de la forma en que los magistrados se saltan a la torera su propio criterio, de forma que mientras obligan a los procesados a asistir a todas las sesiones ordenan que el juicio siga cuando alguno que quiere estar presente no puede.
Esta misma manera de actuar les llevó a sacar del juicio a Iñigo Elkoro y a José Ramón Aranguren, cuando llevaban meses acudiendo a Madrid, porque no se conocía el plazo de su recuperación. Ambos serán juzgados aparte.
Una forma de proceder, en resumen, tan arbitraria como injusta, y que la defensa ha denunciado en estos meses.
La intervención de Uruñuela fue sin embargo puesta en evidencia por el fiscal, Enrique Molina, que tomó la palabra a continuación.
El representante del Ministerio Público, quien afirmó
que él era «el primer interesado» en proseguir el juicio, sostuvo que lo
propuesto por el abogado de Iruñea no era posible. Argumentó que si en el caso
de Soto la vista se hallaba en el turno de intervención de los acusados, y a su
parecer no era imprescindible la presencia del joven iruindarra, en esta ocasión
están declarando los peritos que ejercen de prueba de cargo contra todos los
imputados. Por ello, reconoció que si bien «no es algo deseado por mí», la ley
daba la razón a la defensa.
Seis horas mas en balde
Eran ya las 11.30 cuando las partes terminaron de exponer sus argumentos. La presidenta ordenó entonces un receso de una hora antes de tomar una decisión. Otra larga hora en el interior del pabellón, viendo cómo una cortina de agua iba convirtiendo en un barrizal los accesos a la Casa de Campo.A las 12.30, volvieron a entrar en la Sala, y lo hicieron para escuchar una resolución sorpresiva. Los jueces afirmaron que los dos faxes, el del forense y el del médico de Osakidetza, incurrían en contradicciones algo que no era cierto respecto de la capacidad de Díaz de asistir a la sesión prevista para hoy.
Por ello, ordenaron que el médico forense de la Clínica de Bilbo hiciera un análisis completo del estado del acusado e informara al forense de la Audiencia Nacional. A la espera de los resultados, citaron a los acusados a las 17.00.
Esta argumentación convenció a pocos en la Sala, ya que resulta del todo inverosímil que una persona que ayer por la mañana permanecía ingresada y alimentada por vía intravenosa, tras varios días de convalecencia, pudiera asistir hoy a un juicio en Madrid.
Nadie dudaba de que la decisión se debía al enfado de la jueza por la solicitud de suspensión de la vista. En cualquier caso, otras cuatro horas de espera.
El dictamen del médico forense tras realizar el examen a Díaz era tajante. Recordaba el historial médico del acusado, que contempla entre otras afecciones un episodio muy grave de pancreatitis aguda hace cinco años. Señalaba que fue ingresado hace seis días, y que si bien ayer recibió el alta clínica, debe seguir tratamiento médico. El forense reconocía que la situación de Díaz no le permitía viajar a Madrid, y recomendaba un reposo de cinco días. Su homólogo de la Audiencia ratificó el diagnóstico.
A Murillo no le quedó más remedio que suspender el juicio hasta el lunes, aunque se permitió acusar a la defensa de «maniobras dilatorias». Landa le tuvo que recordar que fue ella quien ocasionó esta situación, al obligar a los procesados a viajar semana tras semana a Madrid. Unos acusados que, sin duda, están más hartos que ella de este juicio. -