Por si algún foro o asociación estuviera pensando en emprender acciones legales, digo, en mi favor, que este escrito es una llamada desesperada a la ética del diálogo, de la discusión y del debate social, cuya premisa principal es escuchar a las otras partes (todas las partes), solicitando y ofreciendo argumentos. El diálogo, la discusión y el debate contribuyen a crear y reforzar los vínculos comunicativos. Nada que ver con la lógica de la exclusión: estás dentro, estás fuera (de la ley).

El Tribunal Supremo español (TSE) ha declarado «organizaciones terroristas» a Jarrai, Haika y Segi. Cuando la Audiencia Nacional deliberaba sobre el carácter de estas organizaciones juveniles, considerándolas «ilícitas», me parecía que nos encontrábamos ante una reivindicación, más o menos velada, de una justicia de la represalia. La decisión del TSE acaba de instaurar la justicia-venganza, una versión actualizada de la Ley del Talión, mediante la cual se conculcan gravemente los derechos y libertades fundamentales de las personas: libertad de pensamiento, libertad de expresión, libertad de reunión y asociación, convirtiendo a determinadas personas y colectivos en «desechables» y absolutamente «prescindibles».

No hace falta evocar a Hegel para afirmar que la venganza es el tratamiento que impide que una herida se cure. Una venganza abusiva que se hace efectiva en la sentencia dictada por el TSE. De esta forma, las heridas no se curan; al contrario, siguen sangrando. Intentamos resolver un conflicto creando otro. Resulta paradójico que se invoquen, de forma casi abusiva, los derechos humanos y, por otro lado, las políticas de resolución de conflictos se asemejen más a las teorías sobre el enemigo del General de División prusiano Von Klausewitz.

Urge analizar la complejidad, las raíces y las múltiples dimensiones de las violencias que convulsionan nuestra sociedad, su contexto, su magnitud y sus consecuencias. La trayectoria hacia la paz pasa por el derecho a la igualdad a la hora de defender las aspiraciones y proyectos políticos y sociales. La sentencia del Tribunal Supremo Español no pondrá fin a las violencias. En la cultura de la satanización del «otro», todo intento de acción comunicativa es calificado de connivencia. Es necesaria una justicia de la escucha y del diálogo que no cierre las puertas a la esperanza. La justicia preventiva condena el diálogo y pone fin al debate. -