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Gara > Idatzia > Kultura 2006-03-06
Kristian FRÉDRIC | Director artístico de la compañía Lézards Qui Bougent
«Se mata más con billetes de banco que con un arma, pero con billetes es más limpio»
El director de la compañía de Baiona Lézards Qui Bougent se fue a Canadá tras ganar la beca Laureado Medicis y empezó a preparar la obra de teatro «Big Shoot», que ha cosechado un gran éxito de crítica y público al otro lado del Atlántico. Desde mañana y hata el día 11 se podrá ver en el Colisée de Biarritz, desde donde partirá de gira por el Estado francés.

El director artístico de “Big Shoot” se encontraba en el Carré Bonnat de Baiona preparando la exposición que cuenta la trayectoria del proyecto cuando hizo una pausa para responder a las preguntas de GARA.

­¿De donde surgió la idea del proyecto?

La idea está en el texto escrito por Koffi Kwahulé. Su lectura crea sensaciones, evoca cosas que comprendes o que no comprendes y después hay que trabajar sobre esas sensaciones para intentar encontrar tu lugar y encontrar algo que quieres contar. Fue así como se convirtió en un espectáculo.

­¿Qué cuenta “Big Shoot”?

En un suburbio de un lugar desconocido, todo el mundo está muerto, un verdugo ha matado a todo el mundo. El verdugo no era verdugo al principio, él mismo no sabe cómo se ha convertido en verdugo, todo ha pasado muy rápido y todo el mundo ha venido para hacer de su muerte un espectáculo, los perros, los gatos, el gobernadorŠ Todo el mundo ha venido para hacerse matar. Cuando la obra comienza el verdugo no quiere matar más, quiere crear una obra de arte, tal vez la vida. El otro personaje es un «cliente» que el verdugo llama Stan, pero no es su verdadero nombre y no se sabe como se llama. El verdugo dice: «sólo quedamos nosotros dos y contigo quiero que sea diferente».

­Es una versión personal de la obra de Koffi Kwahulé.

La obra fue montada anteriormente en Holanda y en Inglaterra, nunca se había montado en Quebec, en Canadá, nunca se ha montado en Francia. Parece ser que nuestra versión es bastante diferente a lo que se había hecho hasta ahora.

­¿Qué quería transmitir?

Hemos querido hacer algo intemporal, pudo pasar en el pasado, puede pasar ahora o en el futuro. No hemos jugado con el hecho de que la gente haga de su muerte un espectáculo en el sentido de la tele-realidad. También habla de eso, pero no lo hemos enfocado de ese modo. En el esoterismo se dice muy claramente que los primeros son los últimos y el verdugo dice que ellos son los últimos, pero tal vez son los primeros.

­Utiliza diferentes idiomas en la obra.

La obra se desarrolla en francés, pero hay algunos pasajes en hebreo. El verdugo canta todo el rato en inglés, como en “Pulp Fiction”, de Tarantino, pero lo único que dice en inglés es algo sobre la historia de Caín y Abel, de la muerte, el fratricidio. Aquel hecho ha tenido gran importancia en la historia, es el primer asesinato, la primera vez que la tierra ha probado la sangre, la sangre del hermano, porque todos éramos hermanos al principio. ¿La tierra se acuerda de ese asesinato? ¿No estamos todos obligados a expiar ese pecado? Caín le pregunta en un momento a Dios si es el guardián de su hermano, esa es una pregunta que podríamos plantearnos todos, si no somos todos los guardianes de nuestros hermanos. ¿Y quienes son nuestros hermanos?, finalmente ¿no somos todos los guardianes de toda la humanidad? Es interesante plantearse que tal vez sea por esa falta del pasado que todos estamos obligados a huir, a querer siempre ir más lejos.

­Parece que es una obra bastante violenta

Es una obra de hoy en día, con un lenguaje de hoy en día.

­¿El lenguaje de hoy es violento?

Creo que estamos en la época de la cólera, la cólera innecesaria, la cólera a largo plazo. Malraux decía que el siglo XXI sería el siglo sagrado o no lo sería, yo digo que el siglo XXI será colérico o no lo será. Creo que es el momento de que salga la cólera, la cólera brutal más rápida que el hacha, creo que hace falta que la cólera venga, que salga, que se exulte. Pero no es una pieza sobre la cólera o la violencia, es una pieza que va más allá, que va hasta los límites. Es una obra que se parece mucho en el tratamiento a “La gran comilona”, de Marco Ferreri, que creó un gran escándalo y que será proyectada en el Royal de Biarritz el lunes.

­¿Qué lugar ocupa la violencia en la obra?

No tenía ganas de montar este espectáculo como un intelectual de izquierda bienpensante y correcto. Tenía ganas de hacerlo en América del Norte y crearlo allí, como una compañía de Baiona que va allí. Tenía ganas de dejarme llevar de otra manera, más animal, más como yo mismo. Cada palabra está buscada y elegida pero a la vez hay más emoción, más fuerza, ternura y violencia. A mí no me parece que sea un espectáculo sobre la violencia, se trata más de un espectáculo sobre el amor. Hay muchos momentos que trastornan un poco, al principio a la gente le choca pero aparte de eso el espectáculo habla del amor, habla de la necesidad del otro, de la necesidad de buscar una razón para vivir, habla de la desesperanza, de la soledad. Utiliza un lenguaje chocante, a veces cargado de violencia. Me parece que no hay nada más violento que la indiferencia, se mata más con billetes de banco que con un arma, pero con los billetes es más limpio.

­La estética está muy cuidada.

Con la ayuda del responsable de la iluminación hemos conseguido hacer un espectáculo en blanco y negro como las películas. Es un universo muy estético. Es ineluctable, es como el filo de un cuchillo. Es un universo dentro de un universo, en el escenario hay un cubo de cristal con un sofá en el interior que da vueltas continuamente, el espectador muchas veces se encuentra detrás del cristal, se muestra el lado voyeur del espectador. Las imágenes de vídeo hacen el papel de iluminación, juego con la luz, las imágenes audiovisuales y los reflejos en el cubo de cristal. Con los reflejos siempre hay una doble imagen, un doble sentido de todo, como en la vida.

­¿De dónde surge esa estética?

Enki Bilal ha creado los trajes y el decorado. Ya había trabajado con él, es un artista que aprecia mucho mi trabajo y que ha querido participar.

­Ha sido un proyecto especial.

Sí, no es muy frecuente, pero ha habido muy buen ambiente, ha ido muy bien. Hemos representado la obra 30 veces en América del Norte y ha sido un gran éxito. Han contratado la obra en varios teatros de Canadá. Ahora se va a ver aquí, en casa, y después iremos de gira por Francia para 27 representaciones.

­Habeis organizado varios actos para festejar el estreno en casa.

Hemos querido que fuese así, porque nosotros somos de aquí, una compañía que trabaja desde 1992. Para mí una creación es también hablar de arte plástico, de fotos, a veces de ciencia, es hablar de muchas cosas diferentes y variadas y, por lo tanto, cuando el señor Ducourau nos propuso el lugar, el Carré Bonnat, decidimos hacer una exposición retrospectiva del proceso de creación del espectáculo. Hemos escrito en las paredes, hay fotos, un diaporama que dura siete minutos y que cuenta toda la historia. La gente puede seguir como ha sido la lucha para sacar el proyecto adelante. -


 
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