Dora Salazar y Zumeta estrenan el nuevo espacio de Arteko en Donostia
La galería Arteko de Donostia acaba de trasladarse a la calle Iparragirre, a cien metros escasos de la ubicación anterior, y ha inaugurado un nuevo espacio, más amplio, que cuenta con dos alturas, lo que permite exponer diferentes proyectos. Dora Salazar y Zumeta han sido los artistas que han estrenado el nuevo local con sus obras más recientes.
DONOSTIA
A cien metros escasos de la antigua galería, Arteko acaba de estrenar un nuevo espacio de 160 metros cuadrados, con fachada a dos calles y dos alturas, dificultad que ha solventado el arquitecto Ignacio Langer mediante una rampa en curva, protegida por dos muros forrados en acero cortén. «Se trata de un traslado y a la vez de una ampliación, porque este espacio es mucho mayor. En realidad se trata de dos locales que hemos unido mediante una rampa. Esta duplicidad de alturas da mucho juego y permite exponer proyectos diferentes», dice Cristina de la Puente, responsable de la galería.El nuevo espacio, situado en la calle Iparragirre, 4, ha sido inaugurado por una exposición de esculturas y bocetos de Dora Salazar en su parte baja y por óleos de Zumeta en la alta. La muestra de Dora Salazar está presidida por dos aviones de guerra que cuelgan del techo y que anuncian con sus luces intermitentes encendidas la inminencia de un ataque. «Uno de ellos es un caza alemán y el otro es más moderno, podría ser de los 70, un modelo de la ‘Guerra de las galaxias’. Son aviones de guerra que ya nos parecen de juguete», comenta Dora. Bajo esa sombra amenazante, pasean sus figuras humanas con sus estructuras. Flanquean la puerta de entrada dos torsos en forma de «armaduras» o «corsés», que «juegan con la idea de la protección y tienen algo de medieval» y que recientemente han formado parte de otra exposición en Windsor, en Bilbo. Hay otras dos figuras humanas construidas a escala humana con hilo de cobre. «Son de una pieza y una de ellas ha estado en una exposición en Italia, según me ha comentado mi madre», recuerda la artista navarra. De las paredes cuelgan las máscaras que realizó el año pasado para un vídeo realizado con destino a Dfoto. El espacio central aparece ocupado por una gran mesa poblada por figuras humanas, realizadas en estaño, que la artista ha titulado “Paraíso perdido” y se sostienen en difícil equilibrio sobre estructuras de alambre. «A veces dan la impresión de que son maquetas que podrían ampliarse. Son coreografías humanas. Hablan de la figura humana y de las estructuras, que son las dos grandes constantes de mi obra», señala. Y completan la exposición algunas figuras humanas aladas, que recuerdan esos híbridos de máquinas y hombres que diseñaba Leonardo Da Vinci. En noviembre del pasado año Dora Salazar expuso en Windsor. Acaba de regresar de Arco y se va a tomar un respiro. En la parte opuesta de la galería, José Luis Zumeta ha colgado una decena de óleos, algunos de gran formato, en los que logra un difícil equilibrio entre los elementos figurativos que animaban sus obras iniciales y su fascinación por el color y el trazo, de épocas más recientes. La exposición permanecerá abierta hasta 22 de abril.
Un puente sobre el Urumea
J.A.
DONOSTIA Completan la exposición de Dora Salazar algunos bocetos de puentes. «Pertenecen a la serie de puentes que inicié el verano pasado. Son el de La Salve y el de Deusto, en Bilbo. Gracias a estos dibujos que vio un amigo ingeniero, me invitaron a formar parte del equipo que está diseñando el quinto puente de Donostia. De la primera convocatoria eligieron tres proyectos, entre ellos el nuestro. Hemos presentado toda la información y estamos a la espera de lo que decidan. Es el puente que sale del hotel Amara Plaza y cruza el Urumea», dice Dora Salazar. En una sala pequeña de la galería, concebida como un espacio más íntimo, expone algunos de los bocetos realizados para el nuevo puente. «He tenido bastante pelea. Yo soy bastante modulada, no soy tan limpia y recta y he querido meter la variante de la curva, para que varíe y de juego también a la barandilla, como tiene el cuarto puente, que con un ritmo mínimo logra una curvatura. Es un puente limpio por arriba, con un único tirante por abajo. Es ligero, liviano visualmente, resistente, grato para el paseante», comenta.
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