Les sale la bilis por las orejas y, encima, pretenden parecer graciosos. El resultado es, de forma inevitable, patético.Iñaki Ezkerra, en “La Razón” , pretendía mofarse de la memoria de dos presos políticos vascos muertos en prisión y el pobre sólo conseguía retratarse como lo que es. El calificativo elíjalo la lectora o el lector.
Decía Ezkerra que «el jueves fue un gran día para la medicina y una mala fecha para los defensores de la eutanasia porque tuvo lugar en el País Vasco la primera manifestación que se celebra en la Historia de la Humanidad contra el suicidio y el infarto de miocardio». Ya ven el tono ramplón y miserable. El provocador matizaba su burla: «no es que uno se alegre del mal ajeno ni siquiera de los males que sufren los malos sino que se muere de risa por no llorar ante el respeto y la atención mediática que se le presta a ETA y a cualquier iniciativa de ETA». Ya empieza a asomar la frustración que guía al personaje. Y se suceden las memeces: «Se dice que Batasuna está crecida. ¿Cómo no va a estarlo si es noticia nacional hasta cuando monta una huelga general que fracasa (o sea, que ni es general ni nada) o una manifa ridícula contra las depresiones y las enfermedades cardiovasculares?».
Y más frustración: «¿Cómo no va a estar crecida si hay en todos los medios de comunicación quien le da credibilidad a su representante Txema Matanzas cuando acusa a una víctima del terrorrismo de brindar por esas muertes, como se nos acusa también a todos de responsabilidad en ellas presentando como criminal la normal y legítima política de dispersión penitenciaria?». Ya ven qué concepto de la ‘normalidad’ y la ‘legitimidad’ guía a este pobre hombre.
Y para rematar la bobada, Ezkerra se pone en plan
guasón: «Me han dicho que en la manifa de Otegi se oyeron gritos de ‘suicidio
cabrito’ e ‘infarto asesino’, lo que no deja de ser una obviedad que yo mismo
suscribiría sin el menor problema ideológico. Las cosas son como son. El
suicidio es malo para la salud venga de donde venga (en un cien por ciento de
los casos viene del mismo suicidado, ya que de otra forma no sería suicidio) y
el infarto debe ser firmemente combatido en cualquier Estado de Derecho (y hasta
en las dictaduras, pues por desgracia el juramento hipocrático no excluye lo
antidemocrático). Otra cosa es que sea moralmente condenable». ¡Qué triste debe
ser tener que ganarse así la vida! - msoroa@gara.net