Al margen de la última y estrafalaria denuncia de Gotzone Mora, nadie puede poner en duda la veracidad de lo manifestado por ETA el pasado 22 de marzo. El «alto el fuego permanente» decretado por la organización armada ha sido verificado, día a día, por quienes hayan querido verlo. Los que no lo vean será que prefieren cerrar los ojos y seguir caminando. Con el riesgo cierto de clavar la nariz en una farola a la primera de cambio, claro.

De lo que se trata en este mes de mayo para el que se espera la comparecencia parlamentaria de Zapatero, es de verificar si, en efecto, el Go- bierno español está dispuesto a reconocer la existencia de la ciudadanía vasca, la realidad de Euskal Herria. Y si está dispuesto a reconocer, en consonancia con sus apelaciones a la democracia, lo que la ciudadanía vasca decida con relación a su propio futuro.

Llega el tiempo de las verdaderas verificaciones. Es el tiempo en que todos podremos comprobar si eran ciertos aquellos llamamientos a debatir todos y sobre todo en torno a una mesa en ausencia de violencia. Y hoy se puede constatar que en las calles de Euskal Herria no hay más violencia que la de las detenciones acompañadas de torturas, los controles militares de la Guardia Civil que parecen haber aumentado en número y aparatosidad desde el 22 de marzo.

Habrá que verificar si la fortaleza política del Gobierno español es suficiente para romper los palos que quieran po- nerle en las ruedas desde los sectores más inquietos ante la posibilidad de la paz y la normalización. Y habrá que comprobar también si los agentes sociales y políticos de Euskal Herria están a la altura de las circunstancias y son capaces de limitar sus aspiraciones partidarias en beneficio de un proceso que a todos conviene.

Habrá tiempo para más. Y así habrá que observar con pulcritud si lo que los vascos decidamos en uso de los mecanismos que acuerden los agentes políticos y sociales es respetado en Madrid. O si, por usar la expresión grosera de Guerra, las Cortes Españolas se «cepillan» nuestras decisiones.

Llega pues el tiempo de entrar, iluminados con el candil de la determinación, al centro mismo del conflicto. No es tiempo de perderse en consideraciones colaterales más o menos espectaculares y peor que mejor intencionadas.

Miremos a Zapatero, escuchemos con detenimiento su pronunciamiento y verifiquemos. Y luego, a trabajar. -