Si hay tele, y a montones, gratuita, ¿por qué no van a crecer los periódicos gratuitos de difusión estratégica? Es la lógica del mercado. Si hay radio y televisión institucional, es decir de gobierno, ¿por qué no van a existir periódicos institucionales, gratuitos y de gobierno? No se trata de paradojas, sino de análisis bajo la luz de la luna menguante. Hay un congreso de editores de periódicos gratuitos, y hay marejadillas y tormentas en las grandes cabeceras mundiales de periódicos de venta en kioskos. Los nuevos tiempos. O los viejos tiempos. Igual que te colapsan el buzón con propuestas de filetes, de los más baratos sofás de colores o con el mp3 más extravagante, mañana te lo llenarán de periódicos gratuitos, es decir de papeles que sirven de soporte a la publicidad. Exactamente igual que con las televisiones. El anuncio del siglo es que ya no hay géneros televisivos, ni tendencias periodísticas sino espacios publicitarios.

¿O caso no fue un gran publirreportaje monárquico y constitucionalista la retransmisión en directo de la entrega de los premios asturianos? Lo debería patrocinar la central lechera, que es una de las marcas con un lenguaje en sus anuncios que más se basa en la memoria y la nostalgia. Una estética que intenta ir del ruralismo a Internet a lomos de un carro tirado por bueyes manejados por control remoto. Así veo yo a los príncipes televisivos, el de las galletas y el del piso de setecientos metros cuadrados que le hemos regalado todos los contribuyentes sin el consentimiento expreso: unas ficciones medievales. Anacronismos históricos que buscan perpetuar las fotos de mariscales en las escaleras de ateneos y las estatuas de caballeros en sillas de plomo con palomas mutiladas. Bueno, hay algunos príncipes en las etiquetas de las botellas de reserva que solamente me inspiran a la tercera copa. Y siempre me salen jotas navarras de composición anticlerical. Antes, veía una sota y daba una voltereta. Ahora canto mus sin dilación. Princesas, en cambio, es un género más de calendario. Desde las bragas a las ingles brasileñas, pasando por circos, redacciones o trabajadoras del amor callejero. Corazón, corazón. -