BILBO

Sin acreditación de prensa ni permisos especiales, Silva se las arregló para entrar en hospitales y zonas militarizadas con una cámara reflex adquirida en el mercado negro de Pakistán. «Allí me compré también unos carretes que estaban caducados. Más tarde mi familia pudo mandarme mi cámara y nuevos carretes. Mi intención era mostrar qué es lo que pasa allí con la gente. No hacer un reportaje de guerra, sino reflejar quiénes son los que de verdad sufren». Las fotografías están tomadas en blanco y negro. «Ahí no tenía ninguna duda. Para mí el blanco y negro es más humano». Jugando mucho con el desenfoque y la inclinación, el fotógrafo vizcaino plasmó toda la desolación de un pueblo agredido. «La zona está sitiada y hay una gran pobreza y mucha falta de infraestructuras. Pero lo que a mí más me chocó fue ver la facilidad con la que sonríen, las ganas que todavía tienen de conocer gente y lo bien que acogen al forastero». Con ese material al principio pensó en hacer una exposición itinerante, pero luego surgió la idea del libro y se puso en contacto con varios autores, a los que propuso escribir algo en torno a las fotografías. «La respuesta fue muy positiva y todos me mandaron poemas y textos inéditos», indica Silva.