A Porrotx
En el llamado proceso de paz hay algo, a mi juicio, que no se acaba de entender. Y ello es la pretensión de que se puede «negociar» con el Gobierno español de turno de igual a igual. Esto es algo inasumible por un Gobierno español. Y lo es por su esencia fascista e imperialista. Es verdad que existe un nacionalismo español, pero es algo que descubrieron por oposición a los emergentes nacionalismos periféricos. No se trata tanto de un nacionalismo vasco (o catalán o gallego) versus nacionalismo español. El quid de la cuestión reside en saber si lo que se dilucida se hace en parámetros o sintagmas democráticos o no. En libertad o no. El busilis es saber si se quiere la rendición de ETA y, por ende, y con la colaboración de la «burguesía nacional», la «pacificación del Norte» la pax romana o el democrático y universal derecho a decidir que tienen los pueblos.
El problema arrastra una dimensión histórica. El Estado español no ha podido resolver nunca la «cuestión nacional» porque nunca ha sido un estado democrático, de manera que una oligarquía fascista y centralista (con apellidos vascos y catalanes) siempre ha tratado de imponerse por la fuerza. En la península no se ha conocido jamás la democracia salvo breves y fulgurantes episodios ahogados en sangre. Aquí, a diferencia de Europa, no hubo un Nüremberg. Aquí sólo se ha conocido el fascismo y a los fascistas. También la telebasura y la Liga de Champiñones, es cierto. Que no se diga que somos unos insustanciales.
Los fascistas dicen que la Constitución define a España como única nación. Y Pérez Rubalcaba (un tipo listo y ladino) pontifica que la Constitución es un tótem y un lecho de Procusto: si Catalunya no cabe ahí, se le «cepillan» los pies. Lo mismo Euskadi. Lo que no se va a hacer es cambiar la norma, que sería lo lógico. Yo digo: España no es una nación; Catalunya, Galicia y Euskal Herria sí lo son. Cámbiese, pues, la Constitución, pues una nación no puede dejar de serlo. Claro que esto no lo digo yo solamenteŠ De aquí que no exista el mal llamado «problema vasco», sino el «problema español» que los regeneracionistas achacaban a la incuria y la incultura y el «señorito» Primo de Rivera al aldeanismo vasco.
La nación es un concepto moderno. Euskadi no siempre lo fue ni mucho menos. El nacionalismo vasco (y el socialismo) nació en el Casco Viejo de Bilbao en el siglo XIX. En el Bilbao industrial. España, como nación, no ha existido jamás. Y, si hubiera existido, no me importaría decirlo, pues no me duelen prendas. Existen Castilla, Andalucía, etc.
Pero no son estas quisicosas spencerianas lo que debe discutirse en una mesa o un proceso de paz. Soy de los que opinan que, aunque España no exista, hay que negociar como si existiera. -