La ciudadanía de Montenegro se ha expresado libre y democráticamente sin que los cimientos europeos se resquebrajaran. Las fuerzas unionistas proserbias pretenden retrasar la oficialización de la declaración de independencia con recursos electorales. Era esperable al conocer que los resultados superaban por poco los límites establecidos por la UE, aunque nadie puede negar ya que una mayoría de montenegrinos apuestan por la independencia, lo que indefectiblemente acabará siendo reconocido por la comunidad internacional. Ante la fuerza expansiva que pude tener este ejercicio del derecho de autodeterminación en el corazón de Europa, han surgido desde el centralismo español dos líneas de respuesta. La primera es la ya manida aseveración de que Montenegro y Euskal Herria (o Catalunya) son dos realidades muy distintas y que pretender ejercer aquí una consulta de ese tipo «raya ­como afirmó el alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior y la Seguridad Común (PESC), Javier Solana­ el delirium tremens». Hay que ver como se alejan los principios democráticos de determinadas personas en proporción directa de la cercanía que un problema y su solución tienen con Madrid. La segunda línea de respuesta es que el «escaso» margen ­¡once puntos!­ de la victoria del sí debiera desanimar a los abertzales. ¿Pero no habíamos quedado en que eran dos realidades distintas? Lo que los abertzales envidian de Montenegro es que haya tenido la posibilidad de elegir. Ese es un peldaño democrático anterior al debate sobre la independencia. -