Los procesos de paz cuando empiezan a ser divisados a su alrededor emergen incertidumbre, optimismos, suspicacias, por hechos del pasado, presente y dudas hacia el futuro. Algunas de estas posiciones se toman a partir de procesos de negociación agotados, otras acuden sólo a las creadas en marcos legales para responder a las amenazas o acciones de violencia, otras a buscar nuevas alternativas. Lo importante es que todas y cada una son fundamentales tenerlas sobre la mesa y saberlas abordar, ya que representan a sectores sociales, que en un Estado de Derecho y democrático deben tener respuesta.El péndulo, si la cuerda tiene mayor longitud, mayor periodo de tiempo tendrá la masa para tocar los puntos extremos. En un proceso de negociación la cuerda no tiene una longitud establecida, es decir un tiem- po, porque siempre van a surgir contradicciones, vacíos y dudas que serán superadas en la medida que se generen confianzas en medio de la desconfianza, lo cual a la postre significa tiempo. Lo que puede ser más factible es elaborar una Agenda de Negociación con puntos que permitan avanzar en lo privado y en lo público; primero para tener una brújula y segundo para ir respondiendo de manera conjunta a incertidumbres y expectativas sociales que se crean en un escenario de negociación.
El conflicto vasco no es tan distinto a otros escenarios donde existieron o existen conflictos violentos, en cuanto ha habido hechos de barbarie e intolerancia, que posterior a esfuerzos de muchos sectores de la sociedad empiezan a germinar mediante semillas de esperanzas. En el caso vasco, han sido irrigadas especialmente por la reflexión científica y la acción de movimientos sociales.
El péndulo va al pasado, la memoria; llega al presente, la reflexión-acción; y se proyecta al futuro, el deseo; este movimiento ayuda a percibir los tiempos que hacen parte de un proceso de negociación para el logro de la paz. En este movimiento pendular como elemento fundamental es necesario honrar a las víctimas con toda la dignidad que se merecen, actuar con transparencia, crear espacios de re- encuentro, educar, reparar a las víctimas, restañar las heridas para ir hacia el reencuentro social.
Como se ha propuesto aquí se encuentran tres escenarios en el proceso de negociación: El pasado, cargado de hechos de violencia y mutuas recriminaciones, cada parte defendiendo su causa social o política con los métodos que considera más apropiados para conseguir sus objetivos, métodos que causan alejamiento y altos niveles de desconfianza, enraizando niveles diferenciados de relaciones y argumentos que poco contribuyen a un debate ético e ideo- lógico constructivo hacia la consecución de objetivos por vías democráticas.
El presente recoge cargas del pasado, no se puede desligar, sin embargo, es el momento donde se empiezan a transformar posiciones e intereses en la medida que la reflexión-acción en el ámbito de la paz conlleve a actos concretos o simbólicos para el reencuentro. Se requiere inteligencia y capacidad para comprender que no va a haber abandono total de principios y aspiraciones, lo que hay que canalizar y revertir adecuadamente son las actitudes y mensajes que contribuyen positivamente a avanzar en la negociación; no hacerlo son actos de ceguera política.
El futuro, aunque tiene incertidumbres, está deter-minado por el pasado y el presente, si se cuenta por ejemplo con una visión en prospectiva, podemos estar en un mundo posible o deseable. El posible lo determinan las actitudes y actuaciones que se han estado rea- lizando y que en nada han contribuido al cambio. El deseable es el escenario que soñamos como el mejor y para llegar a él se necesitan actuaciones que concuerden con las lógicas sociales y democráticas. Aquí se cruzan con «el horizonte de reconciliación, en el cual se superan las violencias, se transforman las estructuras, se recupera la verdad histórica y se sanan las heridas». (Gernika Gogoratuz).
En este sentido, en el tratamiento de un conflicto, la o las víctimas tienen autoridad moral para hablar y plantear demandas que correspondan no sólo a su dolor y desgracia, sino que recojan otros elementos que surgen en el ambiente, pero es necesario recordar que no son las únicas que tienen autoridad moral y por ende que deban ser escuchadas. En la sociedad hay muchos de sus miembros que tienen autoridad moral por sus esfuerzos hacia la consecución de la paz.
Así las cosas, si la paz no tiene precio político, el escenario que queda por delante es el de vencedores y vencidos, si fuese así, sería difícil de conseguirla, ya que en un conflicto todas las partes tienen propósitos, intereses, posiciones, misiones que requieren atención, esto no quiere decir que todo tiene solución. También es necesario ofrecer condiciones para que quien ha estado participando desde posiciones radicales transforme sus actitudes y pueda dar la cara a sus bases o a quienes consideran representan, sin que ello signifique triunfo, sino posibilitar la rehabilitación dentro de caminos democráticos. Por lo tanto, la paz puede tener precio político en la medida que ayude a reconducir caminos violentos, antidemocráticos y de confrontación que fragmente a la sociedad.
Las agendas de negociación para la consecución de la paz deben se producto de participaciones amplias y consensuadas, en marcos democráticos, para que tengan en su ejecución dinámica, confianza, creatividad, respaldos y creen sinergia, aspectos fundamentales que se requieren para que al final los logros sean revertidos de manera amplia a los distintos sectores de la sociedad, y en caso de fracaso se asuma la responsabilidad por muchas partes y no se señale con el dedo acusador a quienes la hayan liderado, no porque no se pueda juzgar, sino por lo que significa: frustración y posibilidad de volver al pasado.
Las agendas de negociación no son patentables, tampoco inamovibles, se pueden revisar muchas veces previamente a la firma, incluso posterior a ella, siempre y cuando no sea para regresar al pasado, sino para avanzar a la consolidación de los más nobles propósitos de la paz. Debe abrirse a la participación de diferentes sectores sociales organizados, partidos políticos, administradores públicos, víctimas y la base social más amplia posible.
Es fundamental para elaborar una agenda de negociación que no hayan más asesinatos, actuaciones con violencia directa o psicológica, pues mientras no se pare la barbarie para evitar abrir nuevas heridas, no se podrá hacer el inventario de la miseria que ha dejado la violencia, tampoco iniciar un proceso en firme para restañar a las víctimas y a la sociedad en general, en definitiva, sentar las bases para el reencuentro de la sociedad. Las agendas de negociación para la paz requieren voluntad social y política y tener un solo plan sobre la mesa: La democracia y la paz. -
(*) Fernando Cruz es investigador Social en el
Centro de Investigación por la Paz de Gernika Gogoratuz y en la Universidad de
la Amazonía, en Colombia