En los años que llevo acompañando a los alardes mixtos de Irun y Hondarribia he conocido, por parte de los tradicionalistas, todo tipo de comportamientos vejatorios: agresiones (la más terrible, sin duda, fue la que sufrieron las primeras mujeres participantes del alarde de Irun), injurias y diferentes muestras de hostilidad y rechazo. Con el tiempo la cosa ha ido variando y, sobre todo en Irun, se han dado avances, por lo menos en lo relativo al grado de tensión y trato.Sin duda, persiste una imposibilidad manifiesta de lograr un único alarde y que respete la igualdad entre hombres y mujeres, pero por lo menos ha desaparecido la histeria de los primeros años, que en el caso de Hondarribia llegaba a grados insospechados. Se impidió que el alarde mixto pudiese desfilar por las calles céntricas. Hubo sentadas que le impidieron incluso llegar a arrancar.
Este año parecía que la mejoría daba un salto, ya que en vísperas portavoces de los diferentes alardes llamaron a la calma y al respeto mutuo. Pero todo ha sido, en el mejor de los casos, pura fachada, cuando no pura hipocresía.
Las instituciones siguen apoyando descaradamente el alarde discriminatorio; el mixto esta obligado a desfilar como manifestación y rodeado de ertzainas (vaya fiesta ésa que para salir a la calle necesitas de protección policial, como cuando los niños negros de Atlanta empezaron a acudir a escuelas hasta entonces reservadas sólo para los blancos). Y, lo que es peor, sigue sufriendo una intolerable presión social en su contra. Siguen oyéndose todo tipo de insultos, y por parte de un público variadísimo (jóvenes, casi niños o niñas, mujeres y hombres adultos, ancianos y ancianas), y desde las propias compañías del alarde tradicional (que se supone están controladas por unos mandos) en espera de su arranque. Seguimos sufriendo una hostilidad, ostentosamente manifiesta mediante pitidos, abucheos, el sonar de diversos instrumentos de viento y, cómo no, pancartas donde se les (nos) espeta «zuekin inoiz ez!» («¡con vosotros y vosotras, nunca!»), etc.
Pero lo más terrible, el túnel de plástico negro que, por segundo año consecutivo, cubre toda la calle Mayor sin que municipales ni ertzainas hagan nada por impedirlo.
Acogotados por el plástico negro, mi imaginación ha volado por el espacio simbólico. ¿Qué quieren expresar con el negro? Es claro que un fuerte rechazo. Las madres de negro se vestían de dicho color para mostrar su oposición a que sus hijos fuesen carne de cañón en la guerra de los Balcanes. Los anarquistas utilizan ese color para mostrar su rechazo al sistema dominante.
Pero el negro que cubre la calle Mayor de Hondarribia esta más cercano al de los talibanes, y más concretamente al del estandarte negro que enarbolaba el Cura Santa Cruz, con su calavera y su lema «¡religión o muerte!». Y que apaleaba a sus propios guerrilleros por coquetear con las mozas de los pueblos por donde pasaban. El negro de los tradicionalistas va en consonancia con su particular modo de entender la fiesta y el uso de los símbolos religiosos como la Virgen de Guadalupe. Qué decir de la concepción de lo que significa ser hondarribitarra.
El integrismo tiene una forma muy particular de entender las buenas costumbres y, sobre todo, de defender al país. «¡No os queremos!». «Kanpora!». «¡Fuera!» Si estuviera en sus manos impedir que muchos de los defensores del alarde mixto viviesen en Hondarribia, no me cabe la menor duda de que lo harían.
Y todo por una forma de entender y vivir la tradición. Eso es lo más triste. Lo más grave. Que por tal causa se despliegue tanta beligerancia. Tanto odio. Y que tanto cacique y político oportunista medre y se alimente de semejante ambiente,
Para terminar, una anécdota: iba al encuentro de la compañía Jaizkibel y se me ha acercado un hombre uniformado y con cara de mal humor. Me ha espetado en euskera: «ez etorri gure jaia izorratzera!» («¡no vengas a jodernos la fiesta!»). No le he respondido. Pero he pensado para mis adentros: tiene bemoles la cosa, encima se creen que son los agredidos y que las apenas 300 personas (entre la compañía Jaizkibel y apoyos) del mixto seamos los causantes del alboroto, cuanto los que viven en Hondarribia tienen que soportar todo lo que soportan durante la fiesta y, lo que es peor, durante todo el año.
Nada más lejos de mi intención que fastidiar la fiesta a nadie. Pero no dejaré de acudir en apoyo de la compañía Jaizkibel mientras siga siendo necesario y el cuerpo me lo permita. Gora Jaizkibel konpainia! Emakumeak alardean! -