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Gara > Idatzia > Mundua 2006-09-21
La derecha trata de capitalizar el malestar apelando a la insurrección del 56 en Hungría
El guión que obliga a los postcomunistas del Este europeo a abanderar, aunque sea mintiendo, la política neoliberal crea paradojas como la que se vive estos días en Hungría. Paradoja peligrosa, con la extrema derecha presente en las calles y en los disturbios ­57 heridos y 98 detenidos en la segunda noche­. La derecha trata de pescar a río revuelto y exige la dimisión inmediata de un Gobierno por pretender hacer su misma política. Un grupo de intelectuales anunció ayer la creación de una plataforma que reivindica el espíritu de la insurrección del 56 contra la URSS. Otra gran paradoja.

BUDAPEST

El primer ministro «socialista», Ferenc Gyurcsany, declaró tras el Consejo de Ministros que «no habrá ninguna paciencia con los camorristas». Identificaba así a los grupos que se enfrentaron ayer, por segunda noche consecutiva, a la Policía, que trataba de proteger la sede del Partido Socialista.

Los choques dejaron 57 heridos y 98 detenidos en la madrugada de ayer. La Policía hizo uso de perros de combate, gas lacrimógeno y cañones de agua.

Los manifestantes lanzaron todo tipo de objetos contra los antidisturbios y quemaron por lo menos un coche policial.

Poco antes, una manifestación pacífica ante la sede del Parlamento congregaba a alrededor de 10.000 personas. Alrededor de 500 permanecían ayer exigiendo la dimisión del primer ministro.

Pese a que este último insistió en que «el Gobierno se reafirma en el único rumbo posible: las reformas para asegurar el desarrollo y el equilibrio económico», la oposición derechista de Fidesz exigió su dimisión inmediata. Janos Ader, uno de sus principales dirigentes, desautorizó así al ex primer ministro y presidente de Fidesz, Viktor Orban, quien la víspera pidió la cabeza de Gyurcsany en caso ­probable­ de que sea castigado en las elecciones locales del 1 de octubre.

Las encuestas pronostican un 23% de apoyos a los «socialistas», frente a un 34% para la formación derechista.

Paralelamente, los exteriores del Parlamento fueron escenario ayer de la presentación de una plataforma, el Comité Nacional Húngaro 2006 (MNT), que se reclama heredero del espíritu de la insurrección contra la URSS de 1956, de la que el 23 de octubre se cumplen 50 años.

Esta insurrección reivindicó un «socialismo humano» como alternativa a la deriva soviética y a su centralismo respecto a los países del este europeo.

La palataforma está liderada por intelectuales y periodistas de derecha y por antiguos disidentes de la Hungría del Pacto de Varsovia. Su enseña es la bandera húngara con un agujero en el centro, porque de ellas fue arrancada la estrella roja ­que los insurrectos identificaban con la URSS­ en 1956.

Entre sus portavoces, algunos mostraron su orgullo por los jóvenes que participan en los ataques contra las sedes de los medios de comunicación y los partidos gubernamentales.

Otros se desmarcan de estos que, aseguran, se aprovecharon de la «falta de liderazgo de los primeros días». Todos ellos coinciden en exigir la dimisión del Ejecutivo «socialista».



Unas medidas económicas neoliberales draconianas
GARA

BUDAPEST

Zoltan Török, analista del banco Raiffeisen de Budapest, asegura que el plan presentado por el Gobierno puede «de manera realista» hacer bajar el déficit del 10% del PIB actual al 5,6% de aquí a 2008. Una de las exigencias de la UE para la adhesión al sistema euro, al que Hungría espera incorporarse en 2013, pasa por un déficit menor del 3%.

Las reformas que anunció Gyurcsany en junio, dos meses después de ganar las elecciones con mentiras, incluyen un incremento del 2% en las cotizaciones salariales, un aumento del IVA del 15 al 20% y un incremento de los precios del gas (30%) y de la electricidad (8%). También ha anunciado una lucha contra la economía sumergida, gracias a la que sobreviven muchos húngaros.

El salario bruto medio era de 638 euros en 2005, con grandes disparidades entre la capital y el campo. El plan de «austeridad va a suponer un gran fardo para las economías domésticas», concede el analista Barpa Dudik.

Pronostican que provocará una caída del 4,1% en el PIB de este año y del 2,2% en el del año próximo.

Reconocen que conllevará una caída del nivel de vida en Hungría de dos o tres puntos. Con todo, el banquero Török minimiza su impacto al recordar que el nivel de vida bajó un 15% en dos años a mediados de los noventa, cuando el Gobierno de «izquierda» impuso una reforma que acabó con los restos del sistema de socialismo real imperante en el país.

Y es que el déficit cero es el nuevo dios de esta dura época.

¿Quiénes son los manifestantes y los amotinados?

Los alrededor de 10.000 manifestantes que protestaron pacíficamente por segunda noche consecutiva en Budapest son mayoritariamente simpatizantes de la oposición de derecha, del partido Fidesz. Pero la Policía identifica al núcleo duro como un magma formado por «ultraderechistas, «camorristas y seguidores de clubs de fútbol». El sociólogo Miklos Tamas Gaspar identifica en las protestas «a un grupo heterogéneo compuesto por personas de buena fe, simples curiosos, de los círculos cívicos (próximos al ex primer ministro Orban) y de hooligans y miembros de ultraderecha». La Policía insiste en que la mayor parte de los disturbios serían protagonizados por el núcleo duro de los clubs locales Ferencvaros y Ujpest. Al lado de ellos la Policía ha identificado a miembros de los pan-húngaros Jobbik y 64 Departamentos (alusión a la Gran Hungría anterior a 1919). También ha identificado a miembros del ultraderechista MIEP, incluido su líder, Istvan Csurka, a György Ekrem-Kemàl, nostálgico de las Falanges Húngaras, aliados de los nazis en los cuarenta, y a Imre Kerényi, director de teatro y rostro del Fidesz en sus mítines electorales. -


 
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