Teresa MOURE | Escritora. Autora de «Hierba mora»
«Defiendo la pasión frente al mito de la racionalidad del ser humano»
«Hierba mora» (Lumen) reivindica las pasiones y el papel de la mujer en la historia. Escrita originalmente en gallego, le valió a su autora, la lingüista Teresa Moure cinco premios, entre ellos el prestigioso Xerais 2005 y el Premio de la Crítica 2006. Publicada ahora en castellano, la novela se centra en las mujeres que rodearon al filósofo del siglo XVII René Descartes.
Afirma Teresa Moure que le gustan «los libros, las
películas de Humphrey Bogart, los besos, la risa y la revolución», pero sobre
todo le gusta «poner el mundo patas arriba». Eso es lo que ha intentado con su
exitoso libro “Hierba mora”, nombre de una planta que «comparte con la
literatura el poder de mitigar el dolor y con las mujeres la mala fama de ser
tóxicas e inclinadas a las malas pasiones».
¿Qué hay de verídico en «Hierba mora»?
La novela tiene vocación de ser ficción, pero juego con personajes históricos y he intentado ser rigurosa con los datos. Descartes tiene una biografía suficientemente interesante como para poder armar una novela: tuvo una hija con una criada de un librero de Amsterdam, la niña vivió cinco años y él la mantuvo, pero no le dio su apellido para que eso no enturbiara su carrera de filósofo católico; todo eso está en la novela y también el dato cierto de que se carteó con la madre de esta niña durante cinco años. Hasta ahí; no sabemos más de esa mujer. Me llamó la atención que en el siglo XVII una criada supiera escribir, algo inusual, y yo inventé para ella una biografía que fuera verosímil.
¿Y el personaje de la reina Cristina de Suecia?
Es cierto que fue una mujer muy culta, bisexual y muy promiscua, siempre envuelta en escándalos. Y también es verídico que invitó a Descartes a su Corte. Descartes murió cuatro meses más tarde y dos meses después de que ella abdica, dice que no quiere tener hijos y se marcha a vivir a Roma. Esos ingredientes son suficientes para crear un interés novelesco. Todo lo demás es ficción.
Las mujeres de su libro son muy liberales para su tiempo.
Yo creo que, salvo en periodos históricos determinados, las mujeres han sido en general bastante dueñas de su cuerpo y se han arriesgado con ello a perder la vida, el honor o la reputación. Pero sí, me ha gustado retratar a mujeres que llamo ‘de armas tomar’.
Es una novela que rezuma pasiones.
Es un canto al carpe diem, un aprovecha el día descarado y provocador. Nos han enseñado que el ser humano es un animal racional, cuando probablemente no somos racionales todas las horas del día ni creo que seamos racionales por oposición a los animales. Así que, frente a ese mito, yo defiendo la pasión, no sólo la pasión amorosa, también la pasión por la maternidad, por el conocimiento, por la lectura, por la palabra...
Utiliza un lenguaje fresco,
con toques de humor, pero manteniendo formas antiguas.
Creo que el único lenguaje que ha existido siempre es el de la calle, el lenguaje en el que hablamos todos. En las comedias de Lope de Vega o Calderón hasta los criados rimaban en verso y hablaban un lenguaje cortés. A mí me ha gustado jugar con los resabios de lo que sería un lenguaje antiguo, pero con toques muy coloquiales. Yo no puedo reproducir el habla de aquel tiempo, porque no lo conocemos, pero creo que no podía estar muy alejado de nuestras formas. ¿Por qué da tanta importancia a las hierbas?
Las hierbas eran una de las pocas facetas de conocimiento exclusivamente femenino y en esta tribu que ha sido tan patriarcal y tan antropocéntrica era muy importante decir que las mujeres tenían un conocimiento alternativo tan válido como el que aprendían los hombres en las academias. En “Hierba mora” sólo aparecen plantas que han servido para curar males de mujer: reglas, malos partos, abortos..., con esa vocación de intentar reflejar un universo femenino.
Son plantas que sirven también para la seducción o contra el mal de amores. Y ahí recuerda al realismo mágico.
Sí, supongo que tiene algo de realismo mágico, porque aunque lo ligamos a Hispanoamérica, yo creo que está muy ligado con la cultura de mi país y supongo que también a la cultura de vuestro país. Me han preguntado mucho en Madrid si hablo de brujas porque soy gallega, y yo me he enfadado, claro, pero sí quería recordar que en los Países Bajos en el siglo XVII se quemaron a más de cinco mil mujeres acusadas de brujería. Hay un homenaje a las cenizas de todas esas mujeres que murieron abrasadas, a veces por acusaciones infundadas basadas en cuernos y demás problemas de los hombres, y otras porque su conocimiento amenazaba a las autoridades.
¿Por qué introduce el tema de las lenguas artificiales?
Yo quería escribir sobre una mujer que hubiese inventado algo, porque ese territorio parece exclusivo del hombre. Me venía muy bien lo de las lenguas artificiales, porque fue una moda del siglo XVII y todos los intelectuales elaboraron varios proyectos de lenguas, ya que el latín empezaba a estar en desuso.
Usted defiende la utilidad de las lenguas artificiales.
El movimiento antiglobalización se ha dejado en el tintero la cuestión de las lenguas y no es una cuestión menor. Muy fácilmente nos plegamos a pensar que el inglés debe ser la segunda lengua, cuando sería más humano hablar muchas lenguas un poco que una segunda muy bien. Me parece indignante que en el Estado español no sea posible aprender catalán, euskara o gallego dentro del sistema educativo aunque sea como optativa, es una cuestión de respeto hacia las otras culturas. -
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