Kapuscinski, la empatía como herramienta
El mundo periodístico llora la muerte del gran reportero Ryszard Kapuscinski, acontecida el martes por la noche tras las complicaciones derivadas de una operación. Hombre sencillo, entrañable, generoso, el autor polaco dejó plasmada en sus reportajes y en sus libros una forma de contar que hará historia.
BILBO
Considerado uno de los grandes maestros del periodismo moderno, adalid de la ética en esta profesión, Ryszard Kapuscinski era, además, el autor polacomo más traducido y publicado en el extranjero. En su dilatada carrera, presenció 27 revoluciones, vivió doce frentes de guerra y fue condenado a ser fusilado en cuatro ocasiones. Casi todo lo hizo como corresponsal de una agencia pequeña y pobre, lo que marcó su forma de moverse por el mundo.Kapuscinski nació el 4 de marzo de 1932 en Pinsk (Polonia) y era licenciado en Historia. Con 17 años se inició dentro del periodismo en la revista “Hoy y mañana”, pero su profesionalidad se forjó en la agencia de noticias polaca PAP, para la que trabajó de reportero durante 30 años (1958-1981). Durante ese tiempo fue testigo de infinidad de acontecimientos mundiales como los numerosos cambios políticos en países empobrecidos, desde Angola hasta el antiguo Zaire (hoy República Democrática del Congo). Asimismo, cubrió la llegada de la descolonización y la teórica independencia, sobre todo en Africa, además de hechos históricos como la caída de la democracia en Chile o la revolución iraní. A partir de la década de los 80 empezó a colaborar con periódicos y revistas internacionales, como “The New York Times” o “Frankfurter Allgemeine Zeitung”, a la vez que se introducía de lleno en el campo literario a través del gran reportaje. Elegido en 1999 mejor periodista polaco del siglo XX y distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003, tiene una veintena de libros publicados. Se estrenó como autor con “Bus po polsku” (1962), pero el primero de importancia fue “El emperador” (1978, en castellano en 1989), sobre la caída del trono de Haile Selassie en Etiopía en 1974. Al título anterior siguieron “El Sha o la desmesura del poder” (1987) narración de la salida de Reza Palhlevi de Irán, “Lapidarium” (1990), “La guerra del fútbol y otros personajes” (1992), “El imperio” (1993) de la ya extinta URSS, “Ebano” (1998), “Los cínicos no sirven para este oficio” (2000) en el que habla del buen periodismo, “Desde Africa” (2001), “Los cinco sentidos del periodista” (2003) y el libro-taller de la Fundación para un Nuevo Periodismo Latinoamericano (FNPI, 2004). La mayoría de su obra combina la gran historia con la pequeña que afecta al individuo, es un análisis fino y pormenorizado de hechos y reflexiones. En 2004 expuso una muestra fotográfica propia en el pabellón de Europa instalado en la Feria del Libro de Madrid titulada “Africa en la mirada”, una selección de cuatro décadas de viajes por el continente negro de Kapuscinski que reveló una faceta suya menos conocida. El galardonado en 2004 con el Premio Bruno Kreisky para libros políticos, de Austria, y doctorado honoris causa en 2005 por la Universidad catalana Ramón Llull, dedicó los últimos años de su vida a viajar, impartir conferencias y reflexionar sobre el proceso de la globalización y sus consecuencias para la civilización humana. Además continuó escribiendo libros en su casa de Varsovia, donde fijó su última residencia. En los últimos meses vio mermada su salud, hasta el punto de tener dificultades para andar y moverse, pero no dejó en ningún momento la máquina de escribir. Su muerte deja en el tintero un libro sobre Latinoamérica que tenía previsto escribir una vez que terminara otro sobre su infancia en Pinks, sus viajes y sus recuerdos.
«Para ser buen periodista hay que ser una buena persona»
BILBO
Kapuscinski expuso en “Los cínicos no sirven para este oficio”, entre otros libros, sus ideas sobre el buen periodismo. La cualidad principal del buen reportero, decía, es la empatía, porque «la fuente principal del conocimiento periodístico son los otros». No se puede escribir con justicia sobre alguien con quien no se ha compartido al menos un tramo de la vida, aseguraba, es imposible hablar sobre la pobreza en Africa si no has tenido que caminar diez kilómetros para encontrar agua en malas condiciones como hacen ellos cada día.Según Kapuscinski, hay una barrera sicológica que tendrá que superar quien aspire a elaborar un buen reportaje: hablar con personas que no conocemos, preguntarles cosas sobre las que quizá no tengan deseos de hablar. «Si nos acercamos a las personas con una actitud cínica o arrogante, reaccionarán de forma negativa y no se abrirán. Las personas deben percibir que tenemos un interés auténtico por conocerlos y comprenderlos. Sólo así se sincerarán y nos contarán sus historias. Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Hay que intentar comprender a los demás, sus intenciones, sus dificultades, sus tragedias. Yconvertirse en parte de sus destinos».
Se fue el maestro
Karolina ALMAGIA
PERIODISTA
Llegué tarde a Kapuscinski. No fue con “Ebano”, como mucha gente, sino con “Un día más con vida”, un pequeño libro sobre una gran historia vivida por el reportero en la guerra de Angola. Corrí después a comprar “Ebano” y quedé irremediablemente enamorada. Nunca nadie y lo han intentado muchos había contado tan bien lo que es vivir en Africa, sin dramatismos, incluso con humor. Comprendí al instante por qué le llamaban el mejor reportero del mundo y sentí una gran envidia. Quién pudiera contar así las cosas. Ha habido otros reporteros valientes, pero Kapuscinski siempre iba más allá. El nunca ocultó su secreto: la empatía. Es fundamental, decía, «sentir en la propia piel» lo que sienten los otros, compartir sus dolores y problemas. Dormía en chozas si hacía falta, aprendía sus idiomas, se mimetizaba. Pero, además, hacía de la crónica pura literatura, mezclando géneros en los que no faltaba el de la aventura. Hace dos años estuvo a punto de venir a Bilbo, pero finalmente no pudo ser y mi ilusión por hacerle una entrevista cayó en saco roto. La próxima vez sin falta, me dije, seguro que vuelve con otro libro. En la mesilla me espera “Viajes de Herodoto”. En el alma me queda la pena de no haberle conocido en persona.
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